PROGRESO, Yucatán, 18 de junio.- Las esposas de los pescadores encomiendan a sus maridos a los santos cuando éstos se van al mar a realizar sus actividades pesqueras; muchos padres no pasarán este domingo con sus hijos.
Milagros Eunice Ventura Chacón, joven madre de familia, dijo que este Día del Padre su hijo Giovany Alejandro M. V. no tendrá los brazos de su padre, Eduardo Alejandro Martínez Sunza, quien se encuentra laborando en altamar para cubrir las necesidades de la familia.
En este trabajo rudo, las madres tienen que cumplir con varias tareas, encomendadas a la familia y siempre estando al pendiente de sus hijos. Doña Milagros recibió al corresponsal del POR ESTO! en su hogar esta tarde de jueves, a pesar de la pandemia, con los medidas de higiene por el COVID-19, para dar a conocer cómo lo pasan las esposas de los pescadores muchos días con la ausencia del jefe del hogar.
Desde luego, el niño extraña a su padre, pero está consciente de que éste se hace a la mar por jornadas laborales que van de 15 a 20 días, para después verlo entre 3 a 4 días mientras el barco pesquero vuelve avituallarse, para que después el hombre de mar deje su hogar y continúe con sus labores de pescador de mediana altura.
Las oraciones de sus familiares siempre están pendientes cuando está de pesca, aun sabiendo que, en caso de una tempestad, el patrón buscará un refugio para resguardar la embarcación junto con sus tripulantes.
Cuando papá vuelve a casa, ayuda en los trabajos pendientes del hogar sale a pasear con la familia, van de compras, realizan pagos; desde luego, todo esto dependerá de cómo le haya ido en su jornada laboral durante la pesca, que es la actividad que ha elegido, en la cual agarra experiencia con el paso de los años, hasta llegar a hacer carrera dentro de la pesca, llegando a ser patrones de costa, que es la cúspide de los padres pescadores, donde podrán realizarse profesionalmente para juntar dinero y mantener su hogar de forma desahogada.
Sin embargo, ahora con la pandemia del COVID-19 saliendo de la veda del mero, la vida de la familia de los pescadores –como de todos los trabajadores– está con restricciones, ante los anticipos de 4 a 5 mil pesos que les dan antes de hacerse a la mar.
En caso de que la familia tenga una enfermedad o algún contratiempo, la esposa acudirá al armador o la congeladora donde su marido trabaja, donde recibirá apoyo, el cual al retorno de éste se ajustará a lo ganado, rindiendo cuentas con su patrón.
La esposa menciona que en este tiempo, los hijos se acostumbran a vivir la ausencia del padre y después disfrutarlo cuando éste regresa para pasarla, en familia en sus cortos periodos en el puerto.
En la vida del pescador no existen las fechas festivas de Navidad, Año Nuevo, cumpleaños, aniversarios de boda, Día del Padre o lo que fuera, y en la vida del pescador hay un lema: “tú haces la fiesta y para que ésta se realice necesitas dinero, sino lo tienes, simplemente no hay fiestas” y esto aplica en las celebraciones más significativas, como son las navidades e inicios de año, cuando buscan (de ser posible) estar en casa una de estas celebraciones.
El padre que se va a pescar deja dinero para la comida y cuando hay buena pesca, se ahorra para las mejoras de la casa o para algunos lujos, siempre y cuando el padre sea consciente de las necesidades de la familia, aunque algunos –con todo respeto– cobran su dinero y se van a celebrar a las cantinas, y es cuando surgen problemas en las familias de los hombres de mar por falta de dinero.
Pero las familias viven momentos de angustia, momentos que no se quieren recordar, como fue el caso del padre del niño; el pescador Eduardo Alejandro Martínez Sunza, conocido como “Chorepas”, cuando tenía 22 años de edad, se extravió en altamar y fue hallado –a Dios gracias– sano y a salvo a bordo de su pequeño alijo. Después de que el pescador no probó agua ni alimentos durante los seis días que estuvo a la deriva, afortunadamente fue rescatado por la embarcación “Arcturus” P-1108 de la Novena Zona Naval de Yucalpetén. “Esto fue un 19 de enero del año 2012”, indicó dona Milagros, quien recuerda que su pareja durante mucho tiempo tuvo pesadillas y se levantaba gritando, inclusive pensó dejar de ser pescador, pero ese es su trabajo, su destino, y ahora se encuentra pescando como de costumbre.
“Pero es un buen padre que hasta la fecha en todo momento está pendiente de su hijo y, por esta parte, no tengo queja, las familias de los pescadores transcurren de esta manera”, concluyó.
(Texto y foto: Julio Jiménez Mendoza)