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Yucatán

El estadounidense Richard Wayne Long lleva 18 años radicando en Progreso, comenzó su travesía vendiendo artesanías de Yucatán.

“Llegué a este bello Puerto con la idea de abrir un negocio, pero la tranquilidad, seguridad, amabilidad de su gente y sobre todo el mar, me fueron envolviendo para quedarme y decidí ser un ciudadano más”, dijo Richard Wayne Long.

“Con la firme idea de que cuando mi negocio caminara bien y me dejara buenos dividendos, usar parte de estas ganancias para ayudar y apoyar a las personas de escasos recursos, como una especie de agradecimiento por abrirme las puertas y permitirme ser parte de su comunidad”, dijo Long, de 65 años, originario de Pensacola, Florida, con 18 años de radicar y con negocio ya funcionando en la comisaría de Chicxulub Puerto.

“Mi objetivo general era apoyar a personas de escasos recursos en proyectos sustentables y todavía sigue vigente, constante”, recordó.

Agregó que uno de los motivos de sus primeras llegadas a Yucatán, con su familia, eran para comprar artesanías y regresaba a su país para revenderlas.  Como, por ejemplo, ámbar, plata, textiles, piel y cuero, productos que ofrecía en las expos o ferias de su país los fines de semana y de esta manera promocionó las artesanías y la cultura mexicana.

Dijo que después se puso una meta, que cuando lograra obtener 5 mil dólares de ganancia, de inmediato regresaba a Yucatán para contribuir en la construcción de casas en Yalcobá, Valladolid, Petentunich y Cuzamá, lo que sigue vigente, “hasta ahora se han construido 250 casas, además han apoyado proyectos agrícolas sustentables”, reveló. 

Y que también ha colaborado con la iglesia de Valladolid, con el padre Atilano, en la compra de paquetes de hilos para el urdido de hamacas, las cuales a su término eran llevadas a los Estados Unidos y regresaba con este dinero.

Precisó que los trabajos se transformaban en sillas de ruedas, bastones y burritos de andar.

Mencionó que el padre Atilano daba las sugerencias necesarias para canalizar los recursos, y que esto data de hace 25 años, y que también ha donado zapatos, medicinas, ha apoyado en la compra de material escolar, mochilas, mismos, que se han llevado a Chiapas y a Guatemala, o también en los eventos navideños, pero que en este 2020, se cancelan por la pandemia de COVID-19.

“Me enamoré de este puerto, en primera instancia por estar cerca del mar y me han agradado los cambios, aspectos de imagen, sobre todo de actitud de los progreseños; en pocas palabras son más limpios, sobre todo en la vía pública”, sostuvo.

Lo que le molesta, dijo, es que la gente engañe o time a sus compatriotas que vienen de paseo o en los cruceros, ejemplificó, que una amiga compró un lote de alhajas, al parecer de plata, pero era alpaca, lo que genera una mala publicidad para todos los comerciantes, y es necesario un trato más honesto, sugirió.

“También decidí quedarme porque la mayoría de los progreseños son buenas personas, sinceros, abiertos, y te digo algo de antemano, moriré en este bello Puerto Progreso”, finalizó.

Por Alfredo Canto May

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