Pilar Faller Menéndez
A pesar de que escuchar es un proceso fundamental para una comunicación eficaz, desgraciadamente pocas con las personas que saben hacerlo verdaderamente, ya que no prestan atención a lo que su interlocutor está diciendo a pesar de simularlo, lo que provoca diferentes conflictos que pueden afectar la relación con las demás personas.
En la mayoría de los casos, no somos conscientes de la importancia que tiene saber escuchar, y la empatía que provoca y nos beneficia, cuando nos damos a la tarea de potenciar esta habilidad, pero desgraciadamente, muchas veces nos gana la necesidad que tenemos nosotros de ser escuchados, y nos volvemos egoístas inconscientemente.
Goethe decía: “Hablar es una necesidad, escuchar es un arte”. Si analizamos esta frase, nos daremos cuenta las numerosas ocasiones en que alguien ha intentado hablar con nosotros y ser escuchados, y cuando la persona no es de nuestro agrado o consideramos que su plática no va a aportarnos nada y nos está distrayendo de cosas más importantes para nosotros, muchas veces detenemos su plática en seco, argumentando que tenemos una emergencia que atender, o bien, la persona habla y nuestra atención está dispersa en otros asuntos.
Es necesario entender la gran diferencia que existe entre oír y escuchar, ya que éstas son dos actitudes distintas. Y si reflexionamos un poco acerca de nuestra vida diaria, podemos darnos cuenta de que oímos muchas cosas, pero escuchamos pocas. Al oír no se presta una atención profunda, sino simplemente se capta la sucesión de sonidos que se producen a nuestro derredor, e incluso cuando alguien nos quiere comunicar algo.
Al escuchar, existe la intención y la atención hacia algún sonido o mensaje específico, y nuestros sentidos se encuentran enfocados a lo que estamos recibiendo, es por esto que aquellas personas que tienen el don de escuchar a otros, se vuelven compañeros en el viaje de la vida, porque tener a alguien que realmente preste atención a lo que decimos, calma muchas veces esa necesidad que sentimos de hablar con alguien que sea empático a lo que estamos diciendo.
“Escuchar detenidamente a una persona te hace especial, pues casi nadie lo hace”, decía el escritor Ernest Hemingway. Es, sin duda alguna, más fácil oír que escuchar, y curiosamente ambos procesos nos llevan el mismo tiempo, pero escuchar implica de una disposición a prestar atención y un esfuerzo por comprender lo que la otra persona nos está diciendo. Es precisamente a esto lo que se le denomina escucha activa, la cual es muy necesaria e importante.
Existe un proverbio oriental que dice: “Nadie pone más en evidencia su torpeza y mala crianza, que el que empieza a hablar antes de que su interlocutor haya concluido”. Otra muestra más de lo poco que nos interesa lo que la otra persona está diciendo.
Ocurre en muchas ocasiones que cuando estamos hablando con otra persona, ambos tienen dificultades para escuchar, por lo que pasamos de escuchar a oír, ya que en nuestra mente estamos pensando lo que vamos a contestar cuando el otro acabe, en vez de prestar atención a lo que nos están diciendo en ese momento, es así cuando el diálogo se bloquea, ya que si todos quieren hablar a la vez y no se escuchan las razones de los demás, no existirá un diálogo verdadero, sino simples monólogos que no concluyen en nada.
Es por esto que, una vez más, se subraya que saber escuchar es una actitud difícil pero no imposible. Exige el dominio de uno mismo e implica atención, comprensión y esfuerzo para poder captar el mensaje del otro. Al dirigir nuestra atención a nuestro interlocutor, nos adentramos en su ámbito de interés y su marco de referencia, lo que nos permite comprender su mensaje.
El orador J. Krishnamurti, afirmaba: “Escuchar es un acto de silencio”. Porque mientras no hagamos silencio en nuestro diálogo interno, y paremos por un momento de pensar en las acciones que tenemos pendientes, nuestras preocupaciones y las mil cosas que rondan en nuestra mente para prestar atención a nuestro interlocutor, no aprenderemos a escuchar. Solamente con una actitud de escuchar atentamente, hará que podamos dar una respuesta fecunda a nuestro interlocutor, sin ésta será muy difícil decir algo que resulte válido y que la otra persona se sienta respetada y agradecida.
La escucha es una habilidad que pocos tienen, y que los hace valiosos, ya que exige una apertura, transparencia, sobre todo, ganas de comprender lo que nos quieren decir. Es mediante el justo equilibrio entre saber escuchar y saber hablar como se produce un verdadero diálogo.
Escuchar es un ejercicio enriquecedor, sobre todo solidario, en una sociedad en la que muchas personas necesitan ser escuchados. En la medida de volvernos capaces de escuchar a otros, es como abrimos la puerta para comunicarnos, es por esto que no debemos de subestimar la capacidad de escuchar, es más beneficiosa de lo que realmente pensamos.