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Campeche

Esta es la casa donde vivió Narciso Mendoza, el "Niño Artillero", en Ciudad del Carmen

El patriota independista Narciso Mendoza trabajó humildemente como guardafaroles y vivió en El Guanal, en Ciudad del Carmen, Campeche
Fue con el apoyo de las autoridades municipales de Ciudad del Carmen que Narciso Mendoza abandonó la Isla
Fue con el apoyo de las autoridades municipales de Ciudad del Carmen que Narciso Mendoza abandonó la Isla / Fernando Kantún

En la calle 22 número 62, entre calle 19 y 21 del barrio del Guanal de Ciudad del Carmen, se encuentra una casona de color azul con una placa de mármol que dice: “El año 1863 habitó en este lugar el héroe de Cuautla, Narciso Mendoza, denominado en la historia como El Niño Artillero. MCMXVII”. Narciso Mendoza y su familia arribaron al entonces presidio de Nuestra Señora del Carmen, hoy Ciudad del Carmen, en marzo de 1863; apoyado por los imperialistas y con la ayuda de unos cirqueros, logró salir de la comunidad de Juan Bautista, hoy Villahermosa, Tabasco, dijo el profesor en historia de Campeche, Víctor Jesús Domínguez Morales.

Narciso Mendoza consiguió trabajo en Ciudad del Carmen para encender los faroles que estaban colocados en sitios estratégicos de la Isla y que se alimentaban con aceite de tortuga y “caguamos”. Narciso Mendoza nació en la villa de Cuautla, Morelos, en el año 1800, aunque se desconoce la fecha exacta. Cuando ocurrió el sitio de su ciudad tenía 12 años y formó parte del batallón infantil que creó José María Morelos y Pavón, luego de que ocuparon Cuautla en diciembre de 1811; a esa tropa se la conoce como “Los Emulantes” y estuvo a cargo de Juan Nepomuceno Almonte, hijo de Morelos.

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Domínguez señala que cuando el ejército de don Félix María Calleja estaba por tomar el barrio de San Diego, Mendoza vio un cañón cargado que apuntaba hacia el ejército enemigo y tomó una antorcha encendida, prendió la mecha y disparó sobre él, matando a la vanguardia y haciendo retroceder a los demás. Morelos felicitó públicamente a Narciso Mendoza y lo tomó bajo su protección, además le asignó 50 centavos diarios como premio por su proeza. Mendoza alcanzó el grado de teniente coronel del Ejército Mexicano y murió en Cuautla Morelos, sin que se sepa la fecha de su deceso.

Manifestó que cuando las autoridades municipales de Carmen le dieron empleo como guardafaroles, siendo la persona encargada de encender y apagar esas luminarias en la incipiente comunidad de tan sólo dos o tres calles; le brindaron un techo para vivir en compañía de su familia, siendo este la casa número 62 de la calle 22 en El Guanal, que hoy en día se encuentra totalmente descuidada.

De acuerdo con documentos del Archivo General de la Nación (AGN), estando en Carmen, Narciso Mendoza escribió a Juan Nepomuceno Almonte, quien había sido su compañero de batalla, una carta fechada el 10 de agosto de 1864 en Ciudad del Carmen, pidiéndole apoyo para regresar a su natal Cuautla; ayuda que nunca llegó.

La descripción del documento es la siguiente: “Señor General don Juan N. Almonte, gran Mariscal de la Corte y ministro de la Casa Imperial. México. Mi respetable señor. Carmen, agosto 10 de 1864: Tomo la pluma para recordarle que aún existe un subalterno de los que militaron a sus órdenes y al mando del señor Morelos, que era el jefe de todas las fuerzas en 1812. Recordará vuestra excelencia que cuando fuimos atacados en Cuautla (sic) de Amilpas, hoy ciudad de Morelos, por el señor general Callejas, yo fui quien disparó el cañonazo que valió en gran parte para salir del apuro en que nos encontrábamos, habiendo yo sido herido en este mismo lugar por un Dragón enemigo en el brazo izquierdo; y allí resultó que por tan gloriosa herida se colocara una descripción que decía “Calle de San Diego y valor de Narciso Mendoza”, por cuya acción fui hecho comandante del cañoncito llamado “El Niño” con la dotación de los “Costeñitos” que estaba también bajo las inmediatas órdenes de vuestra excelencia”.

