Síguenos

Última hora

Sismo de hoy: Temblor de 4.2 sorprende al sur del país 

Yucatán

La indiferencia de nuestras autoridades (Alienación Parental)

Ana María Ancona Teigell “La indiferencia es el apoyo silencioso a favor de la injusticia.”

Anónimo

Es alarmante el aumento de casos de sustracción de menores en nuestro Estado y la grave indiferencia e insensibilidad de nuestras autoridades hacia los niños, las víctimas principales de los divorcios y separaciones conflictivas de los padres.

Pequeños que sufren sin poder razonar y entender el proceder de uno de ellos, violentando todos sus derechos y provocando graves problemas psicológicos por la Alienación Parental o Síndrome del SAP.

¿Qué es la Alienación Parental o Síndrome del SAP?

Según los psicólogos y psiquiatras, es una forma de maltrato infantil.

Algo que a estos expertos les llama poderosamente la atención es el odio del que son capaces de sentir el uno por el otro, pues las conductas de desprecio en muchas ocasiones inimaginables, se pueden ver en los divorcios y separaciones. Pero el problema se agrava cuando hay hijos de por medio. Ellos pueden sufrir más que nadie esta situación dolorosa. Especialmente, cuando uno de los padres los utilizan para hacer daño al otro, conocido como Síndrome de Alienación Parental.

Este es un conjunto de síntomas que son consecuencia del uso de diferentes estrategias por parte de un progenitor, en las que ejerce influencia en el pensamiento de los hijos con la intención de destruir la relación con el otro progenitor. Ejemplos: “Tú mamá o papá no te quieren, nunca te llaman, no vienen a visitarte, ya tienen otra familia y en casos extremos, se murió.”

¿Cómo actúan los padres alienadores?

Menosprecian, insultan o desvalorizan al otro progenitor; contarle al menor las causas del divorcio y culpar al otro de esto para que el niño no empatice con él o ella; no permitir que el niño conviva con la madre o el padre; incluir al entorno familiar y de amigos en los ataques al otro progenitor; influir en los niños con mentiras para que tengan miedo de convivir con el otro progenitor; subestimar o ridiculizar a los niños hacia el otro progenitor; gratificar y reforzar los comportamientos despectivos y de rechazo por parte del niño hacia el otro progenitor; cuando utilizan a sus hijos en el ámbito judicial como arma contra el otro y los inducen a tener pensamientos negativos en contra del otro.

El sufrimiento que puede causar en los menores es devastador, porque el daño psicológico y emocional puede afectarlos para el resto de sus vidas. Ya que los hijos suelen querer a ambos progenitores y los que sufren este Síndrome viven un auténtico conflicto de lealtades. Esto provoca trastornos de ansiedad, trastornos en el sueño y la alimentación, conducta agresiva, conducta de evitación, dependencia emocional (miedo a ser abandonados por el progenitor con el que conviven), dificultades en la expresión y comprensión de las emociones, y en casos graves, llegar hasta el suicidio.

Son tantas las madres y padres que están librando esta guerra, que a veces les llevan años para recuperar a sus hijos, que nos preguntamos: “¿Dónde están Derechos Humanos, PRODEMEFA, Jueces de lo Familiar e Instituciones que tienen la obligación de velar por el bienestar superior del menor?

¿Es tanta la indiferencia e insensibilidad, que no tienen la capacidad o el interés de salvaguardar a nuestros pequeños, que son el futuro de nuestro Estado? Pues, ¡Renuncien! Y si no quieren hacerlo ¡Capacítense! para evitar que nuestros pequeños sigan sufriendo un verdadero calvario a manos de los padres alienadores.

Estamos creando una sociedad donde la mayoría de nuestros jóvenes están desequilibrados emocionalmente, son alcohólicos, drogadictos, agresivos, suicidas, gracias a su negligencia y corrupción porque no toman en cuenta la indefensión en la que dejan a un menor que tiene todo el derecho de convivir con su padre y madre. Están permitiendo que dañen sus mentes, destruyan sus sueños, aniquilen su futuro.

¡No se puede permitir esta clase de atrocidades! Cuando un menor es sustraído del hogar, la justicia debe ser expedita (inmediata) y cárcel para los secuestradores (padres) del niño, porque sustraer es secuestrar. No existen excusas, ni papeleos, ni burocracia, ni impunidad bajo la cual se rigen para rescatar a un menor y castigar con cárcel al padre o madre alienador.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación, ya justificó modificar la guarda y custodia de los hijos cuando uno de los padres impida que convivan con el otro.

Esto es un avance, pero no estamos de acuerdo en la parte que dice, que el cambio hay que hacerlo gradualmente por el bien del menor. Porque cuanto más tiempo pase el niño sin convivir con la madre o el padre, y todos los días uno de ellos esté dedicado a ponerlo en su contra van perdiendo el lazo filial que los une y, por consiguiente, el niño no querrá irse con uno de sus progenitores.

En Europa y muchos países del mundo, cuando un Juez de lo Familiar ordena a un padre o madre que ha sustraído a un menor del hogar presentarlos ante él, si no cumplen, sea quien sea, giran de inmediato orden de aprehensión.

Y aunque el Síndrome de Alienación Parental no es reconocido como trastorno por las comunidades médicas o legales, cuando un niño o niña rechace a uno de sus padres, los Juzgados de lo Familiar deberán valorar si ese rechazo tiene una causa razonable que lo justifique o no y, en caso de que no la haya, la voluntad del menor no podrá ser motivo suficiente para que sin más, se acuerde lo que el niño diga.

Es cierto, los niños tienen todo el derecho a ser escuchados, pero eso no quiere decir que los jueces tengan que dictar una sentencia de conformidad con la voluntad manifestada por el menor, voluntad que en todo caso deberá ser fundamentada y libre de presiones externas.

Eso es lo que deben hacer nuestras autoridades antes que nada, evitar que un menor no pueda convivir con los padres (sólo en casos extremos que impidan esa convivencia), en lugar de hacerlos esperar mucho tiempo que permite a los padres alienadores, ponerlos en contra del otro.

Nuestros niños se merecen autoridades justas, honestas, incorruptibles, íntegras, que como padres que son y creemos aman a sus hijos, impidan que sufran toda clase de abusos psicológicos y emocionales. Ellos son nuestros tesoros y hay que cuidarlos y protegerlos. Como también evitar que los padres sufran por años la ausencia de sus hijos, causándoles graves daños psicológicos, emocionales y económicos.

En pocas palabras: “¡No queremos autoridades corruptas e indiferentes!

Siguiente noticia

Saborín, boli o bolivita, de Yucatán para el calor