Luis Carlos Coto MederosFrancisco Riverón Hernández II758Descubrimiento
Era una isla: Tenía cintura,
cintura azul y salobre,
un hombre lacio de un cobre
desnudo, le sonreía.
El hombre lacio vivía
en chozas de yagua y guano,
sangre de puro verano
del corazón a la piel,
el trópico iba con él
en un embrujo antillano.
Era la isla de un cuento
de espuma y de caracol,
una muchacha de sol
enamorada del viento.
Tenía el verde contento
de ser ingenua y soñar,
sobre un aire de palmar
sonoramente parada,
con el mar en la mirada
y preguntándole al mar.
El mar abrió su camino
a un apetito de velas
y un trío de carabelas
le trajo un hombre de vino.
Hubo un asombro marino
y un asombro siboney,
hasta que gente sin ley,
–chusma traída de Europa–
se tiñó el alma y la ropa
con sangre de su caney.
El hombre de cobre lacio
pintó de yodo la espada
y sintió que su mirada
era de sol sin espacio.
A la orgía de un palacio
volvió el marino sin ley;
y a las plantas de su rey
como su mejor tesoro,
puso el corazón sonoro
que le arrancó al siboney.
759La Habana
Capital de la isla, flor
con balcones a la altura:
Hay un sol en tu cintura
y un solar en tu dolor.
Te das en gracia y color
por ventanas y vidrieras;
y dices las primaveras
que se cuelgan de tu talle,
con un pregón por la calle
y un piropo en las aceras.
Trino de mar y de sol,
ala sin dueño ni jaula,
por tu Alameda de Paula
rueda un olivo español.
Un sueño de caracol
se te muere en La Puntilla;
y andas en una mejilla
con el rubor de un cariño,
que sabe esconder un guiño
en un poco de sombrilla.
Tu bohemio corazón,
tu Bodeguita del Medio:
Antídoto para el tedio,
sorbos de música y ron.
Allí noches de ilusión
se sientan en taburete,
junto a mesas con tapete
de papel recién cortado;
y en tu oído enamorado
se prenden beso y arete.
Por el camino del mar,
abierto y azul camino,
te llega un sueño marino
con su promesa de amar.
Yo también vine a soñar
mi sueño por tus esquinas,
tus noches capitalinas
ensombrecieron mis cosas
y tu mentira de rosas
ha sido mi cruz de espinas.
760El Morro
Gran centinela que España
quiso regalarle al mar,
como un ojo del palmar,
del tabaco y de la caña.
Allí junto a la Cabaña,
siempre fiel, siempre despierto,
te das hacia mar abierto
en borrachera de brisa,
con tu luz hecha sonrisa
sobre la boca del puerto.
761La Catedral
Empinada Catedral
en clásico monumento:
Años de piedra y cemento
predicando un ideal.
Un aliento colonial
por tu plaza se respira;
y aunque mi sangre te mira
desde siglos de opresión,
cabe entera en un perdón
toda mi angustia guajira.