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Cultura

Una huella mexicana en Holguín

Pedro de la Hoz

En Holguín, ciudad del Oriente cubano situada a 750 kilómetros de La Habana, una mexicana dejó en los años 60 una notable huella artística. Testigos de esa impronta y gente que creció a su vera se han encargado de organizar, a lo largo del 2019, una serie de eventos que recuerden y traigan al presente a la protagonista de esa historia, la escultora Electa Arenal.

La agenda concebida por el Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín, con motivo de conmemorarse el aniversario 50 del fallecimiento de la artista, lleva por título Buscando a Electa, promovida ya desde la portada del calendario anual de creadores holguineros distribuido por la institución, y contempla tres momentos culminantes: la exhibición de los fondos patrimoniales de Electa atesorados en el Museo Provincial de Historia “La Periquera”; la colección de obras de más de una decena de artistas y el tributo de los niños del Taller de Creación Infantil Antes del Alba, coordinado por la artista Leticia Leyva.

La idea de homenajear a la creadora nació del artista y profesor Ramiro Ricardo, uno de los más reconocidos pintores de la urbe oriental, con largos años dedicados a la docencia, y en quien la visión de los trabajos realizados por la mexicana influyó en su vocación. Parte de las imágenes con que los artistas holguineros evocarán a Electa viajarán a México, exactamente a Saltillo, donde quedará abierta una muestra el 16 de mayo, acompañada de réplicas y reproducciones fotográficas de piezas de la escultora.

Saltillo no es una elección casual. Allí nació la madre de Electa, Elena Huerta (1908–1997), nombre imprescindible en la historia del muralismo y la gráfica mexicana del siglo XX; perteneció al círculo de amistades de Diego Rivera y casó con Leopoldo Arenal, hermano de la esposa de David Alfaro Siqueiros. ¡Cómo no iba a ser muralista e inculcar en Electa, quien vio la luz el 16 de mayo de 1935, la pasión por esa manifestación artística en su vertiente de proyección política y social!

Junto a su madre y Sandra, la otra hermana, Electa vivió parte de la niñez en la Unión Soviética durante los días de la invasión nazi; regresó con la familia a México en 1946 y comenzó su formación como pintora y escultora en la Escuela Nacional “La Esmeralda” para concluirla en la Academia de San Carlos.

Casada con el arquitecto Gustavo Vargas, por entonces militante comunista, viajó a Cuba como tantos otros latinoamericanos que al triunfo de la Revolución en la isla se sumaron a la tarea de transformar la sociedad. Electa y Gustavo llegaron en 1961, poco antes del desembarco por Playa Girón de la brigada mercenaria armada por Estados Unidos, y encontraron trabajo en la ciudad de Holguín, cada cual en su especialidad.

En su muy documentado estudio sobre la vida y obra de Electa, la investigadora mexicana Dina Comisarenko Mirkin recuerda cómo antes de asentarse en la vecina isla había tenido un laborioso aprendizaje en el ejercicio de la pintura mural al asistir a su madre en la obra que esta legó a la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, en Saltillo, entre 1951 y 1952, y a Diego Rivera en los murales exteriores del estadio de Ciudad Universitaria y del Teatro Insurgentes del Distrito Federal entre 1952 y 1954.

El primero de sus murales escultóricos, Canto a la Revolución (1962) lo realizó para la fachada del Hospital Pediátrico Raymundo Castro Morales, en Puerto Padre, Las Tunas, edificio construido justamente por su esposo. Con la técnica del bajorrelieve, entregó Infancia (1963) para el policlínico Díaz Legia, en la ciudad donde residía y Maternidad (1964), para el Policlínico de Velasco, localidad cercana a Holguín.

Una de sus más celebradas realizaciones hasta el día de hoy es Monumento a los mártires de las Pascuas Sangrientas (1963), instalado inicialmente en el antiguo Tennis Club y en la actualidad insertado en la trama espacial del Bosque de los Héroes de la Plaza de la Revolución Mayor General Calixto García. Mediante tres figuras antropomorfas entrelazadas, la artista reflejó el dolor ante uno de los tantos crímenes de la tiranía batistiana, que asesinó a varios jóvenes holguineros los días 24 y 25 de diciembre de 1956.

En la etapa final de su estancia cubana, Electa incursionó en la muralística ornamental al solicitársele su contribución a la ambientación de espacios del flamante hospital Lenin, inaugurado en 1965. Allí pueden apreciarse dos de esas obras, una de carácter geométrico, a base de fragmentos de mármoles de diversos colores, y otra que contrasta bloques de granito en blanco y negro.

A lo largo de ese lustro, ella fomentó en Holguín el Taller de Artes Libres y Artesanías y el Taller Experimental de Escultura, donde aportó a la formación de artistas locales entre los que se cuentan Manuel Canelles, Argelio Cobiellas y Luis Catalá.

Electa y Gustavo regresaron a México en 1965. La artista se integró a los proyectos de ambientación de las instalaciones que acogieron las Olimpiadas de 1968; un año después, mientras colaboraba con Siqueiros en el Polifórum Cultural, cayó de un andamio. El accidente cobró su vida. Tenía solo 34 años de edad.

Una amiga suya, la profesora Susel Salazar, dijo de Electa: “Todos le decían ‘La Mexicana’ a esa mujer que dejó la huella de su quehacer artístico en la memoria de los holguineros. Poseía una proverbial disposición al trabajo y caló hondo en lo mejor de las almas y los valores humanos. Como aquellos que presienten una existencia efímera y a pesar de su juventud, su actividad artística fue intensa y galopante”.

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