Yucatán

¿A qué se le llama 'Kitsch”?

Pilar Faller Menéndez“Kitsch es la obra que, para lograr que se justifique su función estimuladora de efectos, se pavonea con los despojos de otras experiencias, y se vende como arte sin reservas”.Umberto Eco, “Historia de la fealdad”.

El término kitsch surgió para denominar un concepto estético y cultural que surgió como una ironía que relacionaba el arte barato y el consumismo, y que en la actualidad se refiere a una estética inadecuada que también permite comprender tanto la diversidad cultural como de las artes contemporáneas, que muchas veces son relacionadas con esta definición que promueve efectos considerados baratos, sentimentales y que tienen como objetivo el consumo masivo.

Este término comenzó a utilizarse entre 1860 y 1870 entre los comerciantes y pintores de Münich que se referían al material artístico barato. Aún no se ha encontrado una traducción para este término, aunque pudiera decirse que es primo hermano de lo cursi. Hay quienes sostienen que proviene del verbo alemán verkitschen que significa “fabricar barato”, o de otro verbo: kitschen que en una parte de Alemania significa recolectar basura de la calle para reciclar, o bien transformar muebles viejos.

Es hasta el siglo XX que el término se vuelve internacional implicando una estética inadecuada, en la que puede estar implicada obras de arte, pero que por la forma en que se expone se considera de pésimo gusto, como aquellos que quieren, a través de éstas, demostrar su riqueza, exhibiéndola en sitios inadecuados. O bien, quienes con copias ridículas y burdas decoran sus hogares.

Asociado con el consumo masivo, el kitsch es considerado producto de la modernidad que distribuye la belleza (o al menos eso cree) como un producto más que puede fabricarse en serie y que más que la estética, obedece a la ley de la oferta y la demanda, también se ha considerado como una mezcla que se ha realizado en la actualidad de lo gótico, rococó y barroco.

Clement Greenberg, un influyente crítico de arte estadounidense escribió acerca del kitsch: “Donde existe una vanguardia, generalmente, también encontramos una retaguardia. Cosa cierta –con la entrada de la vanguardia–apareció un segundo fenómeno cultural nuevo en el Occidente industrial, aquella cosa a la que los alemanes llamaron kitsch... kitsch es experiencia sustitutiva y falsa sensación”.

Muchos han sido los críticos que han opinado acerca de este estilo, que no ha salido muy bien parado, aunque personalmente, lo encuentro algo divertido y atrayente, por su pretensión de simbolizar opulencia, cayendo en lo ridículo y cursi, a lo que puede encontrársele cierto encanto, si no lo hacemos propio.

La literatura no ha sido inmune al kitsch el cual ha sido dividido entre propaganda y entretenimiento. En este último se utilizan recursos rápidos y predecibles, sin que el lector tenga que realizar esfuerzo alguno, buscando un medio para escapar del tedio, y son por lo general producciones pequeñas que pretenden sorprender así como remover pasiones. Umberto Eco lo definía como el mal gusto en el arte cuyo efecto buscaba un efecto sentimental provocado, por lo cual en cierta forma es una mentira artística.

Si miramos a nuestro alrededor, encontraremos que tanto en la música pop, los cómics y hasta las tarjetas navideñas el kitsch está presente y fluye como los ríos en una sociedad de consumo del que parece que no podremos escapar, aunque en defensa de este término considerado peyorativo, hay que reconocer que hay gustos para todo.