Síguenos

Última hora

Cierran navegación en Puerto Progreso por los efectos del Frente Frío 24

Cultura

Altura e infamia de Emil Nolde

Pedro de la Hoz

El hilo conductor entre la serie de cuadros que el noruego Edvard Munch tituló El grito, a finales del siglo XIX, y las máscaras recreadas en 1911 en un famoso lienzo por el alemán Emil Nolde va más allá de ser la línea que empata la génesis y la consolidación de la estética expresionista.

La carga de angustia que se revela en aquellas pinturas finiseculares y la deformación de los rostros que cubren la superficie de la obra de Nolde reivindican el papel del arte como espejo cóncavo de la psiquis y obligan a adoptar un punto de vista para nada complaciente en la recepción de los mensajes visuales.

Es difícil permanecer impasible ante obras como Jesucristo y el pecador o La señora T con un collar rojo. Con esas piezas y otras muchas más –entre mis preferidas las creadas entre 1910 y 1930–, Nold se convirtió en un referente del expresionismo y un explorador contumaz de la condición humana.

Cuesta trabajo conciliar la altura de tanta obra artística con la bajeza de su conducta ética. Juzgando a un célebre escritor latinoamericano, Mario Benedetti dijo que calificaba tanto en la más exigente antología de la lengua como en la historia universal de la infamia.

Un balance parecido es el que se tuvo desde abril pasado hasta el último día de septiembre en la exposición Emil Nolde: una leyenda alemana, el artista en el nacionalsocialismo, desplegada en el Museo de Arte Moderno Hamburger Banhof, de Berlín, que forma parte de la Galería Nacional de Arte, la cual no sólo incluyó pinturas y dibujos, sino también cartas y documentos.

La muestra fue el fruto de un cuidadoso trabajo de investigación y curaduría llevado a cabo por la Fundación Ada y Emil Nolde, bajo la dirección desde 2013 de Christian Ring, historiador de arte interesado en poner las cosas en su justo lugar.

Tras la Segunda Guerra Mundial y hasta su muerte en 1956, Nolde se ciñó la aureola de víctima de los nazis. Su fichaje en la exposición de “arte degenerado” que en 1937 organizó en Munich el Ministerio de Propaganda de Goebbels para estigmatizar a las vanguardias artísticas y de modo muy especial a los creadores judíos, funcionó como una suerte de salvoconducto moral para Nolde, de quien se sabía su anterior adscripción al partido de Hitler.

Era conocido su saludo en 1933 al “hermoso levantamiento del pueblo alemán”, el mismo mes en que los nazis cierran la Bauhaus de Berlín, decisión que nunca reprobó. Goebbels era favorable al expresionismo, y competía con el reichsleiter Alfred Rosenberg por conseguir el control de la cultura en el Tercer Reich, de ahí que coqueteara con algunos artistas y fuera correspondido por Nolde El ministro de Propaganda se inclinó en un primer momento por autores como Nolde y Munch en la búsqueda de un “arte racial” representativo de la nueva Alemania nazi, hasta que Hitler condenó el arte moderno. En noviembre de 1933, Nolde respondió con entusiasmo una invitación de Goebbels y aceptó otra del tenebroso Himmler a Munich. Calificó entonces a Hitler como “genial hombre de acción”. El artista mucho más tarde se preocupó por borrar esas manchas y atribuirlas a la ingenuidad suya y una aviesa manipulación de los envidiosos.

Lo que no estaba claro entonces que dicha filiación continuó ni que Nolde profesó hasta el mismísimo día de la caída del Tercer Reich un visceral antisemitismo y una sumisa relación con prominentes personeros del régimen.

La dualidad del artista y el militante nazi permeó de forma explícita la exposición de la Hamburger Banhof. En su presentación, los organizadores subrayaron que si bien Nolde había sido posiblemente el “artista degenerado” más famoso, pues de acuerdo a ciertas estadísticas, ningún otro artista tuvo tantas obras confiscadas, quizás ningún otro tampoco luchó tanto, al mismo tiempo, por zafarse del ostracismo, caer en gracia a los nazis y defender el genocidio contra la población judía.

En 1947 pocos entendieron el juego de palabras con el cual el crítico de arte Adolf Behne definió la personalidad de Nolde. Entonces dijo que éste era un “degenerado degenerado”.

De la mayor de todas las infamias da cuenta un documento de su puño y letra: la denuncia a su colega Max Pechstein, expresionista como él, veterano de la Primera Guerra Mundial y profesor de la Academia de las Artes de Prusia hasta la ascensión de los nazis, que lo desemplearon. Nolde acusó a Pechstein de ser judío y simular no serlo.

En una carta del 12 de mayo de 1943, Nolde escribió: “Lo que está pasando en Alemania –el corazón de Europa– es un movimiento que está llevando el deseo y el poder de resistir a la decadencia y la debilidad, que tiene por objetivo mismo la batalla contra el bolchevismo, los judíos y la plutocracia”.

La verdad sobre Nolde ha tenido repercusiones en la vida política alemana actual. Era uno de los pintores favoritos de la jefa de gobierno Angela Merkel. Desde 2006 dos de sus lienzos decoraban el despacho de la Canciller. Ya no estarán más en ese recinto del poder.

Siguiente noticia

Ecos de mi tierra