Con el inicio del último mes del año, la venta ilegal de pirotecnia arrancó al interior de las colonias populares de la ciudad capital donde algunas tiendas de abarrotes ya ofrecen a los menores las “abejitas”, “chifladores”, “huevitos”, luces, “palomitas”, petardos, tronadores y un sinfín de mercancía sin los permisos correspondientes.
Algunos comerciantes detallaron que la mercancía es traída desde la frontera de México con Guatemala y Belice, así como del centro del país, de la comunidad de Tultepec del Estado de México, nombrada también “la capital de los fuegos artificiales”.
Los entrevistados dijeron que la temporada les representa un negocio importante por la alta demanda de los artículos entre los menores y algunos adolescentes durante todo diciembre.
“Durante el día tenemos ventas de 200 a 300 pesos, cada niño nos compra un aproximado de 10 pesos de pirotecnia al día, pero en previo a la Nochebuena y fin de año ganamos hasta 300 pesos por persona”, recordaron.
Cabe mencionar que en 2019 la Secretaría de Protección Civil (Seproci) confirmó que sólo siete personas contaban con permisos temporales para la venta de pirotecnia en el estadio “Nelson Barrera Romellón” durante los días 22, 23, 24, 29, 30 y 31 de diciembre, además del aval general con que cuenta “Baqueiro”.
Peligro en los hogares
Por parte de algunos padres de familia la diversión con pirotecnia existe, siempre y cuando haya control en el uso de esta por los diferentes productos que se ofertan; los más peligrosos son los petardos, “voladores” y las “palomitas” de gran tamaño que pueden explotar en las manos de los usuarios.
La familia Méndez Noj comentó que ni las aparentemente inofensivas deben usarse por los infantes sin la supervisión de un adulto, pues hace algunos años observaron cómo un niño se ahogó con el uso de una bomba de humo.
Opinión de niños
Menores dijeron divertirse al contemplar la detonación del producto y añadieron que de no tener supervisión de algún adulto comprarían las más llamativas, como los “volcanes” o “megapalomitas”, que llegan a medir más de 30 centímetros.
Por David Vázquez