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El inolvidable genio de la pantomima Marcel Marceau

Pilar Faller Menéndez

Hace 97 años, en Estrasburgo, Francia, nació el que fuera el artista más representativo del arte de la mímica, bajo el nombre de Marcel Mangel, quien posteriormente fuera conocido como Marcel Marceau, quien tuvo que cambiar de apellido con el fin de ocultar sus raíces judías cuando los nazis llegaron a Francia.

Este prodigioso mimo, durante los sesenta años de carrera artística, llegó a ganarse el corazón y admiración del público de todo el mundo con su arte silencioso que fue tierno y conmovedor y no conoció fronteras. Bajo el personaje “Bip”, que lo acompañara toda su vida, se hizo popular con aquella cara pintada de blanco, su camisa marinera, y sus pantalones anchos, que mostraban a un payaso mudo que gesticulaba a través de un aparente cuerpo frágil, cuya inspiración surgió de grandes actores del cine mudo como Charles Chaplin y Buster Keaton.

Ha sido, y sigue siendo el mimo más grande de la historia, quien inventara este género y estilo de pantomima teatral, que en los años setenta creara su famosa Escuela de Mimodrama, por la cual han pasado generaciones de los llamados artistas del gesto en silencio, un arte difícil pero no imposible, de mantener a un público atento y entretenido que, a través de los gestos, pueden comprender una historia y adentrarse en ella.

Marcel Marceu fue comparado con Charles Chaplin, y tuvo la capacidad de poder transmitir a través de la pantomima humor, dolor, amor, ingenuidad y belleza. Después de estudiar en el liceo, su familia se trasladó a Limoges, donde estudió las artes decorativas y la pintura manual de la porcelana, y a los 17 años, ganó el Premio Masson por su destreza en los esmaltes.

Su alma sensible lo llevó a ser uno héroe que se ocupó de pasar a los niños judíos a Suiza, y formó parte del ejército de Resistencia francesa que ocupó Alemania donde actuó para los soldados, hasta la desmovilización que ocurriera en 1946. Una de las tragedias que marcarán su vida, fue la captura de su padre por los alemanes y fue enviado a Auschwitz donde murió.

Cuando al fin terminpó la Segunda Guerra Mundial, Marcel se fue a París a un orfanato con su hermano, donde los huérfanos se convierten en su primer público. Allí fue donde tomó sus primeras clases profesionales y al poco tiempo, se volvió integrante de la compañía de Madeleine Renaud y Jean-Louis Barrault, donde le reconocieron sus dotes de mimo y le dieron el papel protagónico de arlequín en una obra llamada “Bautista”.

Fue en 1947 cuando se independizó y formó su propio grupo de pantomima y produjo obras para el público en general, en el Teatro Poche, que apenas contaba con capacidad para 80 personas. Fue en esos tiempos cuando nació su personaje “Bip”, quien lo acompañaría siempre en sus giras por América y Europa. Marceau creó 10 obras mimodramáticas como: “El duelo de las tinieblas”, “El abrigo”, “Muerte antes del alba”, entre otras. Su obra “Pierrot de Montmartre” fue llevada al cine. En todas ellas podía apreciarse un mensaje humanístico.

A principios de los años sesenta, por falta de apoyo económico, su compañía se disolvió, por lo que viajó a Norteamérica donde ya había actuado solo, e hizo una gira exitosa durante seis meses que le levantó el ánimo y los deseos de trabajar. Su estilo fue evolucionando hasta volverse reflexivo, con la influencia de los teatros ancestrales del Japón (Kabubi) y el “Mudra” de la religión hindú.

En 1978 regresó a la docencia en la Escuela de Mimodrama Marcel Marceau y en 1990 dejó de hacer giras con el propósito de dedicarse de lleno a la docencia, aunque no dejó del todo los escenarios y durante cuatro años (1991-1995) se presentó en España, América Latina, Israel y Europa. En 1996 se despidió de los escenarios latinoamericanos, y celebró en Paris, en 1997, sus cincuenta años como mimo.

Su vida artística fue, sin duda alguna, prolífera, llegando a un récord de casi 20 mil actuaciones, fue miembro de la Academia de Bellas Artes de Francia, Apareció en varias películas y ganó el Premio Molière honorífico. Por si esto no fuera suficiente, escribió una novela con tintes autobiográficos titulada “Pimparello”. En definitiva, su personaje que semejaba un Pierrot de rostro blanco y boca roja se convirtió en un ícono teatral.

Cultivó el gusto por la pintura, a través de sus acuarelas y dibujos, y realizó series de litografías, ya que se sentía unido a las artes plásticas que dieron origen a su carrera. Tuvo la oportunidad de tener un encuentro en el aeropuerto de Orly, con su admirado Charles Chaplin, y pudo constatar que la admiración era mutua, ya que al verse, ambos se hicieron numerosas reverencias.

Este inolvidable mimo cerró los ojos para siempre en septiembre de 2007, a la edad de 84 años, mientras dormía. Genios de su altura no son comunes, por lo que no ha habido todavía quien pueda superarlo, lo que será siempre un gran reto para aquellos artistas que incursionan en la pantomima.

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