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Conrado Roche Reyes

Mucho se habla y se discute acerca de la gente marginada y vulnerable. Estamos hablando, hoy día, en primer lugar las mujeres, los indígenas, los de orientación sexual diferente. Sí, es una lacerante realidad lo anterior. Sin embargo, de estos grupos -obviamente existen más pero sería muy prolijo enumerarlos-, siempre existen personas que luchan en defensa de sus derechos. En su gran mayoría han logrado avances bastante sustanciosos en su batalla por que se respete la Constitución. Digan lo que digan, apoyados por las muy honradas ONGs u otro tipo de asociaciones, mucho han logrado por diversos medios, incluso la violencia.

Sin embargo, existe un sector que es el más vituperado, apartado, despreciado y el más vulnerable de todos en esta cuestión tan variopinta llamada sociedad. Me estoy refiriendo a quienes padecen alguna enfermedad del sistema nervioso, los llamados enfermos mentales. Estos sí se encuentran en la total y aberrante marginación y desprecio. El estigma social es uno de los mayores problemas a que se tiene que enfrentar el enfermo mental. Incluso en las farmacias, receta en mano, el enfermo al intentar adquirir su medicación, se encuentra con alguna empleada o empleado que con cara de tah y desprecio les dice: “No vendemos de ‘eso’”, recalcando esta última palabra como una forma de humillar al enfermo. Y estamos hablando de personas con la receta en mano y de médicos muy reconocidos. Como decíamos antes, es cuestión de actitud. Según estudios realizados, alrededor de un 50% de ellos siente el rechazo hasta en su propia familia. No sólo la familia no acepta la enfermedad. El 44% de las personas con enfermedad mental grave o crónica se sienten discriminadas en el ámbito laboral y en el de los amigos.

Y lo alarmante es que la mayoría de la gente considera que las personas que padecen una enfermedad mental son peligrosas, lo que supone un alto nivel de estigmatización en la sociedad. Algo así induce a los pacientes a creer que es así (auto estigmatización).

Y esto es grave. En la mayoría de los casos el enfermo es capaz, mientras esté medicado, de ser perfectamente funcional. Por supuesto existen casos en que esto no es así y se les debe de hospitalizar como se hospitaliza a un cirrótico o enfermo del corazón.

El desconocimiento de la población sobre las enfermedades mentales

Más de la mitad confunden este tipo de patologías con el retraso mental. El desconocimiento se traduce en la cruel estigmatización de las personas que sufren enfermedades mentales crónicas, como la esquizofrenia, y en la asociación a ciertos estereotipos como la peligrosidad, la irresponsabilidad, la incompetencia.

Siguiendo esta lógica, generan emociones negativas como miedo y desconfianza y se traducen en comportamientos concretos como la discriminación en los diferentes ámbitos de las relaciones sociales (trabajo, familia, amigos).

La marginación que llega a extremos de maldad (la maldad humana no tiene límites) a los que sufren enfermedades nerviosas quedó reflejada en un estudio cuando un 30% de la población dijo que, si fuera empresario, ni siquiera concedería una entrevista de trabajo a una persona con esa enfermedad.

Por su parte, entre los mismos pacientes consultados (lo hice durante dos meses), sólo un 5% tiene un empleo regular, y ¡un 64% ya no busca trabajo, anticipando el rechazo! que, generalmente, sobreviene de parte de empleadores. Pese a estas cifras, el 80% de la población y el 82% de las personas con enfermedad mental creen que pueden trabajar con normalidad.

Además de la marginación en el mundo laboral, sienten el rechazo en su vida cotidiana al punto que un 24% dijo no salir de su casa, el 18% aseguró no tener ni un solo amigo (qué tristeza) y sólo un 14% tiene una pareja. Datos duros pero reales. Los datos fueron hechos entre 108 personas con alguna enfermedad mental y 439 miembros de la comunidad.

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