Por Ariel Avilés Marín
El arte del ballet clásico, en todas sus manifestaciones, es un espectáculo estético, visual y delicado. Desde el año de 1972, un grupo de ejecutantes de danza clásica idearon la creación de un grupo de ballet clásico con una visión nueva, irónica, parodial y muy divertida. Así surge Trockadero Gloxinia Ballet Company, un totalmente inusual grupo de danza clásica, integrado únicamente por bailarines varones. El grupo fue encabezado por Larry Lee, Richard Goldberg, Rohr Wilson, Roy Blakey, Peter Anastos, Natch Taylos y Anthony Bassae. Surge así en el mundo el primer ballet travesti de que se tenga noticia. Este grupo de bailarines retomó la antigua tradición del Teatro Isabelino, de fines del S. XVI y principios del XVII, en el que todos los papeles de las obras era ejecutados por actores varones; en esta corriente se incluyen las compañías “El Globo”, de William Shakespeare, y la del “Teatro Real” de Lord Chamberlain. En 1974 este grupo se transforma definitivamente en Les Ballets Trockadero de Monte Carlo; y fueron sus fundadores Peter Anastos, Natch Taylor y Anthony Bassae, todos ellos provenientes del antiguo grupo.
El Ballet de Trockadero, se va abriendo paso por los escenarios del mundo, y muy pronto va tomando fama universal. Sus versiones de las más gustadas y aclamadas obras del repertorio del ballet clásico son humorísticas y graciosas versiones de las obras; se ejecutan con todas las de la ley, en lo que a técnica y ejecución de los pasos se refiere, pero a esto, van agregando todo tipo de ocurrencias que desatan la hilaridad en los espectadores. Este factor agregado, del simulado tropiezo, la pérdida de equilibrio, o un paso ejecutado de manera chusca, lejos de hacer ligeras sus interpretaciones, añaden una fuerte dosis de dificultad a sus rutinas y ejecuciones.
Este grupo, de fama mundial, se presentó en nuestra ciudad en el Auditorio de la Isla el domingo 2 del presente, a las 18:00 horas, y mostró un fuerte poder de convocatoria, pues el amplio foro se ocupó en su mayor parte. No habíamos tenido la oportunidad de asistir a este recinto, y nos sorprendió gratamente. Tiene capacidad para recibir a varios miles de personas, me atrevo a afirmar que es la sala para espectáculos más amplia de la ciudad. No es propiamente un teatro, pues carece de varios elementos esenciales de estas salas. Carece de telón de boca, por lo que, todo cambio de la escenografía se hace a la vista del respetable. No tiene telar, por lo que los telones son amarrados a las varillas a ras del suelo y luego elevados. Pero cuenta con un excelente sistema de luces, seguidor incluido y, en general, todas las carencias con relación a una sala de teatro se le pueden incorporar y pasar a ser un gran teatro, que tanta falta le hace a esta ciudad.
En la parte administrativa y logística hay que hacer algunos señalamientos que consideramos indispensables y que ojalá lleguen a las personas a quienes deban llegar, para que sean corregidos de inmediato, pues son delicados. No es lo mismo presentar a un artista de moda, cantante, cómico o show man, que presentar a una compañía de ballet; para tal fin es indispensable que el espectador cuente con el programa de mano, no basta conque un gracioso narrador informe de pasada sobre lo que ha de acontecer en el escenario, para poder hacer una crónica con todas las de ley se necesita contar con la información de un programa de mano. Como en este caso que reseñaremos lo acontecido, pero no podremos dar los créditos correspondientes a los ejecutantes. Los números del programa los podemos mencionar, porque los conocemos de antemano, porque se trata de números muy conocidos del repertorio de ballet, pero la información del programa de mano es indispensable en una función como ésta.
