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El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, revolucionario, ex vicepresidente de su país, Premio Cervantes 2017, afirmó anoche que solo un novelista podría explicar la situación tan sui generis de la política en América Latina, donde “los discursos revolucionarios han envejecido” y donde las mayorías votan por sujetos de extrema derecha que están no sólo en contra de la mujer, sino que además son racistas.

El periodista, político, abogado, quien fue vicepresidente de Nicaragua desde el 10 de enero de 1985 y hasta el 25 de abril de 1990, durante el primer mandato de Daniel Ortega, charló anoche en la Feria Internacional de la Lectura con el periodista colombiano Felipe Restrepo Pombo.

—¿Cómo podría ser la salida de Ortega? —le preguntó el periodista colombiano.

—No es fácil eso, es que hay gente que no tiene vida alternativa más que el poder, y eso es algo real, él tiene 73 años, ya debió desaparecer, los jóvenes tienen que gobernar los países jóvenes, no tienen que ser rehenes de los viejos. Pero él vive en el sentido del poder, y por eso ponía el ejemplo del presidente de Argelia. Eso de aferrarse al poder hay que verlo como un verdadero drama.

Previo a la pregunta, Restrepo Pombo le planteó a Ramírez sobre algo que llamó una relación malsana de los individuos que gobiernan con el pueblo y esa voluntad de perpetuarse en el poder. “¿Crees que eso está dentro de nosotros?”, le lanzó.

—Creo que sí, esa deformidad de que alguien llega al poder, electo, digamos, o llega por efecto de una revolución, una revolución legítima el poder, y llega, la proclama empieza, la revolución tiene un líder único porque sin él no camina; ahí hay una deformidad, el poder es de los seres humanos, tiene defectos, el que se le confiera el poder a alguien por años y años no puede terminar bien.

Y abundó—: Mejor que un historiador para explicar esos fenómenos, un novelista, nadie mejor que él. Escribí un artículo, que sale la semana que viene, me ha llamado la atención, me toca muy de cerca el caso del presidente de Argelia, Abdelaziz Buteflika, tiene 83 años de edad, ha sido electo cuatro veces, los ha cumplido, fue uno de los líderes de la independencia contra Francia, entró a la guerra a los 17 años. Tiene 83 años, le dio un derrame, no puede hablar, no puede tragar, y anuncia su quinta candidatura presidencial; a mí me están provocando con esa historia; los médicos son los que terminan gobernando, como Balaguer que estaba completamente ciego. Un día le preguntaron cómo gobierna un ciego y contestó: no he venido al Palacio Presidencial a enhebrar agujas.

—Salman Rushdie dice que hay personajes que no son de novelas —anotó Restrepo.

—Trump es un personaje de esos. Ahí tenemos a Bolsonaro, un militar que nunca prosperó, una hoja militar tachada en rojo y de pronto resulta el presidente de uno de los países más poderosos de América Latina junto con México, Brasil, pero es racista, antifeminista, no estamos en razón, la pregunta ¿eso es la opinión pública? ¿Cómo van a elegir a alguien así? Y lo eligen por muchos votos, la democracia es un tema importante, como se forman esas mayorías.

—En Adiós muchachos, hay un desencanto en ti de lo que se convirtió la revolución —señaló el colombiano.

—Hoy en día las cosas en Nicaragua son diferentes, el discurso revolucionario envejeció, no es de la realidad, fue cambiado y ahora es un discurso esotérico y es ultra religioso, la ciudad está llena de árboles de la vida iluminados con luces led, que porque son mágicos, pero hay un viejo discurso revolucionario entreverado, otra vez volvemos a cosas que sólo pueden explicar los novelistas.

Ramírez hizo alusión a la represión del año pasado en la que “500 personas fueron asesinadas por francotiradores. Fueron asesinados desde el techo de un estadio que se llama Denis Martínez, que es un ídolo para nosotros, lanzó un juego perfecto para los Orioles, y como el gobierno dice que todo está normal, organizaron una serie de béisbol, Denis Martínez dijo no, el estadio que lleva mi nombre se usó para matar gente, y pide a los equipos que no vayan, pero sí se juega la serie en un estadio vacío. Hay heridas abiertas, esos crímenes no han sido reparados, la gente pide que se haga justicia, quiénes dieron la orden de matar tanta gente, porque hay miles de exiliados, hay 800 presos políticos en estas negociaciones que se hacen han sacado 130, pero sacan a esos y entran otros.

