José Luis Rodríguez de Armas
Willem (Pim) Schalkwijk es el fotógrafo mexicano que organizó junto al cubano Leandro Soto la exposición “Sacbé, Camino de Intercambio” y que en otro artículo hube de comentar. Esta exposición fue presentada en la ciudad de La Habana y en Cienfuegos (Cuba) el pasado año y que por estos días puede verse hasta el 29 de este mes en la Fundación de Artistas, aquí en Mérida. Ambos creadores tienen en común una propuesta artística, de base etnográfica, que se acerca al modo en que se desenvuelve la vida en el centenario mercado meridano conocido como “Lucas de Gálvez”. “Sacbé, Camino de Intercambio” aúna dos exposiciones: la de Leandro titulada “Melomapas” y la de Pim “El Campesino”. Ambas esgrimen diversidad de lenguajes y miradas, pero se acoplan bien en ese espacio de producción visual llamado exposición. Las obras de Leandro están confeccionadas con foami (material plástico utilizado por los niños para realizar sus manualidades escolares) y cartón, mientras que las de Pim van sobre tela sin tensar e imprimir. Soportes nada convencionales y sí muy ad hoc a la hora de hacer arte que no es pintura pintura, ni fotografía fotografía, ni escultura escultura. Ahora, en esta exposición, ellos se han adentrado en una singular tridimensionalidad cercana a la instalación.
Pim es fotógrafo de profesión y como su padre, también con esta misma actividad han recorrido muchos sitios de este país tomando fotos que puede ser leídas como ventanas (registro) etnográficas o como arte aunque a veces no fuera ésta su intención. Ahora la lente de la cámara de Pim se posa en uno de nuestros mercados con un énfasis preciso: hacer arte instalativo de sustrato antropológico. Es pertinente aclarar que la fotografía no es un testimonio de algo, de una veracidad que no existe, no obstante estemos acostumbrados a verla como tal. Aunque creamos ver y leer una historia “real”, cada fotografía es una ficción posible que cada uno de nosotros construye frente a esa imagen, asimismo, que también ya fue construida por el que la tomó. Los etnógrafos y antropólogos de tendencia moderna creen en la fotografía como un instrumento inflexible, registrador de evidencias (verdades) neutrales sin subjetividades, pero hoy predomina otra postura. Lo que hace Pim no es fotografía etnográfica, sino fotografías que nos provocan lecturas entre ellas, tal vez, una de carácter etnográfico, aunque sea esta su intención primaria. Las lecturas las hacemos cada uno de nosotros según podamos.
Más que explicaciones lo que existe son puras interpretaciones de la que se encarga el cerebro y no la retina. Yo podría pensar que lo que hace Pim es pura crónica, descripción científica de un hecho (casi arqueología racionalista), pero me dirijo por la vereda de la especulación artística. Así, y por ejemplo, para mí estas fotos, más que ir a los detalles de los productos que se ofertan en un mercado y al flujo humano que consume incesantemente, capturan una especial simetría que contiene otra dinámica no simétrica. Casi como decir que lo apolíneo contiene a lo dionisíaco. La simetría de los múltiples espacios particulares que dibujan ese sitio público, tan propio de todas las culturas de todos los tiempos, en pos de regular un desorden (asimetría) que siempre tiende a brotar y expandirse. El mercado “Lucas de Gálvez” se estructura a través de espacios acotados que restringen, hasta cierto punto, las volubilidades expresivas de los locatarios.
Cuando hablo de simetría me refiero a la espacial general, a la concebida con racionalidad por los diseñadores profesionales del sitio comercial, pero no a los microespacios de cada locatario donde reina otra armonía, no muy clásica, que digamos. Esos desordenes (asimetrías) son esos cotos cerrados –sui generis– donde cada vendedor presenta a su modo y en “particular” orden, más que desorden, sus productos. Son como la boca de un escenario que en un rectángulo y con cierta profundidad, deben arropar la escena a representar, incluidas las bambalinas y las cortinas enrolladas.
No todos los mercados son iguales, pero todos tienen que tener sus espacios acotados según acuerdos comunes. Los espacios como pequeñas tiendas que se suceden una tras otras, o una frente a otra con un pasillo de por medio por donde los compradores fluyen ávidos de encontrar la mejor oferta. Ellas son casi dioramas similares a esas miniaturas del arte popular mexicano, llamadas cajitas, donde se intenta que quepan escenas de la vida en un minúsculo módulo.
Cuando entramos a un mercado del tipo “Lucas de Gálvez” lo vemos todo armado, todo en su lugar y con una magia cautivante, pero desconocemos el proceso de crearla y que cada vendedor ejecuta rutinariamente día a día. Pim está preparando un libro de fotografías a modo de secuencia: empieza con el “local” cerrado y la cortina metálica bajada, no se observa ninguna magia; luego vamos viendo cómo el locatario va subiendo la cortina hasta dejar visible el espacio de venta pero ahora con bastante desorden (muchos productos encima del mostrador que ocultan el fondo); después, el vendedor empieza a sacar esos productos y los va colocando en otro orden, incluso se sale de su espacio sin invadir a los vecinos. Vuelve entonces la magia del puesto de venta con todos sus colores y todo un “orden” muy particular. El libro, minuto tras minutos, evidenciará el meticuloso proceso de crear un espacio donde se vende lo impensable aunque la mercancía también tiende a un género, y que no es, como dice el dicho, “de todo como en botica”. Una secuencia similar a la del libro, la que ilustra el proceso rutinario, nos es dada a través de otro soporte artístico: un video integrado al mural “El campesino”.
