El problema del establecimiento de las granjas de cerdos en Yucatán representa un grave problema de salud y ecológico para las comunidades del interior del estado, sobre todo por la contaminación del aire, ya que la crianza de cochinos a gran escala produce un olor desagradable a varios kilómetros de distancia, afirmó Diana Dutton, una mujer estadounidense que lleva unos 40 años viviendo en la localidad y que ha intentado frenar la contaminación ambiental que produce este criadero.
Aunque el pueblo de Homún ha dado pie para que otras comunidades del estado inicien una lucha jurídica contra aquellas empresas que contaminan el medio ambiente debido a la producción carne de cerdo, especialmente por Grupo Porcícola Mexicano S.A. de C.V., conocido como Kekén, todavía hay municipios que permanecen callados.
Un ejemplo de ello es Sudzal, demarcación donde labora un criadero de cerdos que está a cargo de la empresa GAL Porcícola, una filial de Kekén, señaló Dutton.
La entrevistada comentó que este es un mal que todo mundo conoce, sobre todo porque la granja está sentada sobre la “Reserva Estatal Geohidrológica Anillo de Cenotes”, problemática que ninguna autoridad quiere ver, lo que ha causado una contaminación grave al aire, debido al mal olor que produce la excreta y orina de los cerdos.
Sin información
Dutton agregó que no tienen conocimiento de cuántos cochinos hay en la granja, pero de acuerdo con sus cálculos, son alrededor de 30 mil animales, lo que confirma la información que reveló Greenpeace en 2020, a través del informe “La carne que está consumiendo al Planeta”, en la que indica que no hay información de este criadero de cochinos.
“El olor no creo que sea muy sano, pero lo peor para mí es el agua”, comentó la mujer, quien dijo que no entiende por qué Kekén no muestra los resultados de los análisis del agua de los alrededores a su granja y, a pesar de que el criadero está a más de cinco kilómetros de distancia de la cabecera municipal, la peste se siente en varios lados.
La entrevistada dijo que es dueña de un rancho cercano al lugar llamado San Antonio “La Cuna”, donde se puede percibir el mal olor que produce la granja, afectación que perjudica al rancho Santa Catalina, sitio al que acudió el reportero de POR ESTO!, sin éxito alguno, debido a que nadie se encontraba en este lugar cercano al criadero.
Aunque el agua sale cristalina, la estadounidense dijo que el líquido del subsuelo puede estar contaminado. “No puede no pasar nada si al día se producen toneladas de excremento”, señaló la mujer, quien dijo que aún existen personas que consumen agua de pozo, lo que representa un riesgo a su salud.
Una de esas personas que de vez en cuando consume el agua de pozo es Margarita González, quien es la encargada de vigilar el rancho Suytún, que está a poco menos de cinco kilómetros de distancia de la entrada de la granja. “A veces la tomo porque está helada”, comentó la mujer, quien además dijo que el líquido no sabe feo.
Aunque señaló que el mal olor no llega donde ella trabaja junto con su esposo, en el rancho Santa Catalina sí. “Allá sí se siente el mal olor. De tarde se siente más y ahora por la lluvia apesta”, mencionó la mujer, quien abrió el grifo del agua que proviene del pozo e indicó que: “Gracias a Dios yo no me he enfermado por beber agua de pozo”.
Invaden terrenos
Diana Dutton comentó que la granja empezó operaciones entre 2016 y 2017 y al darse cuenta de la contaminación al medio ambiente, decidió recolectar firmas de los pobladores para manifestar el descontento, pero fue insuficiente, porque la población tiene miedo de hablar.
Mencionó que unas nueve hectáreas del rancho de su propiedad se las tuvo que vender a Kekén, luego de que intentaron engañarla con unos planos fraudulentos y convencerla de que parte de su propiedad era de uso común. “He estado aquí por 40 años, no es fácil que me engañen”, dijo la mujer, quien vive a unas cuadras del Palacio Municipal.
Indicó que ella no quería venderles ese espacio a Kekén, pero decidió hacerlo porque de alguna manera la empresa estaba invadiendo su propiedad y al no contar con el apoyo de nadie, prefirió un pago a que su terreno fuera invadido. “Si me molestó mucho en su momento, pero al final hice que ellos lo compren para que dejen de estar chingando”, dijo.
Tanto en casa de Diana Dutton, como en una tiendita de la esquina, en el aire se podía observar moscas, misma situación se percibió afuera de la casa de una mujer que decidió hablar en el anonimato, cuya casa está en la calle 11, que luego se convierte en la carretera que conecta a Sudzal con la comisaría de Nuevo Tzalam.
“Se siente bastante, a veces por las mañanas o a veces por la tarde”, comentó la entrevistada, en referencia al mal olor que produce la granja de cerdos. “Actualmente está terrible, antes podía uno abrir sus ventanas en esta época de calor, pero ahora no se puede, porque dejas las ventanas abiertas y sientes todo el mal olor de los cerdos”, dijo.
La mujer mencionó que todavía no tiene problema con el agua de pozo que extraen para bañarse, ya que no huele mal. “El único problema ahora es el aire, porque ya no respiras aire puro, ahora respiras el olor del cerdo”, comentó la entrevistada, quien dijo que desde que comenzó a operar la granja, en todos lados se puede ver moscas verdes volando.
Y es que el mal olor no sólo se siente en las viviendas que están a la salida de Sudzal rumbo a Nuevo Tzalam, sino también en varias zonas del municipio, así lo dejaron entrever unos empleados que estaban trabajando en otra casa y que manifestaron vivir en esta comunidad.
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GH