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Jesucristo… nunca se involucró en la política

Ariel Juárez García

A pesar que los judíos –entre ellos Jesucristo– estaban bajo la ley superior de Jehová Dios, tenían que ajustarse a la ley del gobierno imperial que entonces dominaba la tierra de Judá y Galilea, manteniendo el orden y cobrando impuestos y tributo.

Hay que tener presente que algunos de los judíos que escucharon las enseñanzas de Jesucristo estaban a favor del Imperio Romano y otros estaban en contra de él.

Aunque parezca extraño, en aquel tiempo, la regla perfecta para hacer un ajuste a la ley del gobierno fue declarada por Jesucristo cuando les dijo: “Por lo tanto, paguen de vuelta las cosas de César a César, pero las cosas de Dios a Dios.” (Ver Evangelio de Mateo capítulo 22 versículos 15 al 22). Ni los judíos en pro del Imperio ni los judíos en contra del Imperio podían poner reparos a esta regla.

Los Césares del Imperio Romano perecieron con ese imperio hace mucho, pero lo que fue representado por César en aquellas palabras que Jesucristo habló hace diecinueve siglos todavía subsiste. No sólo es en el caso del imperialismo y el colonialismo, sino que involucra a todo sistema de gobierno político de este mundo.

Por consiguiente, la regla orientadora según la declaró Jesucristo todavía tiene que respetarse y obedecerse hoy. Las personas que son semejantes a ovejas en su disposición para con Dios seguirán la regla de pagar de vuelta a César sólo las cosas de César pero a Dios todas las cosas de Dios,… sin involucrarse en opiniones o señalar errores acerca de lo que hacen los gobernantes y su política.

Por causa del cristianismo, los discípulos de Jesús tenían que entender bien este asunto sumamente polémico y obrar con su conciencia iluminada. En su carta a la congregación de los romanos, en particular, el apóstol Pablo trató con reflexión el asunto. Ciertamente él se hizo entender de ellos y ellos entendieron lo que él escribió. Y no obstante hoy, diecinueve siglos después, hay polémica a causa de lo que Pablo dio a entender en el capítulo 12 versículos 17 al 21 de su carta a los romanos. En ella exhorta:…

“17 No devuelvan mal por mal a nadie. Tengan en cuenta lo que toda la gente piensa que está bien. 18 Si es posible, hasta donde dependa de ustedes, vivan en paz con todos. 19 Amados, no se venguen, sino cédanle el lugar a la ira. Porque está escrito: “‘Mía es la venganza; yo les daré su merecido’, dice Jehová”. 20 Más bien, “si tu enemigo tiene hambre, aliméntalo; si tiene sed, dale algo de beber; porque haciendo esto amontonarás brasas ardientes sobre su cabeza”. 21 No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien.”

De la lectura bíblica arriba citada es claro que en los últimos cinco versículos del capítulo doce Pablo les está diciendo a los santos de Dios cómo conducirse entre los hombres fuera de la congregación cristiana. Luego, inmediatamente, el apóstol Pablo pasa a su discusión de las “autoridades superiores,” y así tiene sus ojos enfocados, no en lo que está dentro de la congregación, sino en lo que está fuera de ella. Por eso las “autoridades superiores”, a quienes se refiere, se hallan lógicamente en el mundo fuera de la congregación.

Ciertamente no se pueden cerrar los ojos al hecho de que hay autoridades a las que hay que darles respeto y sumisión fuera de la congregación cristiana como él mismo señala en el capítulo 13 de su carta a la congregación de los romanos en el capítulo 13 versículos 1 al 7, que a la letra dice:

“13 Que todos se sometan a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no venga de Dios; las autoridades que existen han sido colocadas por Dios en sus posiciones relativas. 2 Por lo tanto, el que se opone a la autoridad se ha puesto en contra del orden establecido por Dios; los que se han puesto en contra de este orden recibirán su condena. 3 Los que hacen cosas buenas no tienen miedo de los que gobiernan, pero los que hacen cosas malas sí. Así que, ¿quieres vivir sin miedo a la autoridad? Entonces sigue haciendo el bien y recibirás sus alabanzas, 4 pues está al servicio de Dios para tu beneficio. Pero, si estás haciendo cosas malas, ten miedo, porque la autoridad no lleva la espada sin motivo. Está al servicio de Dios para ejecutar venganza y castigar al que practica cosas malas.

