En el poblado al menos 30 campesinos aún se dedican a la producción de hortalizas, lo que pone en riesgo a esta actividad que es la más antigua del planeta.
Humberto Gamboa, agricultor quien lleva más de medio siglo sembrando, comentó que la mayoría de los productores ya falleció y que son muy contados los jóvenes que le apuestan a labrar la tierra.
El hombre del campo comentó que esta práctica cada vez se ha ido abandonando por la falta de apoyos, el desgaste de la tierra y el alto valor de los insumos que con el paso de los años se han incrementado de manera acelerada. “Son muy pocos los agricultores que quedan aquí en el pueblo, los antiguos ya murieron. Antes eran bastantes”, dijo.
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Humberto recordó que años atrás había más de 50 productores que le apostaban a la siembra en sus milpas o en los amplios traspatios de sus casas, para cosechar calabaza, espelón, sandía, rábano, cilantro, chile y pepino, entre otros; pero ahora solo una minoría se ha aventurado a comercializar dentro y fuera de la comunidad en busca de mercados en donde venden las hortalizas a un precio justo para poder recuperar parte de sus inversiones.
La preocupación por parte de los que aún se mantienen de pie en esta actividad y tratan de rescatarla de manera tradicional, es que los jóvenes de la localidad no muestran interés alguno para cultivar la tierra y solo unos cuantos se dedican a esta práctica. “No hay muchachos que trabajen el campo. Muchos, cuando acaban sus estudios, se van y se dedican a otras cosas, no está mal, pero se está perdiendo la agricultura”, dijo.
Gamboa precisó que se encuentra en temporada de cosechar calabaza, producto que tiene un precio bastante elevado en el mercado. La caja se comercializa en 700 pesos, pero se estima que pueda llegar a alcanzar los mil 200 pesos, tal y como ocurrió el año pasado durante la temporada invernal. “Ahora la calabaza está cara, muy pocos le están apostando. Si hubiera quienes la cultiven estaría a un precio equilibrado, pero no hay. Al menos hay buenas ganancias”, comentó el campesino.
Al menos el 80 por ciento de los agricultores envía su producto a los centros de abasto de la capital yucateca, así como a municipios con mayor número de población para tener mayores ingresos.
En el caso de Humberto, sus cosechas las envía hasta Kanasín para que su misma familia pueda ofrecerla a los consumidores. “Muchos envían su cultivo afuera, yo soy uno de ellos. Un poco se queda aquí y es lo que le comercializo a la gente”, indicó.
Por los pocos apoyos que reciben, dice el parcelario, es que muchos de los pobladores han ido dejando la producción agrícola, solo unos cuantos son beneficiados por parte de las autoridades, suelen verla de manera más fácil: “Yo no recibo apoyos, no me toman en cuenta, a otros sí. No me quejo, pero gracias a Dios sale mi venta y le regalo a la gente”.
Otro de los factores que ha ido afectando a los agricultores, ha sido la presencia de las plagas, así como el debilitamiento de la tierra. “Mucha plaga hay aquí, se tiene que combatir, pero los plaguicidas están carísimos, eso nos daña, así como la falta de lluvias y el ingreso de los animales silvestres”, dijo Humberto.
Por otra parte, Gamboa aseguró que esta actividad está en peligro, siendo cada vez menor el número de personas interesadas en trabajar la tierra, al menos en esta localidad, que en su momento fue una de las más productivas del Estado.
También, Bernabé Sansores, labriego, comentó que los nortes provocan que el fruto no se desarrolle como debería y a raíz de esto, la producción de la temporada se vuelve escasa. Mencionó que ejercer la agricultura es complicado, más cuando se exporta fuera del poblado. “Hay veces que el producto se tira cuando no se vende, pero le damos salida de otra forma como comida de ganado”, explicó.
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NM