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Ariel Avilés Marín

En el año 1920 abrió sus puertas uno de los hoteles más antiguos y tradicionales de nuestra ciudad, el Hotel Colón. Desde su inauguración, el hotel adoptó un lema para publicitarse: “Su casa, lejos de casa”. Este tradicional negocio de hospedaje fue pionero en varios aspectos de sus servicios. Con el correr del tiempo, fue sufriendo varias reformas y añadiendo modernas instalaciones que dieron mucho de qué hablar en su momento; tal es el caso de sus proverbiales baños de vapor privados y entre ellos su espectacular departamento con piscina y techo de espejos, que hicieron época en Mérida. Originalmente, el edificio del Hotel Colón fue de una arquitectura encuadrada en el estilo colonial mexicano; con el devenir del tiempo fue sufriendo varias reformas, la más significativa de ellas fue la inclusión de elementos Art Deco en su fachada, rasgos que conserva hasta la actualidad. En el correr de estos cien años, dos elementos decorativos han adornado invariablemente el vestíbulo del lugar, un gran reloj de pie, de los popularmente conocidos como “big dady”, o “reloj del abuelo”, y un gran perro de cerámica, un gran danés, expectante, soberbio, sentado sobre sus pata traseras, y que por un siglo ha sido, y es, un emblemático guardián de nuestra ciudad.

El gran perro, sentado incansablemente a la entrada del tradicional hotel de nuestra ciudad, es un soberbio ejemplar de la raza canina conocida en el mundo como Gran Danés. Esta raza, que pertenece al grupo II de las razas caninas, tiene como función zootécnica la guardia y protección de los bienes de su amo, aunque el gran danés dista mucho de ser un perro fiero y agresivo, más bien es un cordial gigante, siempre dispuesto a jugar y a festejar todo lo que los integrantes de su familia quieran emprender con él. El gran danés se llama así por tan sólo una tradición canófila, pues realmente su origen está en Alemania. En este mismo ámbito, la canofilia, a esta raza popularmente se le conoce como “el apolo de los perros”, por su musculosa presencia y su figura atlética. Su remoto origen está ubicado en el S. XVI, de cruzas sucesivas del Bullenbëiser, antiguo mastín alemán, gran perro cazador de jabalíes. A esta antigua y fuerte raza le fue agregada sangre de lebrel, para imprimirle agilidad y velocidad. A la raza se le conoce también como Dogo Alemán o Alano Alemán.

La soberbia figura de cerámica, en el recibidor del hotel, es también originaria de Alemania. Se trata de un trabajo de la llamada porcelana de pasta blanda, y fue hecha en la Casa Rosenthal, una factoría de prestigio universal. Algunas voces nos han dicho que, originalmente, era un par de hermosos perros los que custodiaban la entrada del hotel, pero no hemos encontrado rastro o prueba alguna de la existencia del segundo ejemplar de gran danés. En nuestra memoria, el fiel guardián, ha sido siempre un vigilante solitario y atento, que nunca ha abandonado su puesto. El gran danés es un perro muy impactante por su gran tamaño. En mis recuerdos infantiles tengo muy presentes las enormes figuras de una pareja de estos perros, eran los guardianes de una gran casa, ubicada en la calle 70 del centro de esta ciudad, la Quinta Pretoria. Al lado de esta casa, vivían, el Dr. Raúl Cárdenas Torre y su esposa Doña Elsa Pérez, grandes amigos de mis padres, y a quienes visitábamos con frecuencia. Antes de entrar a la casa de la familia Cárdenas Pérez, era obligado que, a través de las rejas, jugara con mis amigos, los perros gran danés, que se llamaban Canica y Caruso. Su recuerdo está grabado profundamente en mi memoria, cómo algo muy grato. De la Quinta Pretoria, sólo queda mi recuerdo; en su lugar, y el de varias casas aledañas más, hoy se levanta una enorme construcción de la Iglesia Mormona, profusamente revestida de mármol y con una gran estatua de Minerva en su techo. Una agresión más al patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad.

La fisonomía de nuestro Centro Histórico, ha variado y va variando en el tiempo; viejas construcciones van cediendo su lugar a edificaciones nuevas, concebidas en los cánones de la arquitectura contemporánea; muchas de nuestras calles, al paso de los años, van cambiando su aspecto paulatinamente, y sin sentirlo, nos adaptamos a la nueva imagen, y en nuestro recuerdo se va borrando la imagen que antecedió a la actual; sólo algunas cosas extraordinarias, de esas que podemos llamar emblemáticas, viven presentes en nuestra memoria, y las evocamos cuando algo inesperado hiere nuestro recuerdo, y con ello, vuelven a la vida y se hacen presentes. Es por eso que es muy grata la presencia de una figura que siempre ha vigilado nuestro paso por la calle 62, una mirada fija y sostenida, una mirada que evoca muchas épocas que han desfilado ante sus ojos y que se han disuelto en el aire, como tantas otras cosas que han pasado en esta nuestra ciudad. Es muy afortunado pasar por la calle 62, y de pronto, toparse de frente con la erguida, fuerte y soberbia figura del gran danés, sentado sobre sus patas traseras, y saber que está ahí, como siempre, como lo que ha sido tanto tiempo, un guardián centenario de nuestra ciudad.

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