Ariel Avilés Marín
Las geniales terquedad y perseverancia de Jorge Gutiérrez siempre rinden muy buenos frutos, su férrea voluntad se proyecta y se multiplica cuando de llevar a cabo un plan para un evento cultural se trata. Y ahora no ha sido la excepción, la amable convocatoria de Jorge reunió a seis voces calificadas de la cultura local, a un trío de tradicional trova yucateca y una grabación destacada para hacer una amena noche de remembranzas, y todas ellas giraron sobre un emblemático y llorado edificio de nuestra ciudad: El Circo Teatro Yucateco. Y dentro de estas remembranzas un punto se destacó por sobre todos los demás recuerdos y evocaciones: La interpretación de La Mestiza, hermosa y tradicional Habanera de Cirilo Baqueiro, “Chan Cil”, y la duda de ¿a quién se atribuye la primera interpretación de esta pieza en el coliseo? Si a Amadita Morales o a Nery Bell.
La magia que todavía conlleva el nombre del Circo Teatro tiene profundo poder de convocatoria, así que Le Cirque Galería se vio pletórica de público que llenó totalmente todos los espacios posibles, ¡hasta hubo gente de pie y en los más ocurrentes lugares!, así que con justicia diremos: ¡Lleno hasta la gayola! Pero además, el evento tuvo dos mesas de reflexión con ponentes de lujo. En la primera mesa compartieron la escena tres verdaderas autoridades en el conocimiento de la historia y las tradiciones locales, los Mtros. Jorge H. Alvarez Rendón, Fernando Muñoz Castillo y Enrique Martín Briceño. Papeleta de Postín, se diría en términos taurinos. La segunda mesa también fue de lujo, pues compartieron la escena una tercia de ases de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY. Ellos fueron, la Dra. Teresa Ramayo, el Mtro. Roger Domínguez y el Antr. Soc. Ricardo Pat. Para seguir en términos taurinos, un verdadero mano a mano de mesas. Términos taurinos muy justificados, si tomamos en cuenta que la Fiesta de Toros fue parte esencial en la vida del Circo Teatro.
Jorge Gutiérrez fue el encargado de hacer la introducción y las presentaciones de los participantes, y como es su costumbre, puso en ello gracia y el comentario preciso para cada personaje. Abre la jornada, la amenidad fluida de Jorge Alvarez, con esas sus magistrales descripciones que nos hicieron imaginar con toda certeza al niño feliz, corriendo ligero por las gradas de madera de caoba de la galería, resonando con fuerza por la repercusión en el hierro que las sostenía. Con gran placer, Jorge rememoró sus vivencias de mil y un eventos: Festivales de clausura de las más diversas escuelas, las espectaculares presentaciones de circos mexicanos y extranjeros, caravanas de artistas variadas e inolvidables. Con los ojos de la imaginación pudimos ver a las alumnas del Colegio Consuelo Zavala escenificar Luisa Fernanda; o el histórico combate entre un bravo toro y un fiero león. Con su amenidad proverbial, nos pone al tanto de la historia de un circo que, por no pagar el impuesto municipal, tiene que dejar en prenda a su león, y como éste no hiciera buenas migas con el del Centenario, fue destinado al románico combate.
En su turno, Fernando Muñoz nos pone al corriente de los más diversos usos que coexistieron en el ámbito del Circo Teatro, desde el natural uso como teatro, pasando por las compañías de zarzuelas. En los periódicos de circulación diaria de la época, que eran mucho menos voluminosos que los de hoy, la cuarta plana estaba dedicada a publicaciones de carácter comercial; ahí Fernando descubre los anuncios de las revistas musicales de la época, donde se consigna las primeras presentaciones de Esperanza Iris, que tenía apenas doce años, en el coliseo santiaguero, y su conquista del público local, al cantar caracterizada, La Mestiza de Chan Cil. Así mismo, cómo se consigna que esta pieza fue estrenada ahí, por la cubana Amadita Morales. Hace referencia también Fernando, de las compañías de zarzuelas yucatecas, el llamado Guasón Yucateco, datos consignados en la Historia del Teatro Peón Contreras de Don Gonzalo Cámara Zavala, o en la Revista de Mérida.
