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Cultura

¿Cómo salvar un museo?

Iván de la Nuez

Que los museos arrastran una crisis “monumental” no es algo secreto. Tampoco que, entre sus principales actividades, está buscar las fórmulas para resolverla o disimularla. Alargar su agonía también califica hoy como una de las bellas artes. Hay que mantener con vida esos mastodontes que satisfacen, por igual, la curiosidad cultural, la legitimidad política y la ostentación económica. De alguna manera, un museo es hoy un mausoleo a mayor gloria de alguna vanidad no siempre adscrita a una razón artística.

Con las nuevas tecnologías e Internet las cosas se han complicado todavía más. Las posibilidades de ver las obras de arte al detalle, o descargar catálogos a la carta, se han multiplicado exponencialmente, de manera que hoy visitar un museo necesita de otros estímulos que no están precisamente en sus paredes.

Ahí tenemos las exposiciones con artistas mediáticos (muestras “blockbuster” les llaman), con el fin de multiplicar las colas por fuera. O la inclusión de temas candentes de la actualidad, con la ilusión de llenarlos por dentro. Repensar los problemas del mundo en el museo es una estrategia que se entronca con las ideas enciclopedistas de Aby Warburg George o Didi-Huberman. El tema de las exposiciones blockbuster está más vinculado al capitalismo de franquicias.

Incluso, como último recurso, recientemente ha cundido la idea de cambiarle el nombre, tal cual ha quedado pendiente en el último congreso del Consejo Internacional de Museos (ICOM). Ya no es que la casa de la musa, como se conoce a los museos desde la antigüedad, que no sólo atraviesa un mal momento sino que además atraviesa un periodo de malas soluciones. Renuentes a funcionar como bibliotecas de la imagen, padecen una crisis de identidad. Han optado por una movilidad que no pueden sostener y dejado de lado una quietud que ya no podrán recuperar. Han confundido la experiencia individual con el narcisismo y la experiencia social con la masificación. A partir de ahí, sólo quedan coartadas, palabras vacías para museos llenos.

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