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Creatividad salva a los artesanos de Kimbilá para tener ganancias a pesar de la pandemia diseñando prendas con bordados creativos para atraer clientes

La creatividad de diseñadores y costureros de Kimbilá ha permitido que varios de sus 55 talleres y tiendas de ropa artesanal sobrevivan ante la caída de las ventas por la pandemia del COVID-19, al cambiar la producción de guayaberas, ternos y blusas por cubrebocas con vistosos bordados que son demandados actualmente en varias entidades del país e incluso en ciudades de Estados Unidos.

Ubicado a 59 kilómetros de Mérida, la comisaría perteneciente al municipio de Izamal es conocida como el centro de la producción de ropa artesanal de Yucatán y durante todo el año numerosos grupos de compradores locales, nacionales y extranjeros llegan a la comunidad para surtirse de la amplia variedad de modelos y colores en ropa para toda la familia.

La característica de la producción de esta localidad son los bordados que los diseñadores y fabricantes le imprimen a sus prendas, haciéndolas únicas por ser modelos propios de cada taller e incluso personalizados, según la petición del cliente.

Ruta de compras

Al respecto, el comisario municipal Carlos Alberto Can Uitz explicó que la economía de Kimbilá, que registra una población de 5 mil 765 habitantes, se sustenta en un 95 por ciento en la producción y venta de las prendas artesanales que se elaboran y se expenden en unos 30 talleres y 25 tiendas.

El cinco por ciento restante de las actividades económicas complementarias de la población se basan en la producción de henequén y sus fibras y la apicultura.

Es tal la fama y trascendencia que ha tenido la fabricación de ropa artesanal en esta localidad, que varias agencias turísticas han incluido a Kimbilá en sus rutas de paseos y compras.

Agregó que resulta ya común la llegada de varios autobuses repletos de visitantes que se estacionan en la plaza para recorrer las tiendas y talleres a fin de adquirir cientos de productos como guayaberas, ternos, vestidos, blusas y ropa general para toda la familia.

Mayoristas de otros Estados

Indicó que también acuden compradores mayoristas que se llevan grandes volúmenes de prendas, similar al movimiento que sucede en Belice, Puebla y otros lugares ya tradicionales, donde los comerciantes acuden a surtirse de productos para luego revender.

Sin embargo, la pandemia del coronavirus vino a trastocar esta creciente actividad comercial y turística al suspenderse todo movimiento y, con ello, la paralización de la producción y venta de las ropas.

Actualmente sólo un 10 por ciento de las tiendas de la localidad se mantienen abiertas, en tanto que los talleres probablemente un 30 por ciento, pero incluso con escasa producción.

Antes del COVID-19, prácticamente todo el año se registraba un buen movimiento comercial, pero con mayores ventas en los períodos de verano, clausura de cursos escolares y fiestas de fin de año. Las dos primeras fechas ya se perdieron y la única esperanza para vender un poco este año se finca en diciembre, aunque la realidad es incierta porque dependerá de la normalidad que pueda registrarse según la evolución que se tenga del coronavirus.

Sin embargo, la necesidad hace a las personas más creativas, como sucedió con varios productores al cambiar temporalmente de giro y dejar de fabricar prendas artesanales por los cubrebocas bordados con diferentes figuras e imágenes.

Hasta San Francisco y Carolina

Isaac Moisés Pat Llanos, quien desde hace 10 años se dedica a la elaboración de ropa artesanal,  optó por comenzar a fabricar las mascarillas con diversas figuras ornamentales y ahora surte pedidos no sólo locales, sino de varias partes del país, como Tijuana y Sonora, así como de Estados Unidos, particularmente de San Francisco y Carolina del Norte.

La manera como se dio a conocer fue algo fortuito, según explicó a los reporteros de POR ESTO!, pues todo se debió a la presencia en la comunidad de representantes de una cadena de televisión a quienes les interesó la figura de una niña maya pintada en el muro del campo de béisbol, que portaba un cubrebocas bordado.

Resulta que el artista que dibujó a la niña y a otros personajes era su hermano Uriel, y cuando le preguntaron si sabía quién hacía cubrebocas bordados en la localidad, “dijo que era yo, su hermano, y fue así como me vinieron a entrevistar y a dar a conocer por la televisión lo que hacía en mi taller”.

Calidad de exportación

Explicó que actualmente elabora los modelos Premium, a 35 pesos la pieza y los de calidad de exportación, a 40 pesos, con vistosos bordados de girasol, flores, mariposas, gallos y la imagen de Frida Kahlo, entre otros diseños.

Las mascarillas constan de tres capas: tela de lino, pellón y popelina, lo que las hace resistentes y evitan la penetración de partículas, además de que son lavables.

Hizo notar que, al inicio de la pandemia, comenzó a elaborar pedidos de cientos de cubrebocas desechables, pero los dejó de hacer porque la maquila era muy barata y requería un trabajo muy agotador con apenas 100 pesos de ganancia por jornada.

Aseveró que la demanda temporal de las mascarillas artesanales ha permitido que sobreviva su negocio (al igual que otros de la localidad) mientras se restablece la normalidad de las actividades comerciales y turísticas.

En condiciones normales la producción de prendas las enviaba a los mercados de Tijuana, Sonora, Tepic, Oaxaca, Ciudad de México, Aguascalientes, Campeche entre otros. También tiene clientes de Francia, Estados Unidos y España.

A la localidad también han acudido turistas de Italia, Argentina, Brasil y de Guatemala.

La producción de prendas en la localidad es tan alta que ocasiona que acudan a trabajar personas de localidades vecinas, lo que significa que en el pueblo prácticamente el desempleo sea mínimo, según acotó el comisario municipal.

En el recorrido en la comunidad se pudo observar que la mayoría de las tiendas estaban cerradas y las pocas que tenían abiertas sus puertas prácticamente no tenían clientela.

La venta de cubrebocas es común en varias tiendas, como se constató en “Diseños Alma”, en donde hasta la maniquí portaba una mascarilla con flores bordadas en vistosos colores.

Por Rafael Mis Cobá

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