—¿Cómo lees lo que ocurre en Venezuela?

—Ortega viene de una guerrilla, estuvo siete años preso, fue uno de los creadores del Frente Sandinista. Maduro no viene de ahí, de ninguna tradición revolucionaria, Maduro es la pieza de una maquinaria de corrupción y represión; yo no veo que él represente nada por sí mismo y es otro verdadero drama, allá hay una crisis humanitaria de hambre, es tragicómico, en el apagón decía que era un ataque electromagnético, la gente no se traga eso.

Además, abundó:

—No creo que Venezuela se parezca a Nicaragua. Cuando Chávez llegó Venezuela tenía una producción de cinco millones de barriles diarios, pero estaban dedicados al petróleo y se olvidaron de lo demás. Nicaragua era un país de una economía muy tradicional, exportamos café, bananos, oro, plata, ganado en pie y en carne, es lo mismo, no ha cambiado nada, no producimos bienes transformados, turismo o servicios, eso se agrega a la economía tradicional, de modo que era muy pequeña. Reconstruir Venezuela requerirá de miles de millones de dólares y eso de dónde va a venir

En ese sentido, el nicaragüense dijo que “México podría jugar un papel importante, su ausencia se está notando, el papel de México siempre ha sido importante, la caída de Somoza no hubiera sido sin México, el papel en la diplomacia internacional y en que la revolución fuera posible era fundamental, México tiene que tener un papel activo en América Latina, no de ausencia.

Al comienzo de la charla Felipe Restrepo Pombo le preguntó “¿cómo se dice que tú has tenido dos vidas, el personaje más público y por otro lado el hombre de las letras que ha creado un universo literario vastísimo? ¿Se contraponen o se complementan?”

—La doble vida del escritor y del político no la inventé yo, es una tradición antigua desde Sarmiento, que escribió Facundo, fue presidente de Argentina independiente; luego Gallegos, que fue presidente de Venezuela; creo que lo eligieron por haber escrito Doña Bárbara, es un clásico, es tan clásico que las novelas se miden por hechos simples, el personaje se sale del libro y vive independiente, Doña Bárbara no sólo por María Félix; Juan Bosch, poeta, presidente de la República Dominicana, un cuentista iba a suceder a Leónidas Trujillo, dictador absoluto, pero la historia se escribe así. Fueron derrocados cada uno a los nueve meses, fue un mal parto, porque los militares no se habían ido, en la República Dominicana fueron los mismos y son los mismos los que siguen estando ahí. Y no se olviden de que Mario Vargas Llosa quiso ser presidente de Perú, ganó la primera vuelta y la segunda perdió ante alguien que más bien parece un personaje de sus noveles, Fujimori.

—Creo que en América Latina la gente piensa que los escritores sirven para todo hasta para políticos, pero no creo que sea así. Y eso de la doble vida es relativo, cuando Bosch se metió a la política no volvió a escribir, se dedicó a derrocar a Trujillo y luego a gobernar y hasta que se fue a Puerto Rico.

—Son dos vidas incompatibles, la del político y la del escritor. Si un escritor joven me dice que se dedica a la política le diría que no se pueden hacer las dos cosas. Viví en Alemania solamente como escritor, tenía una beca entre el 73 y el 75 y el último libro lo escribí cuando salí de Alemania y volví a Nicaragua y diez años no escribí, me metí a la Revolución, viví a salto de mata, en la clandestinidad, me tocó en la lucha contra Somoza, el hecho de sentarse frente a una máquina en la soledad y el aislamiento de crear mundos distintos eso no es posible. Pero quería decir lo último para no alargarme, yo entré en la revolución no en la política, eso es para mí muy importante, porque si me dicen deja y fundemos un partido y luego serás ministro, a mí no me hubiera interesado, me interesaba por una revolución, por eso sacrifiqué la literatura. Yo no fui verdadero político, mi pasión era la literatura.