De paso, en sus comentarios, Fernando lamenta como una pérdida, el cambio de giro de la Biblioteca “Carlos R. Menéndez” del Parque de las Américas, a ser un centro cultural. “Todo el acervo periodístico ha sido retirado de ahí, ha sido llevado a las instalaciones de Megamedia; lamentablemente, a los periódicos nunca se les dio el mantenimiento debido, están tan dañados que, para encontrar algo, hay que armarlo como un rompecabezas”. Fernando se cuestiona: “¿Realmente, habrá existido Amadita Morales?” Reafirma que es posible que quien primero cantara La Mestiza fuera Nely Bell, la hija del inolvidable payaso Ricardo Bell. “El circo era el gran espectáculo de entonces. Existe un poema yucateco sobre el circo, en él se habla de cómo se va el bullicio, cómo se queda solo el silencio”. Consigna: “El circo, traía animales que nunca habíamos visto en la realidad, camellos, elefantes, tigres de Bengala; también venían personajes de todo el mundo, de lugares a donde nunca íbamos a ir. Ante nosotros, pasaba un árabe sobre un camello, una bella mujer cubierta de lentejuelas sobre un elefante. La imaginación volaba. ¡Los payasos… me daban miedo!” Para concluir, Fernando externa su preocupación por la falta de interés por nuestra historia: “¡Es tan importante! Es la labor de reconstrucción de un horizonte amplio, sobre las artes”, termina.
En su turno, Enrique Martín nos aclara que, por su edad, no conoció materialmente el Circo Teatro, sólo lo consignado en diferentes fuentes, precisa que el lugar tuvo una historia de sesenta y un años, de los cuales los primeros se ubican aún en el porfiriato. Explica que el Circo Teatro, como el Peón Conteras, es producto de la bonanza económica que vivía Yucatán al iniciar el S. XX. “Su construcción significó un aforo sin precedentes, cuatro mil personas. Para entender lo que esto significa, diremos que, dada la población actual, sería el equivalente a un recinto para ochenta mil personas. Hay que ubicar que, entonces, cine y fonógrafo no se conocían aún, así que, circo, zarzuelas y toros llenaban la actividad del público de entonces”. En 1900 y 1901, se consigna la presentación del Circo Orrin’s y, con él, la llegada del gran payaso mexicano Ricardo Bell; el circo traía su orquesta completa, y ésta acompañó a Nely Bell, su hija, la interpretación de La Mestiza de Chan Cil. Sin embargo, autores como Don Francisco D’Montejo Baqueiro, Claudio Mex (Eduardo Urzaiz) y Gonzalo Cámara, se refieren a Amadita Morales como La Yucateca, y le atribuyen la primera interpretación de la pieza. “La partitura, la publica en 1895 Arturo Cosgaya y formaba parte de la Revista Musical “Mérida al Vuelo” y al iniciar el S. XX, era muy popular”. Enrique da cuenta de un gran homenaje a la memoria del recién fallecido Dr. José Peón Contreras, el 22 de abril de 1907, organizado por varias asociaciones y que reunió a más de tres mil personas en el Circo Teatro, y en esta ocasión la gran Paula Joudart interpretó la Tocata y Fuga en Re menor, de Juan Sebastián Bach, al piano.
Enrique nos pone al tanto de una sonada puesta de zarzuela, en 1907, “Rebelión”, por la compañía de Esperanza Iris, con libreto de Lorenzo Rosado y música de Arturo Cosgaya Ceballos; la obra hizo ruborizar a las damas, por lo que el ayuntamiento la sacó de cartelera; el público se molesta al encontrar en el recinto “La Mariposa Negra” de los hermanos Alvarez Quintero en vez de “Rebelión”. “El ayuntamiento, encabezado por Augusto L. Peón, la prohíbe pues mostraba el maltrato en la vida de las haciendas henequeneras. Aquello fue una grave falta de cultura, pues ni en la época de las monarquías absolutas se había dado este tipo de censura, pero nadie dijo nada”. Para concluir, Enrique nos relata de las multas impuestas a algunos espectáculos presentados en el Circo Teatro, como el caso de un baile del bailarín Dimas Carabias, por considerar inapropiados sus movimientos, la multa fue de cien pesos y fue aprobada por el cabildo. “La autoridad de entonces se ruborizaría por lo que se ve hoy”, concluyó.
