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Yucatán

Arquidiócesis de Yucatán condena el atentado contra el padre Roly

Como Iglesia local de Yucatán, nos solidarizamos con nuestros hermanos de la Diócesis de Tlaxcala, así como también con los familiares del padre Roly Candelario Piña Camacho, y también con sus hermanos de congregación.

También, como Arquidiócesis de Yucatán, condenamos todo acto de violencia contra cualquier persona, pues esto no hace más que alimentar nuestros más bajos instintos que responden al pecado de la ira, la soberbia y el egoísmo, alojados en el corazón del ser humano.

Eso informó ayer el Padre Jorge Martínez Ruz, Vocero de la Arquidiócesis, al abordar el caso del atentado que sufrió ese sacerdote yucateco, quien fue secuestrado por un grupo armado en el Instituto Fray Pedro de Gante, en Apizaco, Tlaxcala, el pasado día 6 y recibió varios balazos para luego ser abandonado en las inmediaciones de la carretera Puebla-México, lugar donde logró pedir auxilio y se encuentra actualmente en recuperación rodeado de sus familiares, en un hospital de Puebla.

Martínez Ruz añadió:

-Al mismo tiempo invitamos a todos a elevar nuestras oraciones para que cese la violencia, y para que tengamos el valor de ser verdaderos artífices de paz, iniciando desde nuestro interior, para después extenderla a nuestras familias y a la sociedad en que vivimos, porque la paz se alcanza, tanto cuanto se espera.

El inicio de este año 2020 lo hemos recibido con varias sorpresas, no todas ellas tan gratas. De entrada, el tema de la paz internacional que se ve violentada con las delicadas relaciones entre los países, que nos llena de incertidumbre, nos entristece y nos mantiene en una tensión que no sabemos en qué concluirá. Pero no sólo los conflicto bélicos nos aturden, sino también la interminable violencia que azota nuestro país sin respetar credo ni religión. Por eso, con dolor, hemos sido testigos a través de las noticias, de un atentado violento más, esta vez contra un sacerdote, el R.P. Roy Piña Camacho, de la comunidad de los Escolapios, quien siendo de origen yucateco, brindaba sus servicios en la Diócesis de Tlaxcala, a través de su congregación.

Es una contradicción que suframos estos azotes de violencia, precisamente cuando acabamos de celebrar, el pasado 1º de enero, la 53 Jornada Mundial por la Paz convocada como cada año por el Santo Padre. Al respecto, quisiera citar al Papa en su mensaje este año, pues sus ideas son significativas para todos, en este camino como constructores de paz que queremos ser.

Mensaje del Papa

El mensaje del Papa Francisco se intitula: “La paz como camino de esperanza, diálogo, reconciliación y conversión ecológica.” Resaltamos las siguientes líneas, que más han llamado mi atención:

“La paz, como objeto de nuestra esperanza, es un bien precioso, al que aspira toda la humanidad. Esperar en la paz es una actitud humana que contiene una tensión existencial, y de este modo cualquier situación difícil «se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino». En este sentido, la esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables.

Nuestra comunidad humana lleva, en la memoria y en la carne, los signos de las guerras y de los conflictos que se han producido, con una capacidad destructiva creciente, y que no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles. Naciones enteras se afanan también por liberarse de las cadenas de la explotación y de la corrupción, que alimentan el odio y la violencia. Todavía hoy, a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos se les niega la dignidad, la integridad física, la libertad, incluida la libertad religiosa, la solidaridad comunitaria, la esperanza en el futuro.

Debemos buscar una verdadera fraternidad, que esté basada sobre nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca. El deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que esto.

Abrir y trazar un camino de paz es un desafío muy complejo, en cuanto los intereses que están en juego en las relaciones entre personas, comunidades y naciones son múltiples y contradictorios. En primer lugar, es necesario apelar a la conciencia moral y a la voluntad personal y política. La paz, en efecto, brota de las profundidades del corazón humano y la voluntad política siempre necesita revitalización, para abrir nuevos procesos que reconcilien y unan a las personas y las comunidades.

Por el contrario, la brecha entre los miembros de una sociedad, el aumento de las desigualdades sociales y la negativa a utilizar las herramientas para el desarrollo humano integral ponen en peligro la búsqueda del bien común. En cambio, el trabajo paciente basado en el poder de la palabra y la verdad puede despertar en las personas la capacidad de compasión y solidaridad creativa.

La Paz se alcanza, tanto cuanto se espera. El camino de la reconciliación requiere paciencia y confianza. La paz no se logra si no se la espera. En primer lugar, se trata de creer en la posibilidad de la paz, de creer que el otro tiene nuestra misma necesidad de paz. En esto, podemos inspirarnos en el amor de Dios por cada uno de nosotros, un amor liberador, ilimitado, gratuito e incansable.

Ir a la cultura del encuentro

En esta parte, el Padre Jorge señaló:

-El miedo es a menudo una fuente de conflicto. Por lo tanto, es importante ir más allá de nuestros temores humanos, reconociéndonos hijos necesitados, ante AquÉl que nos ama y nos espera, como el Padre del hijo pródigo (cf. Lc 15,11-24). La cultura del encuentro entre hermanos y hermanas rompe con la cultura de la amenaza. Hace que cada encuentro sea una posibilidad y un don del generoso amor de Dios. Nos guía a ir más allá de los límites de nuestros estrechos horizontes, a aspirar siempre a vivir la fraternidad universal, como hijos del único Padre celestial (cfr. S.S. Francisco, Mensaje para la 53º Jornada Mundial por la Paz).

(Roberto López Méndez)

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