Pilar Faller Menéndez
Zuleika Díaz Roqueta nació en la Ciudad de La Habana, en un pequeño pueblo llamado Calabazar, que ella describe como un hermoso y pintoresco, formado por diferentes culturas. Allí de la mano de su madre y abuela, comenzó su vida musical que la llevó a ser una concertista de talla internacional, ya que ambas eran pianistas. Su abuela tenía una academia de piano, por lo que a la edad de 3 años comenzó sola a tocar las piezas que escuchaba en sus clases de música.
Al darse cuenta su madre de la clara inclinación que Zuleika tenía por el piano, la matriculó en la Escuela de Música Manuel Saumell a la edad de 7 años, bajo la dirección de Magda Domínguez. Posteriormente, María Teresa Pita, egresada del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, por la cual sentía mucho aprecio, fue su principal y más importante mentora hasta el final de su carrera. Zuleika también recibió clases de maestros cubanos reconocidos como Frank Fernández y Ninovska Fernández Brito.
Invitada por el INBA llega a México el 11 de enero de 1993 a fin de promocionar un curso teórico práctico titulado “Del Tambor al Piano”, sobre la música de Ernesto Lecuona, compositor e intérprete cubano. Luego viajó a Querétaro para ser la pianista de repertorio de un taller de ópera, pero como dicho proyecto no pudo llevarse a cabo, viaja a Mérida, donde se pone en contacto con el maestro Jorge Esma Bazán, quien en ese entonces era director del Instituto de Cultura de Yucatán, y la invita a formar parte del claustro de profesores del Centro de Música José Jacinto Cuevas, que se inauguraría en próximas fechas, centro en el que actualmente continúa laborando. Su primer concierto fue organizado por la Sra. Mané Montes de Oca, representante de Pro-Arte Musical, y se llevó a cabo en la Residencia Josefina Montes. También realiza su primer concierto en el Teatro José Peón Contreras con un repertorio exclusivo de Chopin, con el que recibió críticas favorables de cronistas importantes como el Mtro. Jorge Alvarez Rendón.
Zuleika cuenta ya con una trayectoria artística de 40 años, en los que ha tenido muchos logros, entre los que considera más importantes el Primer Premio a la mejor pianista acompañante en el Festival de Canto de La Habana Cuba, en 1990; la distinción que le otorgaron en Estados Unidos por su trabajo y divulgación de la música mexicana en 1997, así como su participación en las Holland Music Session, en Holanda, los años 1995, 1996 y 1998. Su estancia de cinco meses en España en 1999, donde trabajó junto al afamado tenor Pedro Lavirgen, con quien trabajó en los cursos de verano que impartió en Extremadura, y colaboró en los exámenes de admisión de Canto para el Conservatorio Reina Sofía. Bajo la dirección del maestro y director de orquesta José María Daumont acompañó al tenor José Luis Luri durante el Festival de Zarzuela en Barcelona.
Sus logros no los divide en nacionales, locales e internacionales, ya que considera muy importante para ella, el trabajo que realizó durante casi 20 años con el tenor yucateco Eduardo Rosado, así como sus participaciones como solista con la Orquesta Sinfónica de Yucatán, bajo la dirección del Mtro. Juan Carlos Lomónaco.
Zuly, como la llaman sus amigos, piensa que la música clásica se ha considerado siempre elitista, pues solo ha estado al alcance de la alta sociedad, quienes han sido los patrocinadores de los músicos desde la época de reyes y principados. En la actualidad se realiza una labor de divulgación en las escuelas y pueblos en todo el mundo, a través de las bandas sonoras de muchas películas y caricaturas infantiles y cada vez se hace más conocida y accesible, aunque todavía sigue siendo del gusto y dominio de una minoría.
“Puedo decir con alegría que he llegado a todo tipo de público”, comenta Zuleika, quien siempre ha escogido programas que se basan en el público que va a escucharla y no en su gusto personal o en lo que ella quiera hacer. Para ella, es el público quien manda, y siempre ha sido el lema para ella, pensando que de nada sirve tocar el programa más complejo del mundo para 3 o 4 conocedores de la música en un vasto auditorio, si el resto del público está bostezando, se duerme o mira su celular.
A pesar de estar contenta con lo logrado, piensa que siempre se puede dar más y ha ido fluyendo con la vida y aprovechando las oportunidades que le ha dado. Zuly piensa que cada una de las etapas de la vida han sido únicas y tienen su encanto propio; en ella no existe el “si hubiera…” Siempre ha vivido como si fuera su último día y consciente del rol que le ha tocado en cada una de esas etapas, algo que aprendió de su padre.
Sobre el público de Mérida, opina que es de los más difíciles, ya que es muy musical y conocedor, y al que no se le puede engañar porque exige calidad. Aunque la Ciudad trata de apoyar y divulgar con eventos y programas, ella siente que hace falta más iniciativa y facilidades económicas para que los músicos profesionales puedan dar conciertos. Y opina que el arte todavía no es considerado un trabajo serio, por lo que no es bien remunerado.
Zuly confiesa que lo que más le gusta cuando está tocando en un concierto es la adrenalina que siente, así como el contacto con el público, aunque actualmente está dedicada cien por ciento a la enseñanza de la música, lo cual le da muchas satisfacciones.