En seguida se presenta el Trío Frenesí, que nos ofreció números muy gustados, como Peregrina, Contigo Aprendí, Sin tu Amor, Para Volver y Por Ti.
Abre la segunda mesa, la exposición de Ricardo Pat, quien inicia evocando el trabajo de Adonay Cetina sobre los barrios de Mérida, y luego sobre la creación en el S. XIX, de nuevos espacios de esparcimiento en la ciudad, un gimnasio en San Pedro, en 1872; lugares de recreo en Itzimná, en Chuminópolis, la construcción de la Avenida de la Reforma, y finalmente, el Circo Teatro. En 1865 había un gran desarrollo de los circos; luego viene el inicio del cine en 1902, y en el Circo Teatro se lleva a cabo algunas de las primeras proyecciones. Nos señala que en 1900 se constituye la Sociedad Mercantil Circo Teatro y que sus primeros eventos contaron hasta con tres mil quinientos espectadores. Sus actividades son variadas, e incluyen proyecciones de cine, zarzuelas, circos, torneos de gallos, actos políticos y eventos de clausura de las más variadas escuelas del estado. En seguida, el Mtro. Roger Domínguez, quien nos expone lo necesario de recrear la sociedad yucateca de la época, para entender la erección del Circo Teatro en Santiago. Nos aclara: “No soy yucateco, llego aquí en 1970, y soy vecino del Sur de la ciudad, de la esquina ‘La Sorpresa del Sur’ (calle 95 X 64-B muy cerca de Xkalachén). Un tío me da referencia del Circo Teatro. Yo concurro a, y conozco, lugares de gran arrastre popular, como la Arena Baratilleros, que como arena de box, me da alguna idea de lo que fue el Circo Teatro. Ahí, al calor de la lucha libre, el grito: ‘¡Quiero ver sangre!’; esos momentos ya se habían vivido en el Circo Teatro”. Pasa en seguida a referirse al tema de las prohibiciones, con el objeto de regular las conductas en los espacios recreativos. “Esto existe desde 1790, la autoridad municipal emite edictos y reglamentos sobre espacios públicos, pues, por ejemplo, el teatro ha de responder por el comportamiento en el seno de estos espacios”. Se consigna, a mediados del S. XIX, la emisión de dos importantes reglamentos; el de bicicletas, invento reciente; y el de teatros, que desde luego prohibía fumar, pues los edificios teatrales eran de madera.
Concretamente sobre el Circo Teatro, Domínguez nos relaciona entre sus más importantes actividades los festivales de las escuelas públicas y particulares y la Fiesta de Toros, de esta última, su esencia es una parte fundamental en la historia del inmueble. Su conclusión nos lleva a buscar la convivencia con quienes aún nos pueden transmitir sus vivencias, los ancianos que vivieron las actividades del lugar. “Esas vivencias, son lo que se quiere recoger y dejar en la memoria”, concluyó.
