Se le conoce como Viernes de Dolores al último viernes de la Cuaresma, que antecede al Domingo de Ramos y que marca el inicio de la Semana Santa.
La fecha recibe este nombre en honor a los llamados “siete dolores” de la Virgen María, siendo el más representativo aquel que hace referencia a su dolor estando al pie de la cruz frente a Jesús, su hijo moribundo.
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En Yucatán, estos ritos aún se conservan y se han adaptado a las características de las devociones locales. Esta antigua costumbre esparcida por Europa se desarrolló fuertemente entre los españoles, quedando muestras de esta devoción en las procesiones de Sevilla, mientras que en Yucatán solo quedan vestigios de dichas fiestas.
Esto, porque el Concilio Vaticano II consideró suplir las fiestas marianas consideradas como “duplicadas”, cancelando esta y otras celebraciones religiosas.
A diferencia de otras regiones tanto del Sureste mexicano, como de toda América, el Viernes de Dolores en Yucatán se efectuaba con un novenario a Nuestra Señora de los Dolores, acompañada de la estricta abstinencia de carne. En otras regiones, los altares barrocos de banderitas moradas, de naranjas agrias, y demás no fueron conocidos. El altar de las Dolorosas era sencillo, velas votivas, flores sencillas, de tonos oscuros para aludir al luto y dolor, mientras que a la Virgen se le vestía con un vestido de color negro.
En Yucatán, la Virgen es colocada al pie del presbiterio y con dos velas y escasas flores, vestida toda de luto, de negro o morado oscuro. Ocurre en el Estado algo sumamente importante, pues las imágenes principales de la Virgen en las iglesias o capillas, en la cual giran las devociones de la comunidad, son vestidas de negro, así la Virgen de la Concepción de Bolón, Chumayel, Teabo o la Candelaria de Yaxkukul se tornan en dolorosas para presidir los últimos días de Cuaresma y el inicio de la Semana Santa.
Es probable que la falta de imágenes de la Virgen Dolorosa en las comunidades favoreció a esta práctica que se relegó, probablemente, cuando en la segunda mitad del siglo XIX, gracias a la bonanza que dejo el Henequén, las iglesias de Yucatán se vieron favorecidas en sus ajuares y se consiguieron dolorosas donde no las había.
Llegada de la imagen a Yucatán
Las imágenes de la Virgen Dolorosa fueron llegando paulatinamente a las iglesias de Yucatán, como parte del aparato de teatro religioso, pedagogía de enseñanza de la doctrina cristiana, detrás de la procesión del santo entierro. En el Viernes Santo va una Virgen de luto, con señales en el rostro de dolor y amargura que por el barniz de su pintura y velas está en duelo por la muerte de su hijo y por los pecados de la multitud, como dictan los curas que simboliza la tradición.
La devoción por los Dolores de María tiene presencia desde tiempos muy tempranos de la cristiandad en Yucatán, herencia mariana de España, pues fueron los peninsulares quienes se encargaron de traerla a esta región. Mientras que el culto a la Virgen de la Soledad tomaba fuerza en Madrid para el siglo XVI, a la par los españoles avecindados en Mérida invocaban su nombre, por eso cuando en la primera década de 1600 se pretendía fundar un monasterio de monjas que sirviera de orfanatorio y centro de oración, le dan por nombre Nuestra Señora de la Consolación.
En el Yucatán colonial se tiene registro de dos cofradías donde era especialmente venerada, la primera en el antiguo convento de San Francisco en Mérida, para el año de 1639, según escribe Francisco Cárdenas y Valencia, estaba dedicada a la Soledad y hasta tenía capilla particular, y cada Viernes Santo por la tarde salía en procesión.
Para 1782 el pueblo de Motul registra una cofradía dedicada “a la Santa Veracruz de Penitencia, el Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad”, evidentemente influencia de algún fraile franciscano pasionista que heredó a este convento sus sacras imágenes o bien se evidencia elementos de un teatro de Viernes Santo.
Entre los años de 1750 y 1790 se registran en los inventarios parroquiales poco más de una docena de “Dolorosas”. En ese mismo periodo es cuando en una antigua finca es dedicada a Nuestra Señora de los Dolores de Pebá, en el municipio de Abalá. La imagen de fue realizada bajo la influencia de alguna efigie española, con las manos sueltas a la altura de la cintura como rogando al cielo por su dolor. Para el siglo XIX se registra el culto a la Virgen de las Angustias en el barrio de San Cristóbal, en la capital emeritense.
El uso de manuales, devocionario y novenas que habían tenido lugar en los trescientos años de dominación española, fue favorecido con la introducción de la imprenta en Yucatán en 1813; desde entonces se hicieron popular la reimpresión de novenas y devocionarios como los Viacrucis, las siete visitas a Jesús Sacramento, así como la novena de la Virgen Dolorosa.
Con el paso de tiempo en algunas comunidades se practicaban las novenas a la Dolorosa en casas particulares y en las iglesias, la Virgen ya vestida de todo negro, espera a un lado del presbiterio la llega del Viernes Santo.
Un poema que da testimonio de lo popular que fue la devoción por la Virgen Dolorosa es el titulado Stabat Mater dolorosa, que data del siglo XIII, pero la devoción yucateca modificó estos versos y se propagó la Salve Dolorosa; el primero aparece en las novenas aprobadas e impresas en Mérida para mediados del siglo XIX, aún se practican y entonan en los novenarios, en especial el Viernes de Dolores y en el rosario de pésame.
Existe una fuerte devoción en especial a la advocación titulada la Virgen de Chuiná, venerada en ese pueblo ubicado en el vecino estado de Campeche, donde desde hace mucho tiempo los fieles yucatecos se dirigen en peregrinación al santuario en estos días. Dicha figura se trata de una Virgen Dolorosa.
El Viernes de Dolores ha quedado como una antigua conmemoración un tanto en el olvido, sin embargo, la tradición yucateca, fuerte y arraigada, aún conserva ciertas devociones en torno a los dolores de la Madre de Jesús al pie de la cruz, en especial en este día, preámbulo del Viernes Santo.
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CC