Micaela Góngora Uitzil, “La Güera”, se dio el lujo de bañarse durante casi dos semanas con agua purificada y doña Rubí Góngora Ramírez hasta pidió la intervención del Divino Niño Jesús para que termine el sufrimiento por la falta del vital líquido que pone al borde de la histeria a 1,200 habitantes de San José Tip-Ceh, comisaría de Muna.
Desde la noche del 1 de marzo, doña Rubí empezó a escuchar un fuerte sonido que parecía como un helicóptero que salía de la pequeña unidad de extracción de agua que se ubica frente a su casa. “Sabía que algo malo iba a pasar”, dijo.
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En la reja de su ventana que da la calle tiene un retrato del Divino Niño Jesús y debajo, en el suelo, varias ollas y recipientes de agua que le sirven para bañarse, lavar la ropa de su esposo e hijo, y hasta para preparar los alimentos.
A pesar que su marido, Eduardo Solís, de 71 años, tiene una hernia, durante toda la semana recolectaron agua en una parcela cercana desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde. Además, él abrió una brecha en el monte, al pie de la serranía, para improvisar un baño al aire libre. “Debes tener cuidado, no te vaya a picar el popox”, le advirtió don Eduardo.
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La vida no ha sido fácil en San José Tip-Ceh desde el 2 de marzo cuando la bomba de agua de 32 caballos de fuerza de más de 10 años de antigüedad y sin mantenimiento, dio su último suspiro. El fuerte sonido que le precedió, el que detectó doña Rubí desde su casa, fue todo que se supo del equipo.
Los niños que se levantaron temprano para desayunar, las amas de casa que intentaron freír la carne de puerco, calentar el frijol y agua para bañarse antes de ir al trabajo no encontraron en la llave ni una gota de agua. Nada.
“La Güera”, quien trabaja en Ticul, buscó la manera de hacerle frente a la gravedad de la situación. Usó el agua purificada para bañarse y para “arreglar” a su pequeña hija. En dos días compró cinco botellones de 20 litros que cuesta 13 pesos cada uno, suficiente para preparar la comida, arreglarse y tirar un poco a las plantas de ornato que tiene en su casa.
Como la mayoría de las familias de San José, consumió 10 botellones de agua purificada durante la semana, algo totalmente inusual. Es más, mientras platicaba tenía en las manos dos garrafones listos para llevarlos a Ticul para rellenar, aprovechando que iba hacia su trabajo. En la comunidad el agua sólo está disponible en botellas.
De tal modo, que los “agüeros”, como se les conoce en la comunidad, vendieron el doble de lo normal. Dieron dos vueltas por día en sus camionetas con cupo para 35 garrafones.
Era un ir y venir de las familias llevando cubetas en triciclos, ollas en la mano y garrafones, palanganas, buscando de alguna manera saciar la necesidad de agua. Los campesinos de una parcela que dista un kilómetro de San José los ayudaron porque ellos sí tienen sistema de riego, pero era necesario hacer largas filas.
Los baños, los pocos que hay, dejaron de funcionar. La gente regresó a la antigua forma de “hacer sus necesidades fisiológicas”, improvisando estructuras de palos, cubiertas de “pitas” en el monte.
Con sus ahorros, Mario Calam Noriega compró por 3 mil pesos un tinaco de 450 litros, que la pareció caro. “La gente se aprovecha de uno por la necesidad”, añadió. Él se enteró que en algunos casos los tinacos se vendieron en 5 mil pesos.
El problema que tuvo enfrentar es viajar a Muna, a casa de sus suegros, para llenar el recipiente y erogar otros 300 pesos en gasolina. “La mayoría de la gente no tiene depósito de agua por eso vio la cosa difícil”.
La señora Silvia Huchim Be vivió casi 15 días de pesadilla. El problema, explicó, es que a la bomba nunca se le da mantenimiento y además el Ayuntamiento de Muna les cambió la bomba de mayor poder por una pequeña y además hizo zanjas de una longitud de seis kilómetros para llevarse el agua hasta la cabecera municipal. “Nos dejó sin presión. Y nos cambio la bomba”.
Mientras freía chicharra para el desayuno, María Elena Eúan mueve la cabeza para decir que a pesar de que el Ayuntamiento llevó agua en bidones en dos ocasiones no fue suficiente para atender las necesidades de 1,200 habitantes, hombres, mujeres y niños.
Un vecino de la zona vendió “cocos helados” a 10 pesos y el litro de agua de coco a 30 pesos, también obtuvo algo de ganancias ante la situación. Al menos sólo sirvió para saciar la sed de manera temporal y no para bañarse, que eso sí sería más que un lujo, además, la dulzura no permitiría deshacerse del jabón en el cuerpo.
El ex comisario municipal Luis Venegas Xool, quien ha tenido bajo su responsabilidad encender y apagar la bomba de agua del pozo de 50 metros de profundidad durante varias temporadas, explicó que no se ha dado mantenimiento desde hace 10 años y que si bien la bomba se apaga las 8:30 de la noche y se enciende a las 7:00 de la mañana, lo que agregó más leño al fuego fueron los problemas de energía eléctrica.
Es natural que falle dos o tres veces por semana y el agua sea una carencia cotidiana, pero nunca había pasado como en esta ocasión que durante casi quince días la población se quedó sin agua. Desde el viernes pasado, el Ayuntamiento puso una bomba temporal pero sin suficiente poder para “inundar” del líquido a todo el pueblo.
“Sólo hay agua casi por goteo y en algunas zonas bajas hay un poco más de presión. Se espera que este martes traigan el motor reparado y todo vuelva a la normalidad”, comentaron los vecinos.
En San José el 60% de la población no tiene tinacos. Eso dificulta que la situación se normalice.
La alcaldesa Eloísa Castro Contreras dijo que el martes o miércoles probablemente tengan resuelto el problema. Al visitarla en su hogar, a la salida del pueblo, la edil dijo que ha estado pendiente de los habitantes de San José y que están analizando la posibilidad de comprar una bomba nueva que costaría alrededor de 300 mil pesos o en su defecto reparar la antigua, pero se tendría que contratar a un tornero que tendría que hacer la pieza dañada.
Los 17 mil habitantes de Muna no pagan por el servicio de agua potable ni por la recolección de basura. Y la gente tampoco cubre el predial, salvo cuando realiza procesos de compra-venta, lo que impide que en las arcas municipales haya recursos suficientes, dijo.
Es más, el anterior edil dejó una deuda de 248 mil pesos por derecha de agua a la Conagua, que aún no se resuelve por ser una cantidad exorbitante. “No es fácil gobernar un municipio”, dijo.
Muna se abastece de agua que se extrae de cuatro pozos profundos y por consiguiente requiere de cuatro bombas, una de ellas, la de San José, una pequeña comunidad de Yucatán que vive una crisis y cuya población le sigue rogando al Divino Niño Jesús que suceda un milagro para terminar con este calvario.
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CC