A cien años del artero crimen del General Emiliano Zapata Salazar, toda la sociedad mexicana lo reconoce como el más legítimo líder, representativo de los más profundos ideales de la Revolución. Por eso se dice que Emiliano Zapata está vivo en sus ideales, señaló el investigador Raúl Vela Sosa durante la plática que ofreció en la Academia Liberal de Yucatán.
El profesor universitario recordó que para los campesinos morelenses el Jefe Zapata vive como leyenda permanente en los campos, ya que ellos cuentan que en las noches se le ve cabalgar enarbolando una bandera que reza: “Tierra y Libertad”.
Además, lo citó como el precursor del reparto para dotar de tierras a los campesinos de América Latina. Esa idea, planteada inicialmente por Emiliano Zapata, partía del principio de que la propiedad de la tierra no estaba a discusión, era originalmente de los campesinos, a los cuales se les había arrebatado en la conquista.
Cuando uno conversa con académicos o dirigentes agrarios de los países latinoamericanos, la mención de Emiliano Zapata es obligada; su presencia en el ideario de la lucha agraria latinoamericana está presente. La idea de que el primer paso en una reforma agraria es el reparto y restitución de las tierras, es una constante, dicho de otra manera, no hay reforma agraria si no hay reparto, lo que varía es la forma de organización rural para la producción.
Legado zapatista
Señaló que “hoy en día, en muchas partes del mundo, en donde las demandas agrarias derivan en manifestaciones masivas, es común ver un retrato de Zapata acompañando a los contingentes en marcha”.
En el legado zapatista, dijo que los movimientos revolucionarios del continente americano, al plantear sus programas agrarios, retomaron esta concepción del reparto de tierras. Por ejemplo, el ala radical del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) de Bolivia, incluyó en los años 50 en su programa político la restitución de tierras, la destrucción del latifundio, abolir la servidumbre campesina, todo ello para modificar la organización feudal de que era presa ese país andino.
Pero el ejemplo más radical de reforma agraria en América lo es sin duda el cubano, el cual estableció la entrega de la tierra a todos los campesinos trabajadores que no eran propietarios de las mismas, así como la creación de granjas del Estado, en donde se modernizaron los procesos productivos para incorporar el trabajo agrícola a nuevas formas industriales que le darían a sus productos nuevo valor agregado.
Vela Sosa indicó que un caso singular es el chileno, cuando en 1967, ante la necesidad de reconstruir la estructura agraria del país, el presidente Eduardo Frei promulga una ley, que tenía como uno de sus objetivos conceder tierras a campesinos sin ellas, limitando la posibilidad de acumulación de tierras en manos de una misma persona, y haciendo expropiables aquellos predios que excedieran ciertos límites en su tamaño.
Logro de Salvador Allende
Sin embargo, los grupos terratenientes tenían una considerable fuerza política, lo que impidió la realización de dicha reforma. Fue hasta la llegada a la presidencia de Salvador Allende cuando, para cumplir con el programa de la Unidad Popular, desempolva esa ley que estaba vigente (Allende no hubiese podido lograr que el Congreso chileno le aprobara una ley similar) y acelera las transformaciones de la estructura de la tenencia de la tierra para plantear nuevas relaciones sociales y económicas en el seno del sistema rural y de las relaciones del campo con el resto de la sociedad.
El gobierno de la Unidad Popular se dio a la tarea de acelerar las expropiaciones de los predios afectables según la ley de Frei, y en dos años y nueve meses Allende logró eliminar el latifundio y consolidar las organizaciones campesinas.
Mencionó que otro caso muy particular fue el peruano, cuando, en 1968, un grupo de generales y coroneles asumen el mando en Perú en circunstancias excepcionales, pues no fue el tradicional golpe de Estado, sino que la llegada al poder de Juan Velasco Alvarado abrió al país nuevos caminos y determinó un fuerte brote de nacionalismo.
El Plan Inca
Lo inédito fue que, en esos años y en América Latina, un representante de la milicia intenta transformaciones profundas en la sociedad peruana, marcada entonces por el predominio de una oligarquía que se apropiaba del 90% de las tierras. El nuevo gobierno lanzó el Plan Inca y decretó una ley de reforma agraria, cuyo lema era: “campesino, el patrón no comerá más de tu pobreza”.
El decreto se proponía garantizar la integridad del derecho comunal de propiedad de las comunidades campesinas sobre sus tierras y, además, adjudicarles las extensiones que requirieran para cubrir las necesidades de la población.
El académico comentó que todos sabemos que la movilización campesina en México de principios del siglo XX, tuvo un objetivo: la lucha por tener tierra; tuvo un lema: tierra y libertad, y tuvo un caudillo: Emiliano Zapata Salazar.
“Es importante aclarar que los movimientos agraristas en México obedecían a concepciones diferentes en cuanto al carácter que debería tener el reparto y explotación de la tierra. Para los revolucionarios del Norte del país estaba muy arraigado el concepto individualista de la propiedad”.
También dijo que se pensaba en un campo mexicano integrado por agricultores pequeños, eficientes, que tuvieran oportunidad de acceso a las nuevas técnicas para el desarrollo de la agricultura. Para los campesinos del Sur, el reparto y el trabajo agrícola deberían ser colectivos y se concebía la entrega de tierras como la restitución de las parcelas que fueron enajenadas a los antiguos pueblos por el conquistador español.
Por eso, algunos campesinos morelenses, los más ancianos, dicen estar esperando que “no más nos llame Emiliano para irnos con él a la bola”.
(Rafael Gómez Chi)