—Regresamos a la revolución, pero es interesante lo que has dicho de la escritura, pero me interesa lo que dices de esa tradición del boom y quizá del posboom que tal vez se inscriba tu trabajo, de ser intelectuales públicos, columnistas, involucrados en un gobierno, siento que los narradores hoy día, han dejado de lado esa presencia pública y opinar sobre política y estar ahí y se dedican a mundos más íntimos y más pequeños, ¿estarías de acuerdo con ese cambio generacional? —le preguntaron.

—Sí y no. Cuando la revolución en Nicaragua llega a su fin en 1990, hay un gran cambio en el mundo, hay un gran desencanto de las revoluciones. La de Nicaragua fue la última, el último alzamiento armado es el de Chiapas en 1994 y es diferente. Y a partir de los 90 se proclama el fin de la historia, el capitalismo triunfó y el socialismo se queda sin propuestas creíbles, porque lo que viene es una adaptación de las ideas hacia la economía de mercado, porque se vuelve imbatible, lo radical se termina. Antes los intelectuales comprometidos eran de izquierda, no de derecha, si eras intelectual era con la izquierda, eso cambia radicalmente y ya no hay escritores tipo Carlos Fuentes o César Amado que están al día, esas voces se han ido como espaciando, el pensamiento se ha ido fragmentando o los jóvenes escritores no hacen el papel de protagonistas políticos, pero eso no tiene nada que ver con los temas de las novelas; si los repasamos, la gran parte de las novelas importantes escritas a finales del siglo XX y principios del XXI tienen que ver con la vida pública, con eso que se llama la anormalidad de la vida pública; si no se distinguen dónde empiezan los intereses del narco y dónde los de la política, eso es anormalidad; la migración, la juventud atrapada en la miseria, eso es una anormalidad y, por lo tanto, eso no es ajeno a la literatura, la corrupción, las pandillas, eso es política. Y ya no digamos la revisión de la historia, las víctimas de la represión en Argentina, Chile, los miembros escriben la historia de sus padres y abuelos y desde una perspectiva crítica.

Felipe Restrepo le aclaró que se refería “al posicionamiento de la vida de esos escritores. En tu caso decías que no se pueden conjugar esos dos roles de participar en la política y escribir. No escribiste pero al final se nutrió tu narrativa y tu lenguaje”.

—En 1984 salí electo vicepresidente del país y ahora tengo diez años de no escribir una letra, y tengo ahora seis, si no escribo se va a olvidar la escritura. Me puse a escribir, como no tenía horas disponibles me levantaba a las cuatro de la mañana y escribía. Hice una novela pero de un personaje de los 30, era imposible una novela de la revolución, sería una novela de propaganda; un escritor necesita distancia crítica para meterse en hechos contemporáneos; desde el poder no se puede escribir, se termina siendo propaganda.

Finalmente, hizo un comentario sobre el periodismo en la actualidad:

—“Una revolución silenciosa es lo que está ocurriendo, hablamos de la crisis del periodismo, para todo mundo es claro que los periódicos escritos pierden tiraje, muchos cierran, se pasan a las ediciones digitales, sólo los leen los de arriba de los cuarenta, los jóvenes ya no leen, es la cultura de los pulgares; además, el periódico ya no se informa, no encuentra novedades, ahí debería estar, en la forma de encontrar la noticia, el ángulo distinto, como investigar un hecho; eso me parece que el periodismo debe hacer, el periodismo literario lo inventaron los poetas modernistas, a finales del siglo XIX, escribían sobre los hechos de la vida cotidiana de manera literaria.

Comentó que en la Fundación García Márquez está haciendo concursos para las nuevas formas de narrar, porque “un periodismo bien hecho puede llevar a caer a los gobiernos, no es dicen que, no, sino que un buen periodista dice: aquí están las pruebas.

(Rafael Gómez Chi)

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