Víctor Salas
En las redes sociales circuló un texto del maestro Renán Guillermo, en el que hablaba acerca de la falta de solidaridad entre artistas yucatecos, y que esto ocasionaba el que fueran maltratados por parte de los representantes de la ocasión política a la que sirven. El maestro dio una lista de artistas afectados por la actual administración, sin que alguien elevara la voz por ellos. La lista era larga y dijo que se podría ampliar si se detuviera uno a buscar desplazados de su trabajo en el arte.
Es una rara realidad porque, por ejemplo, ahora que Los Juglares no tuvieron contrato para estar presentes en el Festival de la Ciudad, yo me sumé a la cantidad de personas que protestaron por esa decisión que consideramos inapropiada. La nota del maestro Renán y el apoyo que brindamos a esos músicos me hizo reflexionar acerca de si Los Juglares protestarían al momento de que se cometiera un acto de injusticia con otro compañero de la comunidad artística. Me parece que no lo harían. Y yo comprendería su postura. La que no comprendo es la mía.
Los artistas de Yucatán no sólo son enajenados respecto a la problemática de los artistas en general, sino que a veces han jugado a la traición para servir a sus intereses personales. Eso se ha vivido en las artes plásticas, la danza y la literatura, que me son los casos conocidos.
Algo que no parecen valorar los yucatecos es la unidad de gremios, sin atenerse al egoísmo. En el otrora Distrito Federal, los artistas obtuvieron grandes avances gracias a su actitud de ir unidos en los reclamos de los creadores. Todavía recuerdo a un José Luis Cuevas abogando por la libertad de David Alfaro Siqueiros, que era su mortal enemigo.
Los pintores crearon un sindicato de artistas que rindió frutos maravillosos en varios renglones de las artes plásticas y el pensamiento estético. De esa postura de unidad surgió el muralismo mexicano y de él, buena cantidad de artistas mexicanos que se hicieron universales.
Todavía no hace mucho tiempo existía el grupo de los 128, en el que estaban los más importantes personajes del arte y el pensamiento nacional. Ellos hacían demandas a los presidentes de la república por medio de desplegados periodísticos con resultados, normalmente, favorables a su causa. Imagínense un Octavio Paz, junto a una Guillermina Bravo, firmando juntos una exigencia al gobierno. Eran el top del pensamiento y la coreografía mexicana.
En Mérida, hasta hoy, el único caso documentado es el de Celia Pedrero, quien, siendo funcionaria de gobierno, firmó un desplegado apoyando a un artista que había sido afectado por la autoridad oficial.
Tener premios, reconocimiento nacional, triunfar en el trabajo es tener la oportunidad de brindar cobijo a las causas desfavorecidas por las instituciones.
¿Se imaginan a un Manzanero, elevando su canto para defender a los artistas que les han quitado sus plazas y trabajo? ¿Perdería algo de lo mucho que tiene al hacerlo? ¿A estas alturas de su vida, le afectaría en algo? Por supuesto que en nada. Pero al parecer, su corazón azul, se lo impide.
Actualmente, en la Ciudad de México, los artistas se han quejado de todo y por todo, sin obtener grandes resultados favorables a ellos. ¿Por qué? Porque no hay unidad nacional. No tienen repercusión sus lamentos. No van más allá de sus propios cercanos. Cuando a mí me despojaron de mi plaza en la Sedeculta, algunos conocidos míos lo más que me dijeron fue que “es una desgracia eso”. ¿Los iba yo a apoyar ahora? La reciprocidad me indicaba que no.
Aún así, sigo creyendo, igual que el maestro Renán Guillermo, que si nos uniéramos en una sola voz todos ante el gobierno, todo sería diferente para el arte y los artistas.