5 Por lo tanto, es necesario que ustedes se sometan, y no sólo por causa del castigo, sino también por causa de su conciencia. 6 Por eso ustedes también pagan impuestos, pues los que gobiernan son siervos públicos de Dios que prestan este servicio constantemente. 7 Denles a todos lo que les corresponde: al que pide impuesto, el impuesto; al que pide tributo, el tributo; al que pide temor, dicho temor; al que pide honra, dicha honra”,… recalcando así las enseñanzas de Jesucristo.

En armonía con esta autoridad de los gobernantes mundanos, Jesucristo previamente había dicho a sus apóstoles: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y a los que tienen autoridad sobre ellas se les llama Benefactores. Ustedes, sin embargo, no han de ser así.” (Ver Evangelio de Lucas capítulo 22 versículos 25 y 26). No obstante, Jesucristo nunca se involucró en asuntos políticos.

En concordancia con las enseñanzas de Jesucristo, en la primera carta que el apóstol Pablo dirigió al discípulo Timoteo capítulo 2 versículos 1 y 2, al considerar oraciones que envuelven a hombres de toda suerte, dijo que deben hacerse oraciones “respecto a hombres de toda suerte, respecto a reyes y a todos los que están en puestos encumbrados.” La expresión “puestos encumbrados” traduce el nombre griego hyperokhé que se deriva del verbo hyperekhein, el participio de cuyo verbo Pablo usa en su carta a los Romanos capítulo 13 versículo 1).

Acaso… ¿Pueden algunas autoridades ser “superiores” a Dios?... Por supuesto que No.

No hay que olvidar que, el apóstol Pablo recordó a los cristianos que esas “autoridades” están –a pesar de ser “superiores”–, sujetas a Dios. ¿Cómo es eso? Para dar respuesta en este sentido, el apóstol recalca: “No hay autoridad a no ser por Dios; las autoridades que existen están colocadas en sus posiciones relativas… por Dios.”

Dado que la sujeción de los cristianos a las “autoridades superiores” mundanas sólo es relativa, no los obliga a obedecer ninguna ley mundana que esté en contra de las leyes del Legislador Supremo, Jehová Dios.

Por lo tanto, si Dios las colocó en una posición relativa para con él mismo y entre unas y otras, entonces tales “autoridades superiores” deben estar sujetas a Jehová Dios, quien es el Altísimo. (Ver Evangelio de Lucas capítulo 6 versículo 35; Hechos de los apóstoles capítulo 7 versículo 48 y Hebreos capítulo 7 versículo 1).

Cuando Jesús rehusó decirle al gobernador romano acerca de su origen celestial, “Pilato le dijo: ‘¿No me va a hablar usted? ¿No sabe usted que tengo autoridad para ponerlo en libertad y tengo autoridad para empalarlo?’ Jesucristo le contestó: ‘Usted no tendría autoridad alguna en contra de mí a menos que se le hubiera concedido desde arriba.’” (Ver Evangelio de Juan capítulo 19 versículos 9 al 11) Sólo porque Jehová Dios se lo había concedido podía Pilato ejercer su autoridad terrestre contra Jesús para hacer que fuera muerto.

Hoy día, las leyes humanas difieren de país en país y de tiempo en tiempo y quizás sean contradictorias. No obstante, todo cristiano debe obedecerlas porque no todas estas leyes gentiles están contra la conciencia del pueblo de Dios. Hay que reconocer que muchas de tales leyes están en armonía con la conciencia cristiana, aunque en los legisladores gentiles no influyeran el judaísmo ni el cristianismo.

Prescindiendo de cómo usen esta autoridad que les fue concedida a los gobernantes humanos imperfectos y pecaminosos, Jehová Dios sí está pendiente de vigilar cómo la usan, como muestra su propia Palabra escrita. De modo que tal uso debe ser por permiso de Dios, y no porque las “autoridades superiores” crean que gobiernan “por derecho divino.”

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