“El COVID-19 cambió la forma de vida, pero no pudo detener el trabajo”, comentó Edilberto Hernández Borges, quien el pasado día 23 cumplió 91 años de vida, de ellos 80 años trabajando como artesano zapatero, actividad que inició a los 12 años.
De mente muy lúcida y con carácter alegre y sonriente, recordó que en la década de los 60 esta población era identificada como una de las comunidades con mayor número de zapateros reconocidos por su alto nivel de trabajo artesanal, mencionando a algunos de ellos: Gilberto Pardenilla, Fernando Pamplona, los hermanos Leonel, Luis y Rubén López Canto, Leo Quintal, Rafael Castilla (padre) y Jorge Castilla, Gonzalo Franco Reyes y sus hijos, entre otros.
Aclaró que son artesanos porque trabajaban con herramientas manuales, no existían las máquinas electrónicas y comenzaba apenas la máquina de coser de pedal, así que el zapato, sandalia, se confeccionaba, pieza por pieza a mano, desde los moldes y los cortes hasta poner la suela y el acabado, es por eso que las zapaterías estaban organizadas por áreas.
Agregó que una característica de esa época que le dio la calidad al trabajo de la zapatería es que se utilizaban pieles curtidas de distinta clase de animales, y los zapatos eran personalizados, ya que el cliente elegía la piel, el modelo, color y estilo, que varía desde zapato cerrado, bota, media bota hasta mocasín.
No se trabajaba en línea como ahora que las fábricas de calzado elaboran miles de zapatos iguales, con lo que prácticamente acabó con la zapatería artesanal.
“Extraño salir a la calle con mi bicicleta a repartir la venta de sandalias y zapato de yute que me pide la gente, ya que mis hijas no me dejan salir por los contagios de COVID-19 y dicen que a mis 91 años soy vulnerable a la enfermedad, así que en el aislamiento en mi pequeño taller continúo trabajando, pues el trabajo es lo que me da vida, el día que ya no trabaje es porque ya no estoy en este mundo”, dijo el alegre zapatero de corazón, “don Edil”, como es ampliamente conocido en esta ciudad.
SY