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Dejaron mucho que desear los de Montecristo y de Los Cúes / Excelente monta, discreto toreo de Pablo Hermoso de Mendoza / Voluntad y buen hacer de Fermín Rivera / Sensacional en banderillas, perdido en capote y muleta Antonio García “El Chihuahua” / Tres cuartos de entrada

Por Jorge Canto Alcocer

Tan solo acercarnos a la Plaza de Toros “Mérida” bastó para darnos cuenta de que la convocatoria popular no había sido del todo exitosa. A paso lento, logrando acercar sus vehículos particulares a muy pocos metros del vetusto coso, los aficionados y asistentes fueron ocupando sin muchos aspavientos sus lugares. Tampoco fue contundente la respuesta de los medios de comunicación: fuimos los de siempre, sin las aglomeraciones y los tumultos que hasta hace muy pocos años provocaba el nombre de Pablo Hermoso de Mendoza. El rejoneador español, que en agosto pasado cumplió 30 años de alternativa, está sin duda cuesta abajo en la consideración del aficionado, y ya no representa aquel imán de taquilla que provocaba entradones y corridas extraordinarias por toda la geografía del Planeta Tauro. Desde hace años que se bajó de la competencia por el escalafón, desde hace años que privilegia la carrera de su hijo Guillermo, desde hace años que dedica más tiempo a criar y entrenar caballos de rejoneo que a torear profesionalmente. La noticia es que ese cambio ya es notorio en el prestigio, y Pablo Hermoso ha perdido la categoría de figura, que mantuviera durante más de 15 años. Se acerca, pues, la hora del balance y del retiro. Y su actuación meridana así lo manifestó, como comentaremos en su momento.

Probablemente la empresa centró su interés en Pablo, y no logró rematar su cartel. Dos matadores mas bien medianos, y un encierro de discreta presentación y escasas expectativas lograron convocar a alrededor de cinco mil concurrentes, no una mala respuesta, pero desalentadora si consideramos que se trató del cerrojazo de la temporada, y que no habrá toros de primera categoría en Yucatán por los próximos siete meses. La ocasión parecía oportuna para dar un trancazo, lograr un gran cartel, presentar a seis pavos de gran presencia y muchas expectativas, y dejar un tremendo sabor de boca para el tiempo del vacío. No fue así, y la temporada terminó en tonos grises, con algunas pocas luces nada más. Yerro mercadotécnico que no borra los logros y éxitos, pero que dejó muchos olés en las gargantas… y hay que recordar aquel dicho agitanado: “lo bien atoreao, es lo bien arrematao”. Nos quedamos con las ganas del remate y el triunfo conclusivo.

Fin de temporada, pues, en tonos menores: toreros menores, toros menores… un caballista venido a menos… la concesión de dos apéndices de escaso calado, bien a secas el concedido a Pablo Hermoso –la estocada fue trasera, notablemente trasera, y NO es cierto que eso sea justificable para los caballistas-, demasiado generosa la entregada a un “Chihuahua” que con las banderillas roza lo majestuoso, pero con capote y muleta se acerca a lo ridículo. Final insuficiente, insatisfactorio, pero final fáctico e impostergable. La temporada 2019-2020 es historia ya, y ello nos convoca, para los próximos días, a nuestro obligado balance. Por lo pronto, vayamos a la reseña.

En punto de la hora anunciada, y con poco más de tres cuartos en sombra y poco menos de tres cuartos en sol, hicieron el paseíllo el caballero español Pablo Hermoso de Mendoza, y los matadores mexicanos Fermín Rivera y Antonio García “El Chihuahua”. Como sobresaliente para el torero a caballo salió el novillero yucateco Roberto Gómez, y para el mano a mano de lidia ordinaria el matador Paco Rocha. Abrió plaza PABLO HERMOSO DE MENDOZA, enfrentando en primera instancia a PARDITO, de Montecristo, un cárdeno claro, bragado, nevado de los cuartos traseros, bien puesto de sus afeitados pitacos y apenitas en cuanto a trapío. Poco tino en los de castigo: el primero caidito, el segundo muy trasero. El bicho desde su salida mostró ser distraído, tardo y debilucho, y su condición, de manera lógica, fue empeorando a cada momento. Pablo continuó clavando en todo el toro, incluso, en banderilla al sesgo, en todo lo alto. Lo demás fue generalmente trasero, con algunas muy traseras y alguna en la paletilla. Mató pronto, de entera muy defectuosa. La gente se desentendió, y todo quedó en palmitas. Su segundo enemigo fue JARALEÑO, también de Montecristo, otro cárdeno claro, bragado, nevado de los cuartos traseros, exageradamente cornicorto y, como su hermano, discreto de presentación. Su primer rejón le quedó delanterito, y mucho mejor el segundo. Tras buenas chicuelinas del sobresaliente Gómez, anduvo acertado con los palitroques, clavando arriba y mostrando su extraordinaria monta. Centrado, serio, sin concesiones al multicéfalo, Pablo fue tejiendo una auténtica lidia ante un bicho que no tuvo grandes cualidades, pero tampoco malas ideas. Buenos cuarteos y sesgos, bien también en cortas y traserito a dos manos. Con el estoque, también traserito, que hizo pupa y puso a la gente de pie. Usía se lo pensó un poco: en sentido estricto, tenía una razón para negar el apéndice –la mala colocación del estoque-, pero varias para concederlo: buena monta, buena colocación, seriedad en el hacer y, por supuesto, una petición abrumadora. Optó por concederla, nos parece de manera atinada, por lo que Pablo paseó el auricular entre ovaciones y festejos.

