A más de un año de que inició la pandemia del COVID-19 en Yucatán, más de 29 mil pacientes se han recuperado de este padecimiento. Entre ellos, Tomás Mar, quien pese haber sido intubado durante un periodo aproximado de 15 días en la “zona cero” de las Unidades Médicas de Alta Especialidad (UMAE) del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), logró sobrevivir.
El entrevistado, un hombre de 60 años de edad, contó que mucha gente le ha dicho que es un milagro que esté vivo pese haber sido intubado y aunque tuvo mucho temor antes de ser anestesiado, dijo que siempre se encomendó a Dios; además de que siempre tuvo una actitud positiva para “brincar este obstáculo en su vida”. Comentó que a mediados de noviembre del año pasado comenzó a tener síntomas de COVID-19 y aunque acudió a un hospital privado donde le dijeron que no tenía nada, por ese mal diagnóstico, su estado de salud empeoró. Esto propició que fuese ingresado al hospital “Benito Juárez” del IMSS, donde le controlaron la calentura para después pasarlo a piso, donde estuvo una semana.
“Realmente fue difícil para mí estar en el hospital, al grado de que pensé en pedir mi alta voluntaria. Tuve la fortuna de Dios de que me pasaran al UMAE, donde recibí una mejor atención médica”, comentó el entrevistado, quien agregó que fue trasladado encapsulado, momento en el que sintió miedo al imaginar que no iba a poder respirar.
Don Tomás, como le decían los médicos que lo atendieron, explicó que fue ingresado en la llamada“zona cero”, porque uno pierde la noción de lo que es el día y la noche. A pesar de eso, comentó que siempre mantuvo su fe cristiana y la disposición de hacer todo lo que le indicaba el personal de salud que lo atendió durante su estadía hospitalaria.
Agregó que uno de los momentos más difíciles antes de ser intubado, fue estar boca abajo durante varias horas. “Estamos hablando de que durante cuatro o cinco horas estaba boca abajo, eso es cansado y agotador. Lo único que buscaban las enfermeras era que mis pulmones estuvieran libres para que existiera una mejor oxigenación”, explicó.
Señaló que estuvo un mes ingresado en el hospital y al menos 15 días estuvo intubado, periodo en el que su cuerpo respondió bien. “Muchos me preguntan si cuando estuve intubado vi la ‘luz blanca’, pero nunca la vi. Si la hubiera visto, hubiese sabido que muy pronto me iba a tocar ‘graduarme’ de este mundo”, comentó.
Indicó que mientras estuvo bajo el procedimiento tuvo pesadillas, sueños en los que vio a sus familiares. Relata que lo difícil fue que casi no existió comunicación con seres queridos. “La comunicación no existe cuando ingresas, la única que tenía con mi familia era con mi hijo Tomás que me ingresó y eso era gracias a que los doctores lo llamaban”, dijo.
Don Tomás mencionó que cuando regresó de la intubación, no tenía fuerzas para hablar y lejos de deprimirse, el hombre dijo que todos los días oraba a Dios y le daba gracias por darle un día más de vida. “Leí unas cartas de mi hijo, algo que me conmovió. Además, un día un doctor me dijo que lo más difícil ya había pasado, que lo único en lo que debía preocuparme, era en recuperarme”.
El entrevistado comentó que el COVID-19 hizo que perdiera 19 kilos. Al recibir su alta médica no podía caminar, pero al llegar a su casa, lejos de que el calvario acabara, dijo que se encontró con otros problemas, porque tuvo que adecuar su sala en habitación. Al no poder caminar, no podía subir al segundo piso de su vivienda donde están todos los cuartos.
Señaló que su esposa jugó un papel importante en su recuperación y aunque el coronavirus le dejó secuelas como insomnio, dolores en la espalda, así como una afectación en su vista, Don Tomás dijo que hoy en día ya puede caminar y contar su historia a conocidos, amigos y familiares, quienes le dicen que lo que vivió fue un milagro.
SY