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PROGRESO, Yucatán, 5 de mayo.- El Pbro. Alejandro Rubio Romero, párroco de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa y San Telmo, dio a conocer en este tercer Domingo de Resurrección la primera lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles.

“En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo: ‘¿no habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése?’ En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre”.

Pedro y los apóstoles replicaron: “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, el Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero”.

La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.

Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron, los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.

Pero Juan dijo que en la visión escuchó la voz de muchos ángeles, eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente: “digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza”.

Todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar, todo lo que hay en ellos, que decían, al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.

Los cuatro vivientes respondían, Amén, los ancianos se postraron rindiendo homenaje.

Jesús se apareció otra vez a los discípulos, junto al lago de Tiberíades, de esta manera estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado “el Mellizo”, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice: “me voy a pescar”; ellos contestaron: “vamos también nosotros contigo”, salieron y se embarcaron, aquella noche no cogieron nada.

Estaba ya amaneciendo cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús, quien les dice ¿tenéis pescado?, la respuesta fue no, a lo que Jesús les respondió echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla por la multitud de peces, aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro, ¿Es el Señor?

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua, los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan, Jesús les dice: “Traed de los peces que acabáis de capturar”; Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor, Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos; después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. El le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”, Jesús le dice: “Apacienta mis corderos”.

(Julio Jiménez Mendoza)

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