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En nota anterior mencioné que en la Escuela Modelo se encontraban empotradas en sus muros placas alusivas a tres personajes muy humildes pero con mucha dignidad. Como menciono en dicha colaboración, los tres son “venteros” que durante años deleitaron a los muchachos de la escuela del Paseo de Montejo. Hablé en esa colaboración acerca de “Tarzán”, salbutero de años en la escuela. Hoy haré lo mismo pero con otro personaje, también dedicado a la misma vianda que “Tarzán”, es decir, salbutero y además hacía unas tortas muy sabrosas. Al tipo se le conoció como “Boicot” por algún azar del destino.

“Boicot” era de edad madura. Mestizo al igual que “Tarzán”. Muy temprano se dirigía a la cercana panadería Montejo, situada frente al Monumento a la Patria y compraba pan francés para elaborar sus tortas. Y le regalaban la punta de algunos panes “chuchules”.

Con una caja de cartón en la cabeza, “Boicot” llegaba a la escuela poco antes de la hora del recreo. Apenas don Antonio Rivero Coello tocaba la campana para el mismo, en tropel los muchachos corrían a los diferentes venteros colocados a las puertas de la escuela. Ya dijimos que tanto “Tarzán”, como “Boicot” y Lugo, (tres generaciones vendiendo helados a los modelistas) tienen su respectiva placa conmemorativa. Pero además estaban el kibero “Semáforo”, apodado así porque padecía el tic llamado “mutz”, también acudía aquel que anunciaba “mambitos y zapotitos de coco”, un sujeto al que periódicamente le daban ataques de epilepsia dejando regada su mercancía.

Pero volvamos a “Boicot”. Su mercancía era tan descuidada como él mismo. En broma, como era el más baratero, decíamos que íbamos a comer “los insalubres de Boicot”. Cuando estaba de vena, cuando lo cultivábamos, él bailaba una bonita jarana cantada por él mismo en los respectivos ritmos conocidos que el nos iba explicando. Cuando lo queríamos poner violento, bastaba con decirle a gritos: “¡Boicot, ahí viene la sanidad!”, entonces el hombre montaba en cólera y sacaba un cuchillo cebollero y hacía como que perseguía a la parvada de chiquitos que lo estaban “jorobando”. Todo esto era al “chente tus”.

Cuando a “Boicot” le iba bien ciertos días en que la venta estaba buena, entonces gritaba a voz en cuello: “¡Agasajo!”. ¿Qué significaba aquello?, simplemente el acto de remojar aquellas puntas de pan francés chuchul que le habían regalado dentro de su recipiente de cebolla y tomate y las iba regalando. Al embrujo de este grito, corríamos en tropel, mejor dicho en manada porque éramos como animales a comer esos pedazos de simple pan con jugo de cebolla curtida pero que nos sabían a gloria.

“Boicot”, hombre bueno y generoso, a los chicos que él sabía no les daban en sus casas gastada, según él sin que nadie lo viera (todos lo veíamos) regalaba el producto a dichos alumnos. Muy merecida su placa conmemorativa en visible lugar de los muros de la Escuela Modelo, ejemplo de su lema “para sí, para todos”.

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