Yucatán

Daneli, la historia de una joven de Mérida que truncó sus sueños a causa del COVID-19

"La pequeña Danaé va al kínder y siempre busca a su mamá. Cuando mi yerno me cuenta eso, no aguanto y me pongo a llorar”, agrega la madre de Daneli
La muerte de la joven de 25 años afectó a la familia, quienes tienen que tomar terapia para sobrellevar la situación / Ruben Darío

Más allá de los números, más allá de las cifras estadísticas, está el dolor. Daneli Alejandra Pérez Ucán estaba a punto de cumplir 25 años de edad y también sus sueños. Ya era una mujer exitosa, se había casado, tenía una vivienda, un automóvil, un trabajo sólido y una linda niña de cuatro años.

A finales de febrero del año pasado, después de permanecer durante casi una semana intubada, falleció. Aparentemente, había logrado vencer al COVID-19, incluso, durante un par de días pudo hablar con su esposo y con su mamá. Platicó con ellos sobre sus planes de montar una academia, un salón y de continuar con sus cursos de capacitación sobre las técnicas de diseño y dibujo con barniz sobre las uñas.

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Su madre, Elizabeth Ucán Chan, fue una de la últimas personas con quien pudo hablar a través de la fría pantalla de un IPAD. En ese momento, Daneli le dijo que iba a tener más cuidado luego de salir de ese cuadro de enfermedad. “Mamá, sé que tengo que descansar más y luego seguiré con mis planes”.

Las lágrimas resbalan de los ojos tristes de doña Elizabeth, quien por casi un año guardó silencio. No se atrevía a hablar sobre la vida de su hija, de los planes truncados por las secuelas del virus. Es más, llegó a pensar que lo mejor era morirse. Luego del deceso de Daneli, durante casi tres meses se quedó encerrada en su casa. Se la pasaba llorando por la ausencia definitiva de su hija.

La joven estudió colorimetría para aplicarla en las uñas. Tomó varios cursos en línea de especialistas de Europa y Estados Unidos, y aprovechaba todo momento para actualizarse. Alcanzó el grado de maestra en corto tiempo.

Tenía la ventaja de su alegría, de su buen trato con la gente, de su carácter afable con los demás. No guardaba los conocimientos adquiridos, impartía cursos, daba asesoría a sus amigas cuando la buscaban y tenían alguna duda sobre los colores y los barnices.

Por su talento, patentó algunos nuevos colores que sacó de su imaginación al mezclar tonos y estilos. Con habilidad hacía paisajes y dibujos en las uñas, a “pulso”, como se dice comúnmente.

Se hizo amiga de una de las proveedoras de barnices y juntas pensaron abrir una academia o tal vez un salón, donde podrían enseñar y mejorar la vida de otras mujeres.

Se casó a los 20 años y poco después nació su hija. “Era muy alegre. Sus clientas la recuerdan muy bien, con mucho cariño y amistad. Ella tenía la facilidad de hacer amigos, de tratar bien a la gente. No sé por qué ahora ya no está con nosotros”, evoca su madre.

Elizabeth tiene una pollería en su casa de la Nueva Mulsay, frente al parque Japonés, los fines de semana vende panuchos y salbutes siguiendo una larga tradición yucateca. Entra a su vivienda y saca dos fotografías, una es de un collage de su hija y la otra de su nieta. Entonces, no puede evitar las lágrimas, su dolor es profundo.

“Todos pensamos que iba a salir del hospital, pero luego, de repente se puso mal, los doctores dijeron que una bacteria había atacado sus pulmones, que podría ser secuelas del COVID. La tuvieron que entubar. A los pocos días nos avisaron que había muerto”.

Detrás del mostrador de su pequeño negocio dijo que las cenizas de su hija las tiene su yerno, que la pequeña Danaé va al kínder y que siempre busca a su mamá. “Cuando mi yerno me cuenta eso, no aguanto y me pongo a llorar”, agrega la madre.

Jania, otra de sus hijas, aprendió de su hermana el negocio. Sigue dirigiendo la página de internet donde ofrece sus servicios de dibujo y barnizado de uñas, pero también ella a veces, se pone triste al recordar la vida truncada de su hermana por el COVID.

La muchacha también cuida a su sobrina y trata de darle el cariño que la pequeña necesita, pero que nunca podrá sustituir al de Daneli.

“La vida sigue, lo único que podemos atesorar son los recursos bonitos, los recuerdos de ella mientras estaba viva. El hubiera no existe… A casi un año de su partida, aún me duele mucho… sé que mi familia ha sufrido mucho, que las cosas han pasado como nunca imaginamos”, señaló.

El esposo de Elizabeth cayó en depresión, su yerno está sometido a un tratamiento psicológico, su suegra y su nieta también están bajo tratamiento.

Hasta ahora nadie sabe cómo contrajo el virus, cómo es que llegó a invadir sus pulmones y es que ya había… ya había “brincado” lo peor del COVID.

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JG