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Yucatán

Todo México es religioso y mariano, pero Yucatán, lo digo sinceramente, está por encima de esta fortaleza en religiosidad y en amor a la Santísima Virgen María, aseveró ayer el Arzobispo Gustavo Rodríguez Vega durante la celebración de la Misa de Acción de Gracias por el trigésimo noveno aniversario de su ordenación sacerdotal y décimo octavo de su ordenación episcopal en la iglesia de San Francisco de Asís, de la calle 60 Sur, donde estuvo acompañado por muchos sacerdotes y numerosos fieles de esa comunidad.

Allá relató aspectos poco conocidos de su vida pero interesantes, porque revelan de dónde viene la fuerza de su carácter pastoral, y también habló de cómo la gente de Yucatán ha ido ganándole el corazón.

Este es el texto de su mensaje:

–Agradecemos al padre Gonzalo (Kú Barrera), de la comunidad de San Francisco, recibirnos para esta celebración de acción de gracias por mis aniversarios episcopal y sacerdotal. Tengo muy presente que esta fue la primera parroquia que visité recién llegado a Yucatán. Yo pedí que en cuanto llegara me permitieran visitar un hospital, y pude ir al Hospital O’Horán. Que me permitieran visitar un reclusorio, y pude ir inmediatamente al reclusorio. Y una comunidad de periferia, y me trajeron aquí a la parroquia de San Francisco. Ahora aquí vengo a celebrar, acompañado por todos estos hermanos sacerdotes y monseñor Pedro (Mena Díaz, Obispo Auxiliar) y Candelario (Jiménez Jiménez, Vicario General), a quienes agradezco el esfuerzo, porque yo sé que muchos que no vinieron están celebrando fiestas de la Asunción, y que todos de alguna manera tienen esos compromisos de la fiesta de la Asunción.

Fuimos tres

Cuando yo me ordené sacerdote, mañana van a ser 39 años, me pude ordenar el día 15. En Monterrey eso pudo ser posible porque, aunque Monterrey sea un pueblo religioso y mariano, ni para cuándo comparado con Yucatán. Todo México es religioso y mariano, pero Yucatán, lo digo sinceramente, está por encima de esta fortaleza en religiosidad y en amor a la Santísima Virgen María.

Así que nos pudimos ordenar sacerdotes. Eramos tres compañeros, uno que venía desde el principio conmigo y en todos los pasos en el ministerio, que ya goza de Dios en el cielo. Y otro que está en Monterrey y que espera que el próximo año nos reunamos para celebrar 40 años de ministerio.

Servicio al Seminario

Han sido estos 39 años sobre todo de servicio al Seminario como sacerdote. De ellos, 13 años en 2 períodos como sacerdote, prefecto del Seminario Menor, prefecto en el curso introductorio, prefecto en el primero de teología y, después, en mi segunda etapa como director espiritual de teólogos, eran 90 teólogos. No sé como lo hice porque, además, seguí con los cargos que tenía afuera en la catequesis y en la Escuela Bíblica, y la Escuela de Teología del Seminario. Pero los 5 años que estuve fuera, en una rectoría, en una parroquia, con otras encomiendas diocesanas y al mismo tiempo dar clases en el Seminario.

Siempre fui muy ligado al Seminario y, como obispo, he querido también ser muy cercano al Seminario. No sé si los formadores y los seminaristas experimenten esta intención, que yo quisiera que fuera más clara, más palpable, y que espontáneamente en cualquier momento se pudiera hacerme presente. Pero lamentablemente si no es programado es difícil que podamos tener esos encuentros. Así ha sido el ministerio sacerdotal, 21 años, antes de la ordenación episcopal que fue en el 2001 y estos 18 años de vida episcopal, como que ya llegué a la madurez.

Bueno, pues primero fueron 7 años en mi propia diócesis como auxiliar con dos grandes maestros. Primero quien me ordenó obispo, el Cardenal Suárez Rivera, que de Dios goce; y después con el Cardenal Francisco Robles, que ahora está como Arzobispo en Guadalajara.

Dos grandes maestros a quienes debo mucho en la experiencia episcopal. Qué difícil sería, y es, para muchos obispos que se ordenan e inmediatamente enfrentan el reto de atender una diócesis.

Trabajando por la paz

Siete años allá, otros 7 años en Nuevo Laredo, trabajando por la paz, animando a todo el pueblo que sufría por las desapariciones, los secuestros, los asesinatos, las luchas entre las bandas, tanta criminalidad, aparecían cuerpos colgados como los que se han visto recientemente en una noticia, pero allá era un poquito más frecuente y no se publicaba nada, descuartizados, etcétera, etcétera. Fue un momento terrible, así es que mi ministerio fue totalmente marcado por el tema de la paz. Nunca dejábamos la oración de la paz y, al mismo tiempo, pude llevar a cabo el trabajo dentro de la Pastoral Social para tener un documento sobre la paz que permita una vida digna.

Apenas ordenado obispo, dentro de la Conferencia Episcopal, me llamaron a colaborar dentro de la Pastoral Social Nacional y Cáritas, cuyo presidente era el Cardenal Sergio Obeso, que apenas el día de ayer fue sepultado. Quisiera pedir en esta misa por él. Otro gran maestro, especialmente en el tema de la Pastoral Social.

