Ariel Avilés Marín
La cinematografía recibe popularmente el nombre de Séptimo Arte, y lo es por derecho propio, pues las otras seis artes datan de muy antiguo, y el cine, por su naturaleza funcional, requirió de un largo proceso de desarrollo de la tecnología para surgir, sentar precedente y colocar su nombre junto a las otras, y recibir justamente este calificativo, que es con el que le conocemos y llamamos. El cine en Yucatán tiene una historia interesante y fecunda, aparece localmente desde el nacimiento del siglo XX. Cuando en la capital, apenas se estaba llevando a cabo la proyección de algunos cortos, en su gran mayoría imágenes del Gral. Porfirio Díaz, en las más intrascendentes situaciones, como, paseando a caballo por Chapultepec o caminando por La Alameda Central, y cuya proyección atraía masivamente a la “buena sociedad” que se precipitaba a las salas de proyección para aclamar al dictador, como si de una gran estrella se tratara.
Aquí en Yucatán, un par de personajes, lamentablemente casi olvidados, daban un campanillazo en este campo, y realizaban ya una película de largo metraje. Carlos Martínez de Arredondo y Manuel Cierol Sansores son los precursores del cine en Yucatán, y por ello, su nombre debe estar inscrito en los anales del Séptimo Arte en México.
Pues ahora, un joven licenciado en Ciencias de la Comunicación, con un equipo tan joven como él, nos presenta una película en toda la forma, para ser lanzada comercialmente, pero provista de una importante carga de arte, del bueno, del que deja mensaje y huella en el alma de los que ven su producción. Los días de otoño es el nombre de la cinta, el director, productor, autor del guion y protagonista del filme es Luis Manuel Cerón Suárez, y contó con el apoyo decidido de su alma mater, la Universidad Modelo, para poder llevar a cabo este su sueño acariciado, realizar una película en forma y llegar a la importante noche soñada, la del estreno de la película. Y vaya que fue una noche importante, pues el evento atrajo a un numeroso público a la gala del estreno, que colmó las butacas de la Sala MAYAMAX, del Gran Museo del Mundo Maya.
Como toda gala que se precie de serlo, el evento tuvo, antes de pasar a la proyección del filme, una ceremonia protocolaria, con asistencia de autoridades, tanto de la Escuela Modelo, como del Estado de Yucatán. Suben al escenario para cumplir con el protocolo, la Lic. Ericka Millet Corona, titular de la Sedeculta, y representante personal del gobernador; el Ing. Carlos Sauri Duch, rector de la Universidad Modelo, el Ing. Carlos Sauri Quintal, director del Campus Mérida de la Universidad Modelo, el Mtro. Luis Urzaiz Duch, director de la Escuela de Humanidades de la institución; la Lic. Rosa María Arteaga Silva, de la Sedeculta, y el autor y director Luis Cerón Suárez. El Ing. Sauri Duch externó la satisfacción de la casa de estudios por el logro concretado en el estreno de la cinta; destacó que es la primera producción de este tipo de la institución y prometió que habrá más. “La creación artística es una respuesta a la preservación de la cultura mexicana. El disfrute de esta proyección es uno de los motivos de la creación artística”, señaló.
Por su parte, Cerón Suárez, visiblemente emocionado, externó su deseo de que esta producción sea la primera de muchas más, y agregó: “Una película se termina, cuando el público la ve. En mi caso, hacer cine es una necesidad interna e intrínseca”. En su turno, la Lic. Millet Corona dijo que este estreno es un acontecimiento que nos debe llenar de gozo, que estas acciones de la Universidad Modelo vienen a confirmar la visión vanguardista de la Liga de Acción Social; esta primera producción fílmica de la Universidad Modelo viene a reafirmar el compromiso de la institución con la cultura. “Reivindicar el cine, cómo una de las mejores artes, y que el arte y la cultura sean como el lema de la institución: ‘Para sí, para todos’”. Terminada esta parte protocolaria, se procedió a la proyección de la película.
Los días de otoño tiene una serie de características fílmicas muy interesantes. Por principio de cuentas, está realizada en su mayor parte en blanco y negro, lo que le da un sabor muy especial y un ambiente mágico que se pierde en las cintas a color. La trama transita con gran agilidad entre el verismo y el surrealismo, y pasa de uno a otro plano con gran agilidad y sin perder un ápice de calidad. Una gran parte de la acción está realizada en el interior de un vehículo, un combi, y en ese ámbito de llevan a cabo la gran mayoría de los diálogos entre los protagonistas, lo que le da la cinta un carácter de intimidad confidencial; este juego fílmico no es nuevo, ya en los sesenta se usó en el inolvidable filme Bonny y Clyde, de Arthur Penn, y con Warren Beatty y Faye Dunaway en los papeles protagónicos. La cinta tiene muy buen fondo musical, tiene tema propio, escrito ex profeso por Pablo Arellano Sánchez. Hay escenas muy bien ambientadas con música tradicional yucateca, como la jarana Xucbik Chuy, de Juan B. Sosa y Carlos Salazar, en la voz de Maricarmen Pérez.
Sin ser ese su objetivo, la cinta hace profusa difusión de la población sureña de Oxkutzcab y sus costumbres, alrededores y gente. Tres son los personajes de la historia, Lucas, que es el propio Luis Cerón –creemos que debió usar a un actor y dedicarse a su labor de dirección para atender más profundamente esta importante labor–; Esperanza, Alejandra Cáceres, y la destacada participación del primer actor José Luis Almeida como Raúl. Estos personajes son verdaderos esquemas, cada uno de ellos es un símbolo de algo. Lucas es la muerte y sus reflexiones así nos lo confirman a lo largo de la acción. Esperanza hace honor a su nombre y es el optimismo y la razón que mantiene a Lucas en la realidad y le da una razón de vida. Raúl es la maldad, es el rencor contenido en un alma oscura, que se desdobla en un reflejo de sí mismo. Es algo así como un ángel exterminador. Hay un curioso personaje, simbólico también, que la tortuga “Clayton”, que es un hilo de afecto en la triste vida de Lucas.
La trama está muy bien manejada y la inclusión de algunas escenas en color vienen a poner una simbología alegre a las partes que así lo requieren. El final es una consecuencia obligada de las dudas que los personajes se van planteando en el desarrollo de la historia, su fuerza es apabullante. El finalizar del filme con la expresión: ¡Entonces! ¿Qué? es una conclusión genial y que abre todas las posibilidades a la continuidad de la historia.
Un gran aplauso de pie al joven Luis Cerón por esta su ópera prima en el mundo del cine, y otro para la Universidad Modelo, por su apoyo y promoción a la cultura.