El ruido se ha convertido en un problema ambiental para Mérida, en especial para personas que viven cerca del aeropuerto internacional, quienes indicaron que aunque en ocasiones el sonido de las aeronaves es muy fuerte, ya se han acostumbrado e incluso ya no le dan importancia, sin embargo, les ha causado disturbios de sueño, pérdida de atención e interferencia a la comunicación.
Como parte de una tesis de licenciatura en Ingeniería Civil de la Facultad de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), Henry Alfredo Pérez Canché realizó un estudio para analizar la contaminación por ruido en colonias aledañas a la terminal u y concluye que la “falta de estrategia de desarrollo urbano” en Mérida contradice dicha premisa de establecer los aeropuertos lejos de asentamientos humanos.
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El estudiante informó que realizó tres lecturas cada cinco minutos, en dos períodos de tiempo por día de 8:00 a 13:00 horas y de 16:00 a 20:00, siendo su campo de acción los rumbos de la Mercedes Barrera, Mulsay, Los Reyes, Manuel Crescencio Rejón y Nueva Sambulá, en donde en lo general se obtuvo un rango de ruido 46 a 55 decibeles.
Doña Celia Pacheco, quien lleva cerca de 22 años de vivir colindante con la barda del aeropuerto de Mérida, indicó que en un principio si le era molesto el sonido que hacen las aeronaves al despegar o aterrizar; sin embargo, cree que al volvérsele cotidiano incluso ahora hasta se le hace normal el ruido.
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“Sólo a veces, cuando vienen los helicópteros o los aviones de carga es cuando suenan más fuerte”. Asegura que, por el sonido, ha sabido identificarlos y hasta les marca el horario “ya sabemos qué aviones llegan y a qué hora”
En su estudio, Pérez Canché señala que la Organización Mundial de la Salud recomienda un máximo de 55 decibeles para obtener una inteligibilidad oral razonablemente buena, o sea, vivir en un ambiente acústico agradable, pero estos niveles se disparan, con el paso de los aviones, a 90 o más. Incluso, las fluctuaciones de nivel de ruido se sitúan entre 74 y 88 decibeles de las 16:00 a las 20:00 horas, rangos que el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos clasifica como normalmente inaceptable.
Una década
La vecina Eva Batún Matos señala que ella ha vivido unos 10 años cerca del aeropuerto meridano, sin embargo, asegura que el ruido “no nada que no se soporte”. Sin embargo, su pequeño hijo, de apenas un año y medio, sobre todo con los vuelos de la tarde y noche, se esconde o busca los brazos de alguien para protegerse.
Muchos de los entrevistados refirieron que en los primeros días de vivir en la zona se despertaban en la noche por el ruido y se “enmascaraba” la conversación que tenían vía telefónica, pero al pasar el tiempo las molestias fueron desapareciendo, incluso el problema de interferencia en la comunicación.
Ady Canté indicó que son los helicópteros los que más ruido hacen cuando pasan por su casa “porque creo porque vuelan más bajo”, pero en realidad los aviones sólo cuando pasan muy bajo es cuando se escuchan.
Dijo que lleva seis años viviendo en esta casa y aunque en un principio hasta llegó a sentir que “cimbraba” la casa, todo cabio con el paso del tiempo. “Han sufrido una adaptación al ambiente”, apuntó Pérez Canché.
Además, los más afectados resultaron los niños y las mujeres, “probablemente porque son los que más tiempo están en sus casas”.
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CC