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Yucatán

Desde los nueve años comenzó con esta labor, que a lo largo del tiempo le ha permitido sacar adelante a su familia.

Francisco Sáenz Catzín, aseador de calzado y contador público, prefirió la primera de sus actividades porque la considera “dinero en efectivo”, oficio al que ha dedicado cuarenta y cuatro años de vida y que espera ejercer hasta que el destino se lo permita.

Francisco recordó que desde los nueve años de edad comenzó a trabajar en el oficio de bolero. De lunes a viernes, después de salir de clases, almorzar y de hacer la tarea, se iba con su cajita al ex cine Aladino; mientras que los sábados iba al seminario, sitio al que solo fue un lapso de tres años, cuando Fernando Ruiz Solórzano era arzobispo de Yucatán. Ahí estudiaban José Rafael Palma Capetillo, que llegó a ser Obispo Auxiliar y que fue sacerdote de su familia, así como Jorge Carlos Patrón Wong, entre otros padres a los que les aseaba sus zapatos.

Apuntó que, con una beca de la finada María Cárdenas Berny, terminó la carrera de contador y fue administrador del Centro Médico del Sureste durante cuatro años, institución de la Unión de Camioneros, durante la época de Raymundo Vargas Cruz, hasta que ésta cerró.

Luego estuvo en la gasolinera de Loret de Mola durante un año, después trabajó en la Junta de Agua Potable y durante 15 años fue contador y jefe de mantenimiento de la tienda naturista Pronat, donde consiguió su casa de Infonavit. Finalmente, laboró para la cadena de cines Hollywood, donde consiguió reunir los puntos necesarios para jubilarse. Sin embargo, comentó que lo más importante es que, a lo largo de todos esos años, nunca abandonó su oficio de bolero.

Explicó que, cuando terminaba de trabajar a las cinco y media de la tarde, agarraba su cajón y se iba al parque Hidalgo a limpiar calzado hasta las nueve de la noche. Por eso, piensa que asear calzado es dinero en efectivo, al grado de que en todas partes donde trabajó jamás pidió un adelanto de sueldo o préstamo, porque gracias a la boleada nunca le ha faltado dinero para sobrevivir, pero, eso no significa que haya vivido días difíciles, es decir, días en los que no había demanda, por causa de sus principales enemigos, que son las lluvias y durante las vacaciones de semana santa, de julio y agosto; fuera de ello, destacó que sus amigos o fieles clientes, nunca lo han abandonado.

Carnaval

Francisco señaló que solo durante la celebración anual del carnaval, cuando este se realizaba en el Centro de Mérida, era cuando momentáneamente cambia su oficio de bolero para vender bolis frente al antiguo edificio del Olimpo, donde despachaba hasta 800 bolis.

Apuntó que esa fue una de las maneras a través de las que pudo sacar adelante a sus tres hijos, de los cuales ahora tiene seis nietos.

Comentó que cuando, debido a la pandemia, tuvo que estar encerrado se estaba enfermando, porque es una persona acostumbrada a trabajar y, como dicen en maya, estaba chocnac (inquieto). Reconoció que en esos momentos sintió que no sabía lo que quería y solo se alivió cuando pudo salir y ver a sus amigos y a la gente en la Plaza Principal; entonces comprendió que eso era realmente lo que necesitaba.

Considera que las personas de la tercera edad se enferman cuando sus familiares no les permiten salir, por temor a los contagios del COVID-19, pero dijo que si les permitieran estar fuera un momento, “creo que al regresar a sus hogares lo harán más contentos, solo que ahora por la pandemia el riesgo que corren es mayor, por eso hay que buscar la manera de mantenerlos entretenidos para evitar que el encierro los enferme”.

“Soy un individuo acostumbrado a trabajar los 365 días del año y solo falto cuando se enferma o por las condiciones del tiempo”, sostuvo.

Nadie quiere ser bolero

Sáenz Catzín lamentó que hoy día nadie quiera dedicarse a ese oficio, porque son muchos los que piden una oportunidad para trabajar de esta forma, pero “a los ocho días renuncian y se van cuando se dan cuenta que no hay descanso y piensan que se van a llevar la lana, pero no es así”, apuntó.

Reveló que la clave para salir adelante es la persistencia, el no faltar, dar un trato amable al cliente, un buen servicio, aun cuando estos lleguen molestos; dijo que hay que saber escucharlos, darles la razón y sobre todo, si uno tiene un problema familiar o laboral, no debe desquitarse con el cliente para que éste quede satisfecho con el trabajo y regrese.

Después de casi ocho meses de no trabajar en la Plaza Grande, muchos de sus clientes comenzaron a regresar poco a poco; es por eso que siempre hay tres o cuatro pares de zapatos junto a su silla, esperando ser boleados.

Como llegó a ser líder

Explicó que, cuando acababa de ingresar la Unión de Aseadores de Calzado de Mérida, fue al Palacio Municipal a limpiar el calzado de un exalcalde -cuyo nombre no pudo recordar-, por lo que intentaron suspenderlo, pero logró evitar el castigo cuando el secretario general de su sindicato le preguntó para qué partido trabajaba y su respuesta fue: “Mira, yo vengo a trabajar, para mantener a mi familia, porque cuando llego a la casa mis hijos no me preguntan a qué partido le trabajo o a qué licenciado, lo que piden es comida y si ustedes me suspenden los demando” y a partir de eso, muchos lo conocen como “El rebelde”.

Con el paso del tiempo, lo eligieron secretario general, cargo que desempeña desde hace 25 años, y durante todo ese lapso se ha dedicado a defender los derechos de los agremiados.

Reveló que desde pequeño aprendió a elaborar las pinturas para asear el calzado, incluso hay una que prepara con semilla de aguacate que combina con otras tintas.

Por último, dijo que hace diez años le puso a su silla por nombre el “Bolero aquel”, después de participar en un promocional de un producto para aseo de calzado al estilo de “Cantinflas” solo que, en esa ocasión, en uno de los diálogos se le escapó una palabra en maya y entonces el director del comercial le pidió que le enseñara algunas palabras en esa lengua pero para regañar a sus empleados.

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