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Yucatán

La medicina, las enfermedades y su prevención

Ariel Juárez García

“No sé de ningún problema médico que no podamos resolver en el futuro cercano”, declaró uno de los científicos más eminentes del mundo, un investigador del Instituto Sloan-Kettering, de Nueva York, EUA. Había concluido el primer trasplante de médula ósea del mundo. La operación había dado paso a la realización de investigaciones de enfermedades de la sangre que a menudo eran mortales, como la leucemia, la hemofilia, la anemia drepanocítica y la enfermedad de Hodgkin.

La estela de descubrimientos infundió en la comunidad médica una confianza absoluta. Los microbios causantes de enfermedades infecciosas sucumbían ante las armas de la medicina moderna. Seguramente la victoria de la ciencia sería rápida, decisiva y total. Si aún no existía el remedio para una enfermedad, pronto estaría disponible,… se aseguraba.

Hay que reconocer que en el pasado siglo XX se presenciaron cosas maravillosas en el avance de la medicina. Durante milenios el ser humano estuvo prácticamente a merced del azote de decenas de microbios mortíferos. Pero en los años treinta, cuando los científicos descubrieron la sulfanilamida, la primera sustancia que podía combatir las bacterias sin dañar gravemente a la persona infectada, los asuntos comenzaron a cambiar.

En este siglo también se inventó el microscopio electrónico, un aparato tan potente que permitía a los científicos observar cualquier tipo de virus a un gran tamaño, a pesar de ser un millón de veces más pequeños que una uña. Estos microscopios, y otros adelantos técnicos, permitieron conocer y combatir como nunca antes las enfermedades infecciosas.

En muchos campos la medicina estaba elevando las esperanzas de la doliente humanidad. Nuevos antibióticos, nuevas vacunas y nuevas drogas para tratar trastornos mentales; nuevos procedimientos –cirugía protésica (reemplazo de órganos), microcirugía, trasplantes de órganos–; el adelanto de la medicina prometía prolongar la vida y mejorar la calidad de la vida a un grado inimaginable unos cuantos años antes.

Lo que para muchos se mostraba como grandes logros en el campo de la medicina, de pronto resultó en lo contrario. Su punto de vista cambiaría debido a que la medicina sencillamente se encaró a algo que sobrepasaba lo que ella misma podía afrontar, sea en un país adelantado o en uno menos desarrollado, Las causas fundamentales del problema estaban fuera del laboratorio. Estas eran sociales, políticas, económicas y ambientales.

Al paso del tiempo se hizo evidente que, en diversos países, los médicos tenían pocos medicamentos y aún menos instrumentos quirúrgicos para alterar la etiología –las causas iniciales– de muchas enfermedades. Como resultado de las pocas victorias en el ramo de la medicina, las frustraciones abundaron.

En el enorme continente de Africa, donde 80 por 100 de las personas viven en las zonas rurales, y muchas viven bajo la sombra de la inestabilidad política, se dio comienzo a demasiados proyectos de salud, pero muy pocos se llevaron a cabo alguna vez, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. Se contaba con aproximadamente un médico por cada 5,000 habitantes y millones de víctimas de la desnutrición, la pobreza, la ignorancia y las supersticiones, en donde ni siquiera los esfuerzos masivos de socorro internacional fueron capaces de detener al mayor enemigo de Africa: las enfermedades.

Hay que reconocer, como escribió Wade W. Oliver, doctor en medicina y profesor de bacteriología, que: “Desde los comienzos de la historia escrita las enfermedades han determinado hasta quién sabe qué punto el destino de la humanidad... Grandes epidemias se han abalanzado sobre el hombre con espantosa rapidez... Las enfermedades siempre le han seguido las pisadas”.

Es paradójico que en la era actual, cuando se cuenta con la presencia de los exploradores de tomografía axial computarizada (TAC) y la cirugía reconstructiva, se haya visto también el brote de “nuevas” enfermedades, Es cierto que muchos ponen en duda el que esas enfermedades sean precisamente nuevas o recientes.

Un artículo de la revista U.S. News & World Report menciona que, en algunos casos, lo que ha sucedido es que enfermedades ya conocidas por mucho tiempo se han diagnosticado con mayor exactitud y han recibido un nuevo nombre.

De modo que, a pesar de los mejores esfuerzos del hombre, no hay a la vista por ninguna parte la curación completa y permanente de las enfermedades humanas. Es cierto que el promedio de vida entre los seres humanos ha aumentado unos 25 años desde el año 1900. Pero este cambio se ha debido principalmente a técnicas médicas que han hecho menos probable morir durante la niñez. Básicamente, la duración de la vida del hombre sigue cerca de los “setenta años”.

Por eso fue una novedad digna de publicación el que Anna Williams muriera en diciembre de 1987 a los 114 años de edad. En aquella ocasión, un periodista hizo este comentario sobre la muerte de la señorita Williams: “Los científicos creen que desde los 115 hasta los 120 años es probablemente el máximo de la longevidad humana.

Es cierto, nadie disfruta de estar enfermo; y no es el deseo de los humanos morir. Es tal como afirma un profesor de sociología médica: “A través de la historia, y en la mayoría de las sociedades, parece casi universal el esfuerzo por alargar la duración de la vida. Es algo relacionado con el instinto básico de la propia conservación...”

Sí, las enfermedades son un enemigo, y por siglos el hombre ha estado luchando continuamente contra ellas. Durante los pasados 150 años los médicos han ganado algunas victorias importantes. En algunos países, las mejoras en la higiene, como también las nuevas vacunas y drogas, han contribuido a que tales plagas antiguas, como la peste bubónica, sean tan solo un vago recuerdo.

Pero falta mucho para poner fin a la batalla. Los males continúan, algunos de ellos a pesar del adelanto de la ciencia médica.

Es indisputable que, gracias a un mayor entendimiento de las causas de las enfermedades que afligen a la humanidad, los médicos han logrado notables progresos en el control de ciertas enfermedades. No obstante, debido a problemas sociales, muchas personas se han visto privadas de disfrutar de los beneficios de estos adelantos en el campo de la medicina. Por tanto, hacen falta muchas mejoras.

Cabe mencionar que los científicos descubrieron que animales como las ratas, los ratones, las cucarachas, las moscas y los mosquitos, entre otros, transportan microbios causantes de enfermedades. Además, llegaron a la conclusión de que la razón por la que muchas personas se contagian es la falta de higiene o limpieza.

Sin duda, ya en casa, las madres pueden contribuir mucho a la salud y la limpieza de la familia, si bien es necesario que todos colaboren. No hay que olvidar, se requiere paciencia, pues limpiar una casa exige mucho trabajo y esfuerzo de toda la familia. Los niños de seguro necesitan que se les recuerden las cosas una y otra vez.

Por otro lado, hay que ser cuidadosos con los alimentos pues éstos pueden contaminarse de diferentes maneras. La mujer de hogar no sólo se lava bien las manos antes de tocar la comida, sino que también la cubre para que las moscas no se acerquen. Al tener limpia la casa y no dejar alimentos al aire libre, reduce las indeseables “visitas” de ratas, ratones y cucarachas.

La Organización Mundial de la Salud calcula que el 80 por ciento de todas las enfermedades del mundo se deben a la falta de higiene o limpieza… En conclusión, la OMS hizo esta observación: “Nosotros mismos nos hemos herido al creer que la ciencia, los médicos y los hospitales hallarían una curación, en vez de empezar por prevenir las mismísimas causas de la enfermedad.

En efecto, la limpieza puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte.

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