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Víctor Salas

El origen de nuestra vaquería

Junto con la aparición de las Serenatas de Santa Lucía surgió el argumento que sustentaba que nuestra vaquería era una fiesta surgida de la hierra o marcaje del ganado.

Después de averiguar sobre esta actividad en estancias, haciendas y ranchos ganaderos, me encontré conque después de esa actividad, no se realizan bailes ni fiestas en las que participen la sociedad en su conjunto. Al día de hoy podemos ver que ni en Tizimín se hace un baile folclórico después del marcaje del ganado.

Las únicas celebraciones que devienen en una vaquería o bailes de la jarana, son las de los santos patronos de cada pueblo o ciudad de Yucatán. Así fue en el pasado y se mantiene de esa manera hasta el día hoy. Nada más hay que abrir las páginas del Por Esto!, en la sección correspondiente a Yucatán, para ver procesiones encabezadas por una Virgen o el Santo Patrono del pueblo, siguiéndolos los hochilies, los estandartes, las banderas y ocasionalmente las cintas y la cabeza de cochino. No puede faltar la banda de música. Ni el tronido de los voladores de pólvora que anuncian el avance de los feligreses. Y luego viene la corrida de toros o la charlotada. Y por la noche, la magna vaquería.

Afirmar que lo que viene después del marcaje del ganado es una vaquería, es arrancarle de cuajo los méritos a la fe cristiana, fuerza generadora de impactante belleza en las expresiones de los creyentes.

Esa afirmación acerca del origen de la vaquería parece surgida del laicismo, de la voluntad de restarle méritos a la fe del pueblo cristiano.

Hay instituciones que deberían pedir corregir ese inexplicable error, porque han sido miles de personas las que han escuchado aquel argumento dándole validez porque surge de un acontecimiento oficial. Lo más grave es que ese argumento se utiliza en diferentes partes de nuestra república, donde se baila la jarana.

Pero existe otro error que va junto con el del marcaje del ganado, y es el respectivo al origen de nuestra jarana, en el sentido de que nuestro baile tiene influencia de las jotas aragonesa y la sevillana y que el tronido de los dedos lo hicieron los mestizos yucatecos como una forma de imitar las castañuelas. Revisando la historia hispánica de esas dos danzas, nos encontramos con que su existencia data de finales del siglo XIX, pero nuestros bailadores ya hacían traquidos de dedos desde una etapa anterior a las jotas aragonesa y sevillana. Hay que leer “Viajes a Yucatán” de John Stephens, para encontrarse conque los traquidos de los dedos durante la jarana existía desde antes de 1842, tiempo cuando el norteamericano vio por primera vez el baile popular de la entidad.

Volviendo a las jotas, por estudios realizados acerca de esas dos danzas españolas, se sabe que no cruzaron el Atlántico. ¿Entonces cómo fueron conocidas en Yucatán? Las danzas históricas que sí cruzaron el océano fueron la jácara, la chacona y los canarios, que utilizan castañuelas y cuyos pasos tienen similitud con los que se utilizan en la jarana. Esto fue en el siglo XVI y XVII.

Si mestizaje significa la unión de dos cosas distintas, y si analizamos las descripciones artísticas que hace Fray Antonio de Ciudad Real en 1588, cuando acompañó a Alonso Ponce León a conocer la situación de los mayas, nos percataremos que la influencia de la danza española era un hecho desde entonces. El dice que los mayas bailaban danzas españolas y del país. De ahí la fusión era lo natural.

Las jácaras, los canarios y la chacona, pero especialmente esta última, parece un huapango tamaulipeco, potosino o hidalguense. Y no podemos dejar de afirmar que nuestra jarana tiene parentesco con esos bailes huastecos.

Los canarios son bailes formalmente muy parecidos a la jarana, más que una jota aragonesa. Pero los canarios son del XVII y sí cruzó el océano para instalarse en los territorios coloniales de la Nueva España.

Desde los puntos de vistas anteriores, el argumento del origen de nuestro baile regional, debe ser objeto de una profunda revisión para darle a tantos escuchantes, información seria, profesional y científica.

En Mérida hay establecidos muy serios historiadores, esos que han sabido reordenar la historia oficial yucateca. A ellos debería solicitárseles una investigación al respecto.

De entrada hay tres grandes fuentes, que con sus ojos vieron cómo eran los bailes del país y los narraron con muchos detalles: Diego de Landa, Antonio de Ciudad Real y John Stephens. Cada uno de ellos ha servido para distintos trabajos de investigación científica. ¿Por qué no utilizarlos para la danza?

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