Me mandan a este paraíso

Después de aquellos 7 años que sufrí junto con el pueblo de Nuevo Laredo, en el Norte de Tamaulipas, me mandan a este paraíso, un verdadero paraíso. Toda la gente que me conoce está muy contenta de que yo haya venido para acá, porque saben que éste es un lugar bellísimo a donde muchos quieren venir por lo menos de vacaciones, a donde quieren venir al Congreso Eucarístico por devoción al Santísimo Sacramento, y algo más. Y muchos se están cambiando, muchos están dejando sus casas para venir acá a buscar seguridad y a buscar también la calidez de un clima que es también clima de los corazones. Retos que se van presentando para nuestra ciudad, al recibir a tantos y tantos hermanos y hermanas que llegan hasta esta ciudad, y le pedimos a Dios que podamos de veras conservarnos en paz y que podamos mantener el equilibrio en las necesidades de la población y las necesidades de la naturaleza, que tienen que desaparecer poco a poco para dar paso a las casas que se construyen. En estos 4 años hemos caminado con nuestro presbiterio y especialmente con todos los laicos comprometidos en la actualización de nuestro Plan Diocesano de Pastoral, y luego esto ha servido para reactivar el mismo plan y la puesta en marcha de manera práctica en las diferentes parroquias.

En los pueblos más alejados

Este año, junto con monseñor Pedro, he tenido el gozo de iniciar la visita pastoral. Monseñor Pedro me ha ayudado aquí en la ciudad, en la zona pastoral número 1, y yo fui al interior del Estado y acabo de terminar la visita a la zona pastoral número 9 que tiene los pueblos más alejados.

Yo ya sabía que mis sacerdotes tienen muchísimo trabajo. Yo ya sabía que la población está muy diseminada por todo el Estado en pequeñas poblaciones, pero no es lo mismo saberlo que vivirlo, y entrar en contacto hasta las últimas comunidades del Cono Sur, y palpar que en todas partes hay gente que cree, que ama a nuestra Iglesia, que ama al obispo, aunque apenas lo conocieran de nombre, que nos reciben con los brazos abiertos y que se sostienen en gran parte por la primera evangelización, y también por la pastoral de la piedad popular.

Ante todo por esto, pero hasta el último rincón de la arquidiócesis, llegan todos los subsidios de la pastoral gracias a los buenos oficios de párrocos que se interesan por llevar adelante el Plan diocesano de pastoral. Y me congratulo, me alegro de ver cómo le sirve a toda la gente, hasta las más pequeñas comunidades, todos los recursos que se elaboran desde la vicaría de la pastoral.

Valoro a mis sacerdotes

Bueno, pues apenas terminado esto me ha sensibilizado más para valorar a mis sacerdotes, quererlos más por toda su entrega, preocuparme más por todos ellos. Y les vuelvo a decir, como les dije al principio: que es necesario entregarse generosamente a nuestro pueblo, pero siempre reservando un espacio para el cuidado personal de la salud física, de la salud espiritual, de la salud psicológica. Es importante cuidarnos a nosotros mismos para entregarnos de una manera más efectiva, más provechosa para nuestro pueblo. Yo en esto agradezco muy especialmente a monseñor Pedro y al padre Cande que me ayudan para estar al pendiente de nuestros sacerdotes, que debe ser el primer objetivo de nuestro cuidado. Sí, también me contacto con los fieles, sí, escuchar, tratar de escuchar a los fieles sobre todo como lo venimos haciendo en la visita pastoral, pero estar atentos también a nuestros sacerdotes.

Jesús dice: Yo conozco mis ovejas y ellas también me conocen. ¿Cómo decir lo mismo que Jesús? Puedo decir que yo trato de conocer a mis ovejas. Yo empecé a conocer un poquito más de cerca a mis ovejas en una zona pastoral. Sólo Jesús conoce a todos, a todos y cada uno de los bautizados, y conoce también en profundidad a todos y cada uno de los sacerdotes mejor de lo que ellos mismos se conocen, y así como somos nos ama. Quiere trabajar por nuestra salvación. Nosotros decimos que trabajamos en nuestra persona, en nuestra propia superación, pero es el Señor el que quiere cuidarnos, es el Señor el que nos ofrece las oportunidades, el que pone a nuestro alcance todos los medios necesarios para la salud del cuerpo y del alma.

Mira de santificación

Les pido, pues, que me ayuden a pedirle perdón al Señor por las negligencias y los errores que hubiera cometido en la conducción de nuestra Iglesia en el ministerio episcopal, y que me ayude a tener en la mira lo que es la santificación, que yo quiera santificarme santificando. Esa debe ser la meta de todo sacerdote: santificar santificándonos a nosotros mismos. Que yo conserve el miedo y el consuelo que experimentaba San Agustín: Miedo por lo que soy para ustedes, consuelo por lo que soy con ustedes. Para ustedes soy obispo, lo cual significa un riesgo, un peligro. Con ustedes soy cristiano, lo cual significa una salvación. Es importante que yo conserve esta conciencia y todos los sacerdotes también, que la conservemos, porque no hay cosa más grande para nosotros que la salvación que viene desde nuestro bautismo anunciado desde los profetas, como el profeta Ezequiel que escuchamos hace un momento.

Una vida para servir

Que mientras el Señor nos dé vida, toda la vida que Él quiera, sea una vida para servir. Y el Señor nos dé salud también para servir. Y si nos concede la enfermedad, también desde la enfermedad sirvamos al Señor y sirvamos a nuestro pueblo. María, Madre de Cristo Sacerdote, acompañe nuestro sacerdocio. Que así sea.

(Roberto López Méndez)

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