Cierra la segunda mesa la Dra. Teresa Ramayo. Tere nos señala: “Mis hermanos y yo nacimos en una casona de la calle 61 con 66, ahí estuvo la maternidad del Dr. Fernando Narváez Aguilar”, de inmediato nos refiere a sus investigaciones sobre la antigua zona de tolerancia de la ciudad, conocida como El Cinco de Mayo, que estaba a unos pasos del Circo Teatro. “También muy cerca, estaba un antiguo colegio para niñas, el de las hermanas Fuster. Eran muy populares dos expresiones: ¡Vamos a la zona! y ¡Corrida en el Circo Teatro! Ahí tuve la oportunidad de ver a la gran torera Conchita Cintrón. En la actualidad, el rumbo está habitado por una gran cantidad de extranjeros que han rescatado las viejas casonas”, en seguida nos refiere un cuento sobre un gringo que ha comprado una casona, antigua, con patio interior, y en ella funcionó en el pasado un famoso burdel. El hombre entra en contacto con la gente del teatro comunitario de Xocén; va siguiendo los pasos de Silvanus G. Morley, se mueve en bicicleta y, poco a poco, va formando un selecto grupo de amistades que son artistas, pintores, músicos, antropólogos y se van aficionando a visitar el Cementerio General, donde se quedan admirados de sus bellísimos monumentos de mármol de Carrara. Alguien expresa: “En Yucatán nunca mueres”, refiriéndose a la costumbre del Hanal Pixán, por lo que el gringo decide organizar uno en su casa. Los antropólogos arman el altar, todos llevan algo, tequila, whisky; se arma un verdadero fiestón con todos los excesos. Cuando el gringo despierta, su casa está impecable. “Seguramente Randy y Masha limpiaron”, piensa; suena el teléfono y es Masha que le dice: “Queremos ir a tu casa a limpiar, debe estar hecha un desastre”. Sin dar mayor importancia, sale y va al Six por cerveza, y luego se va al Dzalbay. Muy pronto, se va topando con los fantasmas que han cobrado vida con el Hanal Pixán.
Splash, splash, splash, suena en el patio, como si alguien estuviera lavando mucha ropa; en el patio encuentra la batea sobre dos horcones que no había visto antes; revisa toda la casa, los cuartos, la azotea, una búsqueda exhaustiva, no encuentra nada. Sin dar mayor importancia se traslada a un bufete, a la Colonia Montecristo, la gente asiste con hipiles, con joyas tradicionales. “Estos yucatecos son muy melosos, y toman cerveza a punto de congelamiento”, piensa. La comida es abundante, yucateca y libanesa. En la reunión se va enterando de que su casa está en el rumbo de El Cinco de Mayo, que la calle 70 era el asiento de la zona de tolerancia, que sobre la 55, estaba el Hotel Cinco de Mayo, que dio nombre al rumbo, y que estaba a unos pasos del Circo Teatro. “Cinco de Mayo, entonces, ¿es decir prostitución?, ¿mi casa fue un hotel?” –le responden– “¡No, fue un prostíbulo!” Regresa a su casa y se le van apareciendo los fantasmas que le van poniendo al corriente de toda la historia. Al principio, aparecen en sueños, pronto lo van haciendo ya sin sueños. Consulta y le dicen: ¿Cuál es su problema? –Oigo voces– Los esquizofrénicos oyen voces. Medita: “Hay locuras que vale la pena vivir”. Muy pronto, dos mujeres aparecidas se hacen una presencia cotidiana; sale a deambular por el centro, regresa y comparte con ellas, hasta el lecho. Tiene sueños eróticos con la Madame del antiguo burdel. Juegan a la gallina ciega, él es la gallina. Un día se entera de que ahí mataron a la Madame por el oro que guardaba. Animado por las narraciones de las mujeres, el gringo decide escribir sobre la época de Carrillo Puerto, y el terrible desenlace al tomar los delahuertistas la ciudad. Termina el libro y lo manda a Nueva York. ¡Un gran éxito! Entusiasmado, decide comprar casas para las mujeres que compartían su vida. La historia termina con la organización de nuevos Hanal Pixán, grandes fiestas en la vieja casona, y al llegar Masha y Randy, la casa siempre estaba limpia. Fuerte y cerrada ovación del público agradeció las amenas y ricas exposiciones de los ponentes.
Para finalizar el evento se escuchó la grabación de La Mestiza, de Chan Cil, en la voz de la soprano cubana Nancy Mas. Versión en la que la letra original está alterada, por lo que hubiéramos preferido escuchar alguna de las otras, tan buenas, como la de Alicia Cascante con la Típica Yukalpetén.
Salimos de Le Cirque Galería, con el buen sabor que dejan las pláticas amenas e ilustrativas.