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Yucatán

Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

Un yucatequismo que se hizo viejo en Yucatán y ahora no suena tanto. Es un diminutivo amable y afectivo con el que una persona contrata con un taxista el servicio de una “llevada”. Mas aquí hemos de observar que ya el diminutivo indica que el cliente no pretende que lo transporten a Progreso o a la hacienda Teya, sino sencillamente a un sitio cercano (unas 7 u 8 cuadras, un par de kilómetros, o algo por el estilo).

Es cuando surge la delicada voz “dejadita” (dejar a alguien en cierto sitio vecino) y el taxista y el cliente acaso entablen un breve “estira y encoge”, sobre el costo del transporte. Esto es, negociar la “dejadita”.

La “llevadita”

Además de la dicha, no es raro escuchar que se hable de una “llevadita”, que viene a ser lo mismo, palabra que quizás se origine en las viejas calles de la Ciudad de México. Por supuesto que “la llevadita” comprende o debe comprender cortas distancias, al igual que la “dejadita”.

También en el argot de los cocheros se emplean ambos diminutivos.

Ejemplo:

-¡Hey, taxi, hey taxi! -le grita el Julianillo a un taxista que, como los viejos toretes y vaquillas que usaba a enfrentar el mataor, casi le recorta la nariz:

-¡Sí jefe! -responde el chofer enfrenando el carro- ¿Pa’ dónde va?

-Mira, cuate -dice el otro- mi amigo el Chucho y yo sólo queremos que nos des una “dejadita” por San Ignacio… ¿A cómo sale?

-Oiga cuate -responde el taxista- esa no es una “dejadita” sino una “dejadota”: para ti es sólo un quinientón…

-¡Oye, pero si no vamos a Progreso!

-¡Pos como si lo fueran…! Y haciendo chirriar los neumáticos de su carcacha se alejó de la parejita dejándolos chiflando en la loma.

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