Con tal de no mostrar el impacto ambiental que produce la porcicultura en el Estado de Yucatán, Grupo Porcícola Mexicano ha creado un modelo de negocio en el que no cuenta con muchas granjas de cerdos con su nombre comercial, así lo reveló Alexia Dosal Audirac, coordinadora de la Organización No Gubernamental (ONG) Ha De Vida.
La especialista comentó que esta empresa debe tener cuando mucho dos megagranjas en el Estado, “pero a través de sus sistemas de aparcería es que controla todo el mercado en Yucatán”, lo que provoca que los poblados cercanos a estos criaderos lo refieran como Kekén, pese a que legalmente tiene otro nombre.
Explicó que la firma cuenta con dos modelos, de los cuales, uno de ellos consiste en dar créditos a productores de zonas rurales para que inviertan en infraestructura y constituyan una sociedad. Después, ellos les dan los cerdos, los alimentos, las medicinas y el acompañamiento, hasta que finalmente recogen los animales para su comercialización.
Espacios previos
Agregó que los aparceros funcionan igual, pero en mayor escala, lo que comúnmente se les conoce como megagranjas, siendo la del municipio de Homún un ejemplo de éstos. Por lo anterior, explicó que la empresa Producción Alimentaria Porcícola (PAPO) era el aparcero, pero antes de que los cochinos lleguen a estos sitios de engorda, estos estuvieron en una granja previa.
“Liberan a 500 lechones diarios por granja y lo distribuyen por todo Yucatán a los aparceros. Estos se quedan alrededor de 150 días en esos sitios de engorda y después Kekén los recoge y comercializa a través de Maxicarne, o exporta la carne al extranjero”, comentó Dosal Audirac.
Asimismo, señaló que la ONG que representa cree que este modelo de negocio que realiza Grupo Porcícola Mexicano es una forma de controlar el mercado, generar la derrama económica, pero sin tener ningún tipo de responsabilidad ambiental y social pese a que Kekén se jacta de ser una Empresa Socialmente Responsable (ESR).
“Esta marca tiene varios reconocimientos que no consideran estos modelos”, comentó la especialista, quien agregó que la empresa porcícola traza estrategias para tener dichas distinciones “porque esconden todo lo demás y no tienen escrúpulos de dónde ponen las granjas, cómo las ponen, qué técnicas utilizan para ponerlas”.
Explicó que gente de poblaciones cercanas a estos criaderos, les han comentado que al principio nadie sabe que las obras cercanas a sus comunidades terminarán convirtiéndose en una granja de cerdos.
“Siempre hay engaños, les dicen que se hará un camino para conectar con el pueblo de a lado o que es infraestructura para hacer un hospital”, comentó.
Por último, mencionó que la instalación de estos criaderos regularmente se hace sin haber consultado a la población y sin Manifiesto de Impacto Ambiental (MIA). En ese tenor, Alexia Dosal señaló que cuando llegan las quejas, como fue el caso de Homún, la empresa de Kekén se lava las manos, porque es un aparcero, que lo ha llevado a controlar el 80 por ciento de la producción de carne en la región.
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JG