José María Palomo Castillo, el “padre del Corchito” falleció tras sucumbir a un traumatismo craneoencefálico que padeció desde que fue arrollado el pasado 4 de mayo por una motocicleta en la puerta de su domicilio, en la colonia Benito Juárez García. Con este suceso, se apaga la presencia de uno de los personajes más emblemáticos para el puerto.
Palomo durante casi tres semanas se debatió entre la vida y la muerte. A sus más de 80 años fue un visionario y protector del manglar y el hábitat que rodea a El Corchito, un sitio que cuidó, y hasta integró una cooperativa para darle mantenimiento durante más de 30 años.
Luego de enterase de su fallecimiento la comunidad porteña alzó la voz, pues la manera en que las autoridades han olvidado su legado se considera injusta, ya que su iniciativa dio paso a que Progreso tenga uno de los paradores turísticos más importantes del Sureste mexicano.
La historia del “Corchito” inició meses después del huracán Gilberto con un grupo de pescadores donde resaltan: Henry Limbert Velásquez Castillo, Arturo Uc Tinal, Jorge Casanova Dzul (QEPD) y José María Palomo, para hacer resurgir el área donde solían acudir décadas atrás, en sus tiempos de infancia.
El éxito fue rotundo tras darse a conocer los paseos que realizaban los hombres de mar a cambio de una propina. El hombre dedicó casi toda su vida para revitalizar ese espacio ecológico, hasta que el Patronato Cultur se hizo cargo de la administración.
Él mismo devolvió vida al sitio turístico, entregó al Patronato Cultur 8 cenotes en pleno funcionamiento, dos nuevos cenotes esperando ser rescatados, siete palapas de madera y paja, un puente de madera construcción tipo maya con palapa.
En el recuento de sus logros, junto con otros compañeros que amaban la naturaleza, dejó en buenas condiciones 290 metros de canales orientadores con una profundidad de 40 cm con 40 cm de ancho, un canal principal de 300 metros de largo, por 3 metros de ancho y 1.80 metros de profundidad y embarcadero exterior rústico.
También entregó 60 plantas de zapote negro aun en crecimiento y 30 de zapote rojo apenas en crecimiento, también fauna silvestre; 60 mapaches con sus crías, 40 coatíes, gallinolas, tortugas, ofidios, numerosas aves y peces, llegamos a ver las huellas de venado, jaguar, jabalí, tepezcuintle y ocelote.
En sus últimos años José María Palomo Castillo se dedicó a profesar cultura en municipios como Maní, donde enseñó a los pobladores a realizar figuras mayas hechas de fibra de vidrio, también se resaltan varias novelas y cuentos.
Sus últimos minutos, los tuvo en una cama del hospital T1 de la ciudad de Mérida, donde eran nulas las posibilidades de sobrevivir. Hoy ya descansa en paz un luchador por la naturaleza, un hombre que puso en alto a Progreso y quien siempre será recordado por su labor a favor del rescate de El Corchito.
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CC