“Este cargo desempeñé hasta que rompimos el sitio entre diez a once de la noche a la derecha del Calvario, donde estaba la mayor parte de la fuerza de mayor confianza del general Callejas, tomando el llano de Bárcenas rumbo a Anacaplisca (sic) y de allí anduvimos por varios puntos yéndonos para el sur”.

“Tendrá vuestra excelencia presente que nunca desamparé las filas hasta la prisión de nuestro valiente general Morelos en Tesmalaca, por el comandante don Matías Carranco, que salió de Tepecuacuilco, el mismo que condujo a nuestro desgraciado general Morelos a México, habiéndonos hallado posteriormente dispersos en el expresado Tesmalaca, Después, tuvimos que unirnos al general Guerrero que estaba al otro lado del río Mezcala, de donde salimos para Jonacatlán, en donde sostuvimos la causa hasta ver terminado nuestro feliz proyecto, hallándose en unión nuestra el general don Rómulo del Valle, quien puede dar también razón a vuestra excelencia de mí y de mi conducta militar, así como haber pasado por las armas a mi desgraciado padre los españoles en la salida del sitio referido”.

“Yo he estado en todo Yucatán, ahora en Tabasco, siempre sin cometer una defección si quiera, porque jamás he pertenecido al sistema vandálico de los que llaman liberales, por ellos estoy aquí pasando trabajos porque lo poco que había adquirido con mi trabajo personal trabajando fuegos artificiales lo dejé en Tabasco y sólo salí, como todos, con lo puesto para seguir a las tropas imperiales. De ellos son testigos los señores generales Vega, don Manuel y don Eduardo G. Arévalo, los señores Espejo y Adalid, con quienes no vinimos cuando evacuamos Tabasco.

Hoy he sabido por el señor general Marín que nuestro emperador hace una invitación a todos los honrados militares de esa venturosa época para que concurran a la celebridad de nuestra independencia en la capital del imperio; pero aunque para mí sería el regocijo y placer mayor que pudiera apetecer en el mundo, pues concurriría a tener en esa gran capital la gloria de cooperar a la celebridad de lo que tanto trabajo y sangre nos costó ver realizado, me es por ahora del todo imposible por encontrarme sumamente anciano cargado de familia y sin recursos como estamos la mayor parte todos los que militamos en esa época por la que tanto suspiro”.

“Al dirigirme a vuestra excelencia no es otro mi objeto que hacer le presente que mi situación es bastante desgraciada y por lo mismo le suplico, por nuestra patria y cara independencia, vea si puede conseguir el que se me considere, y que consiga que se me den recursos para el transporte mío y de mi pobre esposa y familia para esa capital, porque quiero morir en mi suelo patrio con las insignias de un soldado que no tiene más que amor a la armas y lealtad a sus jefes y emperador.

Recordará vuestra excelencia que, cuando se dieron los ascensos por los señores generales Guerrero e Iturbide, fui nombrado coronel de artillería. También tendrá presente que la última vez nos vimos en Tampico, vuestra excelencia quería llevarme para los Estados Unidos y razones que no son del caso referir me hicieron no poder aceptar tan buena acogida como aquella”.

“En fin, sin más cosa qué referirle, tengo el honor de ponerme a sus órdenes como siempre, mandando lo que guste a este viejo coronel su subordinado y amigo que atentamente besa su mano”.

Sin embargo, fue con el apoyo de las autoridades municipales de Ciudad del Carmen que Narciso Mendoza abandonó la Isla, en septiembre de 1864. Almonte ni siquiera le contestó la misiva.

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JG

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