Campesinos y pequeños productores de ganado, ante la desesperación de haber perdido casi todas sus cosechas por la tormenta tropical Cristóbal y ante la falta de apoyos, han decidido empezar a matar su ganado para darle de comer a sus familias y vender un poco de carne a fin de obtener los ingresos que les permitan iniciar nuevamente los trabajos en los campos agrícolas de esta localidad.
Eran cerca de las tres de la madrugada de este jueves cuando Isidro Flores Flores, Eduardo Peniche, Carlos García, Erick Ruiz y Luis González se preparaban para sacrificar a un toro que, durante mucho tiempo, don Carlos alimentó en sus pequeños corrales que se encuentran dentro de su predio.
Con paso lento y con la mirada al suelo va viendo dónde pisa. Este hombre de la tercera edad se le nota cansado, pues se encuentra enfermo y es dializado, sin embargo, es fuerte y se niega a dejar los campos que tantas satisfacciones le han dado al tener una familia con algunos profesionistas.
También se pudo observar que pese a la contingencia sanitaria, los productores no usaban cubrebocas ni ningún otro medio de prevención cuando se disponían a sacrificar al animal.
“Perdimos todo”
“Perdimos casi todo, una parte de los chilares, calabaza, sólo a los elotes no les pasó nada, pero lo que vamos a hacer es agarrar un poco del ganado para comer porque si no nos morimos de hambre; el domingo pasado nos comimos un ternero y ahora matamos un toro de 500 kilos para que nos duren los alimentos y también un poco para vender a falta de ingresos”, dijo.
Agregó que todos viven de la producción del campo, por lo que carecen de un sueldo, vacaciones, aguinaldo y prestaciones de ley.
Lamentó que los apoyos del Gobierno no son suficientes. “Nos mandaron unas despensas pero eso no es lo que necesitamos en el campo; requerimos insumos, fertilizantes y herbicidas, pero, donde hemos visto que sí ha llegado la ayuda es en los municipios cercanos”.
En un tiempo trabajó como albañil durante la construcción de una de las Facultades de la Universidad Autónoma de Yucatán, UADY, pero luego de tres o cuatro años prefirió dedicarse al campo.
“Yo tengo toda la vida trabajando en el campo, sembrando y criando ganado, nunca me gustó ir a trabajar a Mérida; desde los 20 años empecé a sembrar y estar al pendiente de las tierras, porque antes fui ayudante de albañil”.
Recordó que cuando construyeron la Facultad de Veterinaria en Xmatkuil, la zona era puro monte.
Cuenta que no tuvo la misma oportunidad de ir a la escuela como la que les ha dado a sus hijos que, en el caso de dos, pudieron titularse.
“Yo no tuve la oportunidad, pero a mis hijos los mandé a la escuela; tengo dos hijos profesionistas, uno es Contador Público y el otro Administrador de Empresas, los otros seis se dedicaron del campo y al hogar las mujeres.
Agregó que ser campesino no es fácil porque cuando les va bien les alcanza para pagar el dinero que les prestan para sembrar, pero cuando no te va mal está duro
“Por eso comprendo a la gente de las zonas maiceras que perdieron toda su milpa y no buscan qué hacer”.
Opinó que los apoyos que da el Gobierno deben de llegar al campo para que vean quién está trabajando y que le echen la mano.
Igualmente lamentó que muchos de los que reciben apoyos ni siquiera trabajan, incluso reciben bombas de agua y las venden.
“Es necesario que visiten pueblo por pueblo, terreno por terreno, a ver si el que dijo necesitar la ayuda está trabajando las tierras”.
Ayer se vieron en la necesidad de sacrificar un toro y así acabarán con lo poco que les queda.
(José Luis Díaz Pérez)