Pilar Faller Menéndez
El majestuoso santuario de Toshogu, se encuentra en Nikko, Japón, y guarda un tallado en madera, que ha sido representado mundialmente en muchos ámbitos, que es el de los tres monos sabios, que hasta el día de hoy sigue inspirando con su enseñanza tan sencilla, pero a la vez difícil de conseguir que es la siguiente: El mono que tiene tapados los oídos es el que nos aconseja: “no escuchar lo que te lleve a hacer malas acciones”, el mono que se tapa los ojos aconseja: “no ver las malas acciones como algo natural”, y el tercero, que se tapa la boca aconseja: “no hablar mal sin fundamento”.
Por lo general, la filosofía asiática no requiere de tantas palabras, sino del esfuerzo por comprender simples frases que encierran grandes verdades y que nos obligan a realizar un acto de introspección, lo que para unos es sumamente difícil en nuestra calidad de cultura occidental falta de contemplación.
Una tergiversación del significado de este retablo ha sido resumido como “ver, oír y callar” porque los occidentales tenemos la tendencia a querer simplificarlo todo. Tal es la popularidad de esta escultura de madera, que los tres monos aparecen en los llamados “emojis” del WhatsApp, los cuales se utilizan según la versión de cada quien, y desconocen la verdadera enseñanza que encierra.
El retablo data del siglo XVI y fue erigido en honor del Shogun Tokugawa Leyasun, la cual se nutre de las enseñanzas de Confucio y coincide con los tres filtros de Sócrates, que al igual que los monos sabios, establecen un código moral, y el misticismo que encierran las culturas orientales.
Estos tres monos sabios tienen una leyenda proveniente de la mitología china que es protagonizada por tres personajes: Kikazaru, el mono que no oye, Iwazaru, el mono que no habla y Mizaru, el mono que no ve. Cuenta la leyenda que estos tres monos fueron enviados por los dioses para cumplir con la misión de ser observadores y mensajeros, y tomar testimonio de los actos y malas acciones de la humanidad.
Estos singulares mensajeros de los dioses actuaron bajo un conjuro mágico que les otorgaba dos virtudes y un defecto: Kikazaru, el mono sordo observaba a todo aquél que cometía alguna mala acción, lo cual comunicaba a Mizaru, el mono ciego, que a su vez le comunicaba lo escuchado al mono Iwazaru que no hablaba, y quien era el encargado de cumplir con la pena impuesta por los dioses a los humanos.
La moraleja de la historia es la de mantener limpio el espíritu, utilizando la vista, el oído y la voz para engrandecerlo. Kikazaru era el mono más sabio y prudente, se tapaba los oídos para poder mantener su equilibrio ante ciertas informaciones, dejando a un lado la información inútil y dañina para proteger su integridad.
Iwazaru, el mono que se tapa la boca, es quien representa la necesidad de no transmitir el mal, y de ser cautos al no propagar historias falsas e inútiles. Mizaru, el mono ciego, quien elige quedarse con la luz, con aquello que es noble y nos ayuda a ser mejores, por lo que estos tres monos no son ni representan la cobardía de oír cuando nos conviene ser sordos, no mirar cuando se está cometiendo una injusticia, y no hablar cuando se requiere una denuncia, o la verdad.