Nos pareció sumamente grave que, no sabemos quién, por la forma en que el público eligió sus localidades en un plano, en la taquilla, al quedar el lunetario ocupado parcialmente en diversas zonas, tomó la arbitraria decisión de no respetar la ubicación de las localidades a las que correspondían los boletos y, al llegar la gente, decir: “Es que hubo un reacomodo”. ¡No señores, no pueden cambiar de un lugar numerado a un espectador de forma arbitraria! ¡Muy mal precedente! Además, los edecanes no se pueden dar el lujo de dejar con la palabra a quienes reclamaban. La gente que asiste al ballet tiene bien definida su preferencia de sitio o punto de expectación, por disfrutar de la coreografía, por ver de cerca las evoluciones. No es posible que una señora, justamente enojada, pues había ubicado su lugar en cierta fila y al centro de la misma, la encuentre ocupada, y el edecán le diga: “Entienda usted, es que hubo un reacomodo”, y acto seguido, dejar a la señora con la palabra en la boca con cara de enojo y de: “Esta no entiende que hubo un reacomodo”. ¡No señores, esta fue una falta de respeto, y grave! ¡No se debe repetir!
Pero dejemos estas peripecias y pasemos a la parte artística del evento, que esa fue muy buena y de calidad superior. La parodia y la ironía fueron las reinas del programa, éste estuvo compuesto por tres actos. El primero fue cubierto por una graciosa e irónica versión de El Lago de los Cisnes. Con la coreografía de Lev Ivanov y, desde luego, la inmortal música de Piotr Ilich Tchaikovsky. Abre la escena un gracioso, liviano y ágil brujo que, con frivolidad manifiesta y graciosa, maneja a su parvada de cisnes blancos; los “saltitos” del brujo mueven a risa al respetable, pero agregan dificultad a la ejecución del danzante. Al paraje llega un paje, ballesta en mano, quiere cazar a los cisnes; su impericia en el manejo del arma causa nuevas risas del respetable; sale a escena el príncipe Sigfrido y con una amanerada y graciosa autoridad le pide la ballesta, que el paje entrega con gracia; Sigfrido se desplaza por la escena con unos pasos en los que nos muestra gran cuidado de sus puntas y extensiones. Sale a escena Odette, y se aborda el conocido Pas de Deux, que en este caso es una cómica parodia, lo cual no exenta de precisas y muy bien ejecutadas evoluciones. El brujo reaparece y se lleva a Odette. La parvada de cisnes ejecuta hermosa coreografía a la que se añaden detalles cómicos; el último cisne de la fila, es el torpe y siempre se equivoca. El paje retoma su intención de cazar cisnes, pero éstos se percatan, se defienden, y tunden al paje, hasta en el suelo. Se desentienden del paje y ejecutan magistralmente el bailable de los cisnes grandes, tan gustado de esta obra. Odette regresa a escena y se dispone a ejecutar nuevo Pas de Deux con Sigfrido, pero el paje se mete y se convierte aquello en un simpático Pas de Troix, con pasos de gran dificultad, los demás cisnes se unen y hay una gran escena grupal.
El brujo vuelve a aparecer y exige a Odette que se vaya con él, salen, pero Odette regresa aunque debe volver con el brujo y, cómo ha girado mucho, sale con pasos tambaleantes, está mareada. En seguida, se ejecuta la tan gustada danza de los pequeños cisnes, muy bien ejecutada, a la cual se agrega graciosos pasos de Can Can y otras acrobacias que provocan un gracioso final accidentado. Sigfrido cruza el escenario con unos pasos que hacen gala de excelentes puntas y desplantes soberbios. Sale Odette y nos obsequia con un hermoso solo con destellos cómicos, se unen a ella príncipe y paje y luego los cisnes grandes para nueva y lucida gran escena grupal. Sale el brujo y se lleva a los blancos cisnes y también a Odette. Sigfrido lucha por ella con el brujo, pero éste usa la fuerza de su magia y se la lleva, teniendo así lugar el trágico final de la triste historia. Tremenda ovación del respetable premia la actuación de Les Ballets Trockadero.