Esos espacios de venta, bien armaditos, como esas cajitas del arte popular mexicano, son los que Pim ha fotografiado y que presenta en la exposición “Sacbé: Camino de Intercambio”. Ellos son los que a mí me interesa comentar y reinventar en todas las ocasiones en que me enfrento a las fotografías realizadas por Pim para el proyecto “El Campesino”.
Es un deleite toparse con estas imágenes atiborradas de objetos, de formas y colores, de chistosos nombres. Es como hacer un estudio antropológico que da pie a múltiples interpretaciones y derivas de muchos órdenes que nos compulsan a indagar, o como está escrito en uno de los locales, “Si no está a la vista, pregunte”. Mejor, imagíneselo.
Ya lo dije anteriormente, cada fotografía puede verse como una escenografía teatral enmarcada por los límites del local y en espera de los actores espontáneos (los compradores), pero también puede que nos remita a un género propio de las artes visuales conocido como “Naturaleza Muerta”. A aquellas composiciones muy propias del período barroco donde se mezclaban frutas, instrumentos musicales, animales muertos, vajillas, calderos… en un orden o supuesto desorden y que entre otras cosas evidenciaban opulencia y estatus. No obstante la posible referencia culterana, los locales del “Lucas de Gálvez”, más que “naturalezas muertas” se nos presentan naturalezas bien vivas gracias a la presencia despreocupada de anónimos marchantitos o de intrigados locatarios que se preguntan por qué nos sacan fotografías.
En la Fundación de Artistas, aquí en Mérida, están algunas de las imágenes captadas por Pim en el “Lucas de Gálvez” y presentadas de forma convencional (el marco de madera con marialuisa y cristal) y no convencional porque en vez de colocarse sobre la pared se instalan sobre una parrilla industrial concebida, específicamente, para mostrar productos en sitios comerciales como el mercado. Otras fotografías se muestran sobre telas a modo de sábanas o ropa. Algo que al ser presentadas así, como sábanas secándose al aire o como ropa movidas por cuerpos, habrían de socavar el espacio expositivo tradicional.
Por ejemplo, cuando en Cuba se presentó esta versión museográfica se impuso, de hecho, otra dinámica expositiva sobre todo por llegar a ser una extensión de la calle. Estar en la galería era como estar en una calle de La Habana Vieja, desde cuyos balcones penden inmaculadas prendas recién lavadas y movidas a su antojo por la caprichosa brisa marina.
En las dos exposiciones que realizara Pim junto a Leandro en Cuba, jóvenes cubrían su cuerpo con huipiles en cuyas superficie se reproducían también esas escenas del mercado meridano que antes hemos comentado.
Cada vez que ha sido montada la exposición una obra de Pim acapara la atención, su título “El Campesino”. Que no es más que un gran telón mural de 3 metros de alto por 4.50 metros de largo. La fotografía muestra el local que vende aperos de labranza y otros objetos, sobre todo de hojalata. Pim tomó una de esos objetos de hojalata, lo horadó y detrás colocó una pequeña pantalla donde se reproducía un video, calzado de audio, que evidenciaba la algarabía única del mercado centro de atención del proyecto “Sacbé, Camino de Intercambio”. El video “De a diez” es un recorrido sonoro por el “Lucas de Gálvez” donde se recogen algunos de los pregones que martillan incesantemente en el oído de los visitantes y así obligarlos a comprar lo ofertado.
Para el artista, el mural “El campesino” es una de las piezas más significativas al capturar una imagen de un local donde en lo ofertado se concentra una profesión importante para la ciudad y la región: la del agricultor. A través de los enseres utilitarios que allí se muestran pueden hacerse lecturas culturales que, según el artista, ponen de manifiesto “…usos y costumbres de algunos pobladores de Yucatán”. Para Pim, “…los objetos que están a la vista en el mercado “Lucas de Gálvez” ilustran las negociaciones entre sus necesidades y tradiciones más antiguas y las soluciones contemporáneas que han elegido para satisfacerlas en el contexto de la vida moderna”.
Tanto las propuestas artísticas individuales de Leandro Soto (“Melomapas”) y la de Pim Schalkwijk (“El campesino”), así como la colectiva (“Sacbé. Camino de Intercambio”, un todo), presentadas hasta ahora en Ciudad de La Habana, Cienfuegos y Mérida, evidencian la posibilidad de salirse de las formas tradicionales para producir visualidades con sentido y ser, a la par, propiciantes de sentido. También poniendo en evidencia la inagotable cantera que puede llegar a existir en cualquier sitio y allí hallar lecturas artísticas que luego también pueden llegar ser compartidas como arte.