En lidia ordinaria, el primer espada fue FERMÍN RIVERA, de la extensa dinastía de los Rivera Agüero, en la que pasan lista de presencia las figuras mexicanas Fermín Rivera Malabehar y Francisco “Curro” Rivera, abuelo y tío del actual Fermín, quien es un torero de buen gusto y recursos, pero que no ha dado aún el paso hacia adelante. Mató en primera instancia a ARCINERO, de Los Cúes, como todos los de a pie, un negro zaino, bien puesto, agalgado, de trapío discreto. Suaves verónicas, del tercio a los medios, que le ovacionaron con justeza. Un piquetito, y el bicho comenzó a caer a cada paso. Rápidos los rehileteros, tras de lo cual empezó el concierto de la invalidez. Cada muletazo era rubricado por una aparatosa caída, complicación a la que se aunó el fuerte vendaval que sopló toda la tarde. Sin opciones, el potosino se tiró a matar en corto, dejando media tendida que fue suficiente. Palmitas. Su segundo enemigo fue FAROLERO, otro zaíno, pero este bien puesto y bien presentado. Buena tanda de verónicas, y, tras un piquetito, un quite por suaves chicuelinas. Tras rápidas banderillas, otra vez la misma canción: mucha voluntad de Rivera, poquísima fuerza del bicho. Por un momento pareció que el diestro obraba el milagro, merced a su habilidad para torear a media altura y sortear a la vez el viento y las medias embestidas del burel. Por la derecha, efectivamente logró algunos derechazos muy meritorios, aunque al natural el astado punteaba y se quedaba aún más corto, por lo que nada logró con esa mano. Ya con el bicho arrastrando la lengua, dejó media caída y tendida, que fue suficiente. Fuerte y merecida ovación, saliendo el matador al tercio para agradecerla.

El chihuahuense ANTONIO GARCÍA “EL CHIHUAHUA”, es un torero de media tabla, que en los últimos años ha logrado algunos triunfos resonantes, y se le ha intentado atribuir fama de “gitano”. Desde el paseíllo lo vimos mostrando su desparpajo, y en la lidia no respetó nunca su colocación mandatoria, lo que le valió un par de llamadas de atención del Dr. César Briceño, juez de callejón. Lo vimos auténticamente perdido con capote y muleta, sin técnica, sin gusto, con un quehacer a la trágala, sin plan ni armonía. De pronto algún lance espectacular, pero generalmente muchos fallos y accionar eléctrico. Venía también precedido de fama como banderillero y… ¡vaya que ahí sí cumplió! Espectacular en procedimientos, aceptable en colocación, sensacional en sus galleos, dio vuelta tras cada uno de sus segundos tercios, ganándose al público para el tercio final. Sin embargo, no nos parece que pueda ni quiera madurar ni mejorar… gana contratos y lleva cierta cantidad de público toreando mal, lo que para sus fines parece suficiente. Primero enfrentó a OLOTERO, un zaino, listón, bien armado, de buena presencia. Lo recibió con una larga cambiada de rodillas, y nada más. Tras un piquetito, ensayó la chicuelina antigua, con pocos frutos. En banderillas, un cuarteo caidito, otro traserito y un sesgo al violín, de buena colocación, adornado con emocionantes galleos. Como lo jalearon fuertemente, aprovechó para darse la vuelta. Débil y complicado, OLOTERO no permitió el menor lucimiento, y García tampoco paró los pies en ningún momento. Tirándose desde muy lejos, dejó entera delantera y caída, que mató sin puntilla, por lo que algunos de los habitantes de la Villa de los Melones sacaron sus pañuelitos, pero fueron bien ignorados por el Juez Zapata, dando el norteño la vuelta al ruedo. Cerró plaza PARIENTE, un zaino cornicorto y mogón, muy bajito, el de menos trapío de los seis lidiados. De nuevo una larga cambiada de rodillas, y ya. Otro piquetito, y el bicho a rodar, por lo que los intentos de García por instrumentar la chicuelina fueron inútiles, aunque si remató de manera espectacular y extraña con una especie de manguerazo de Villalta en tres tiempos. En banderillas, corriendo hacia atrás dejó un par en todo lo alto, un cuarteo caidito y un violín trasero, pero todo rubricado, nuevamente, con galleos realmente fantásticos y que pusieron de pie al multicéfalo. García se arrancó con otra vuelta, en olor de multitud. El bicho siguió la misma tónica de la nula fuerza, pero en esta ocasión el buen estilo llegó al grado de la dulzura, por lo que pudo haber cuajado una faena de calidad, pero nuevamente lo desperdició en parones, muletazos eléctricos y desplantes absurdos. Pero los de la famosa Villa hicieron mayoría y marcaron tendencia, por lo que, tras cobrar entera delantera y tendida, que tiró patas para arriba, la petición fue mayoritaria, sancionándola, generosamente, la autoridad.

De esta manera discreta, sin grandes triunfos ni impactantes fracasos concluyó la temporada 2019-2020 de nuestra querida Plaza de Toros “Mérida”. Nos queda el balance, compromiso que cumpliremos en los próximos días. ¡Quedamos pendientes pues!

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