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Yucatán

Ariel Avilés Marín

Nuestra ciudad se engalanó con la grata visita de una orquesta sinfónica venida de allende los mares, desde la bella Italia, de la ciudad tirolesa de Bresanona, nos visitó y dejó grata huella, la Orquesta Sinfónica Italiana Matteo Groffriller. El grupo orquestal, dirigido por Stephen Alexander Lloyd, dejó patente de excelente calidad, destacado talento y una pujante juventud, que verdaderamente iluminó la noche del Teatro Peón Contreras. Este evento, de tan buena calidad, fue posible gracias al concurso de varios y muy loables esfuerzos. En primer lugar, el del Mtro. José Luis Chan Sabido, presidente de Kunst & Music, destacado violinista y promotor cultural; el Lic. Enrique Ancona Teigell, presidente del Patronato del Centro Histórico de Mérida; el Ayuntamiento de la Ciudad de Mérida; y varias agrupaciones de la sociedad civil que pusieron su colaboración y esfuerzo para hacer posible esta visita y los conciertos que de ella se derivaron.

El nombre de la orquesta, rinde homenaje a un destacado laudero veneciano, cuyas obras más destacadas fueron los violonchelos construidos entre 1685 y 1735. Este destacado artesano instrumentista, nació en la ciudad de Bresanona, por lo que su ciudad natal le ha rendido homenaje al dar su nombre a esta destacada y juvenil orquesta sinfónica. La visita del grupo musical incluyó dos conciertos en el Teatro Peón Contreras, y un concierto didáctico, dirigido a niños y jóvenes, en la Escuela Modelo. Las actuaciones del Peón Contreras se llevaron a cabo el sábado 22 y el martes 25, y el concierto didáctico fue el miércoles 26. Del concierto del sábado, ya dio cuenta el destacado cronista Víctor Salas, quien dejó en su nota clara y justa dimensión de la actuación del grupo. Así que, procederemos a reseñar lo ocurrido la noche del martes 25.

El segundo concierto, en el Teatro Peón Contreras, tuvo un variado programa que incluyó música de autores italianos y yucatecos. La concurrencia que se dio cita esa noche, salió más que complacida por la excelente actuación del grupo, en lo general, y las virtuosas interpretaciones de quienes actuaron como solistas, que demostraron pleno dominio de sus respectivos instrumentos, y de su voz, la soprano a quien tocó interpretar el Himno de Roberto Abraham. La dirección de Stephen Alexander Lloyd fue emotiva y con una gran capacidad de transmisión de sentimientos que llegaron al fondo de las almas de los ahí reunidos, e hicieron vibrar de emoción los espíritus sensibles. Augusto Palumbo, con sólo diecisiete años a cuestas, mostró un perfecto dominio del fagot, instrumento nada fácil de pulsar, y que, además, exige del ejecutante otra habilidad, ésta de carácter artesanal, la elaboración de las delgadas y delicadas lengüetas de bambú, para la boquilla de su instrumento; Augusto remontó toda clase de pruebas, y nos regaló una hermosa versión del concierto para fagot, de Antonio Vivaldi, una de las pocas obras del repertorio de este instrumento.

La soprano yucateca Alma Chan Yamá lució su hermosa voz de soprano lírica, y puso una emotiva interpretación de la alegre jarana “Tomasita”, de la autoría del inolvidable maestro Cesáreo Chan Blanco, música tan nuestra, pero que la sensibilidad artística de los jóvenes italianos les permitió interpretar en su justa dimensión, y arrancaron del respetable tremenda, sonora y larga ovación, llena de entusiasmo. Un lunar ligero en esta pieza fue la actuación de una pareja de bailadores de jarana, cuyos pasos fueron muy pobres y no llegaron a mostrar el nivel de excelencia que acostumbramos en este género. Además, el varón, en su vestimenta, no cubrió los cánones tradicionales del caso; sustituir el rojo paliacate por una servilleta bordada de hilo contado, fue muy desafortunado y poco estético; las alpargatas de un jaranero que ha de guachapear, deben tener tacón alto de puro cuero, las alpargatas bajas son para otros menesteres, son elegantes sí, pero impropias para la ocasión. Debemos cuidar estos detalles. La presencia en el programa de otro autor yucateco fue también muy afortunada, pues estuvo presente una delicada y bella obra de Roberto Abraham, su Preludio No. 3, con el excelente arreglo de Pedro Carlos Herrera, y que los jóvenes abordaron con la profundidad y delicadeza que la obra requiere.

La expresión sensible de la orquesta quedó de relieve desde el primer número del programa, que fue la Obertura de la ópera Norma, de Vinzenzo Bellini; el grupo confirma su profunda sensibilidad con la delicada interpretación del bellísimo y emotivo Intermezzo de la ópera Caballería Rusticana, de Piero Mascagni; y, si alguien tenía alguna duda, ésta quedó despejada con la interpretación de la Sevillana, de la Escena Española, del inglés Edward Elgar. La obra que cerró programa vino a confirmar esta calidad orquestal ya expuesta; los temas de película del compositor italiano Ennio Morricone, llenaron de color, brillo y emoción la sala, con el nombre de Moment Morricone, el grupo nos presentó una suite en la que se identificaron “El Bueno, el Malo y el Feo”, así como pasajes de “Erase una vez en el Oeste”. En esta obra quedó manifiesta la versatilidad de un joven percusionista, pues lo vimos ejecutar con gran destreza, lo mismo los timbales, pasar al xilófono, luego al bombo y el gong, y finalmente el carillón, todos ellos, con precisión.

Dejamos para cerrar la nota lo que consideramos fue sublime en el programa. Una niña, de tan sólo trece años, Anna Sofía Franceschini, ejecutó uno de los instrumentos más difíciles que hay, y de lo más delicado, el oboe. Su actuación como solista, ejecutando una bellísima obra del mismo Morricone, el profundo y sentido tema de la soberbia película “La Misión”, se trató de “El Oboe de Gabriel”, tema sensible, profundo y de una emotividad fuera de serie. Anna Sofía dio una verdadera cátedra de delicadeza y precisión, su temperamento le hizo desparramar por toda la sala un profundo sentimiento puro, delicado, sublime. La delicada música llegó a los oídos del respetable y llenó sus almas de un sentimiento de grandeza incomparable. Como era de esperarse, al terminar la ejecución, la sala completa se levanta como una sola persona y en un solo y sonoro grito de ¡BRAVO! ¡TOTALMENTE MERECIDO! Anna Sofía, eres una virtuosa de tu delicado instrumento.

La actuación de la orquesta arrebata al público, la gente quiere más, y Stephen complace al multicéfalo con tres ancores. El primero fue la delicada y bellísima “Plegaria a San Miguel Arcángel”, de Roberto Abraham, en la que la hermosa voz de Alma Chan volvió a lucir estupenda. En seguida, se interpreta la jarana “Timucuy” de Gabriel Chan Sabido, pieza llena de profundo amor a las raíces familiares. El tercer ancore, lo fue la repetición de la suite de Morricone, que puso el broche de oro a esta noche redonda de arte y emotividad.

Salimos del Peón Contreras con la sensibilidad encendida por los jóvenes músicos italianos.

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