Después de breve intermedio, se da inicio al segundo acto, el cual está compuesto por tres números. En primer término una ágil, alegre y graciosa Tarantela Napolitana, la cual es ejecutada en forma magistral por un par de danzantes. El, es el mismo que encarnó al paje en el Lago de los Cisnes, y ella, graciosa y precisa, le lleva la danza con precisión. La danza de entraña italiana es adornada con panderetas por ambos ejecutantes que lucen gracia y elasticidad en su interpretación. En seguida viene un número de los que reciben el calificativo de neoclásico. La música es el Concierto para dos violines en Re mayor, BWM 1043. El grupo de ejecutantes viste de negro y desarrollan ágil y graciosa coreografía en el primer movimiento, Vivace; durante el desarrollo del mismo, se realiza un gracioso pasaje en el que las danzantes van pasando bajo el arco formado por las dos primeras de la fila, en forma tan complicada que, tremina siendo un verdadero enredo. El segundo movimiento, Largo, ma non troppo, es ejecutado por dos solistas que nos deleitan con evoluciones de gran delicadeza y agilidad no exentas de detalles graciosos; la escena es sobria y elegante, y el juego de luz y sombra le da un realce especial. El tercer movimiento, Allegro finale, es ágil, rápido y con pasos cómicos, pero muy difíciles; está plagado de desplazamientos en puntas de ejecución soberbia y tropiezos “casuales” que hacen aún más difícil la ejecución, para llevarnos al final de la obra. De pronto, en la cámara obscura, brilla un círculo de luz de un seguidor, el brillante haz se desplaza por el escenario, como buscando una figura, pero no aparece nadie, de pronto, suena la música de El Cisne, de El Carnaval de los Animales, de Camille Saint.Saëns, y aparece una graciosa danzarina de blanco tutú del que van cayendo, a medida que avanza, abundantes plumas; el ejecutante de este soberbio número es sin duda un primer bailarín de la compañía, cuya maestría y destreza se deja sentir a lo largo de todo este delicadísimo número de la danza clásica. Agil, expresivo, tremendamente gracioso, va dejando sentir la cercanía de la muerte del ave y para ello en sus evoluciones va tomando poses grotescas que señalan el dolor del fin. Hasta en el delicado y suave final, un último movimiento de los dedos, arranca las risas del multicéfalo. Tremenda ovación de pie corona la actuación y nos marca el final del segundo acto.
El tercer acto está compuesto por escenas selectas del gustado ballet Raymonda, específicamente, del divertimendo del Acto III, las fiestas de la boda. La coreografía original es de Marius Petipa y la música de Alexander Glazunov. La escena se inicia con una graciosa dama que porta un pastel de boda. De inmediato, se aborda el gustado Pas de Deux que ejecutan Raymonda y su prometido, el príncipe Jean de Brienne, el pasaje está plagado de figuras plásticas y elásticas de increíble ejecución, a las cuales se les va poniendo detalles chuscos. En seguida vienen cuatro pasajes de respectivos solistas que hacen gala de sus evoluciones y destrezas, entre las que destacan rápidas y ágiles piruettes en puntas. El cuarto solo, con música de piano solo, es de una delicadeza soberbia. La escena en la que la novia ha de arrojar el ramo, es tremendamente graciosa y las damas que no lo han podido recibir salen de la escena arrastrando los pies con gran frustración. Un solo de Raymonda pone de relieve sus cualidades y dominio de la técnica dancística y en seguida se desata una alegre variedad de danzas que constituyen en sí las fiestas de la boda y el gran final de la obra. Tremenda ovación de pie, gritos de bravo, obligan al elenco a obsequiar al respetable con un ancore, que es nada menos que El Jarabe Tapatío, de profunda entraña nacional mexicana. Se agradece profundamente el gesto de la compañía de danza europea.