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Roger Aguilar Cachón

La brújula de antaño

La ciudad de Mérida ha ido evolucionando, poco a poco se ha convertido en una megalópolis haciendo posible que se acumule en sus límites un gran número de nuevos fraccionamientos y asentamientos humanos, haciendo esto posible una amalgama de culturas, ya que nuestra tierra se ha prodigado en acunar en sus brazos a todas las personas que provenientes de distintos estados de nuestro país y del extranjero sienten sus reales y hagan suya también nuestra urbe.

Nuestra ciudad siempre se ha caracterizado por nombrar a las esquinas con números, aunque es por todos conocido que cuando se iba a un sitio o tenía que acudir por algún mandado o a comprar algo, era común decir, “de la esquina del sapito”, doblas y lo encuentras, esto es, que en muchas ocasiones el nombre de la esquina servía como medio de referencia para localizar determinados sitios.

Por allí, en mi infancia, entremos al túnel del tiempo y nos ubicamos en los años sesenta y setenta, cuando los de mi generación acudíamos a la escuela o a casa de algún condiscípulos no era necesario conocer la dirección exacta, sino que bastaba decirle a nuestros papás el nombre de la esquina para saber si estaba cerca o lejos de nuestro hogar y de esta manera darnos permiso o no. Se hará referencia a algunas esquinas, ya que son más de 100 las que se ubican en nuestra ciudad.

Por ejemplo para ir a reparar un par de zapatos o bien comprar chocolate recién molido no había que decir hay que ir a la calle 69 con 54 y allí está el molino, bastaba con mencionar anda a la esquina de El Pavo y compras tal o cual cosa. La siguiente esquina se le conocía como la de La Berenjena.

La calle 69 está plagada de esquinas con nombres singulares, baste decir que el de la pluma vivía entre dos muy conocidas, El Cocoyol, donde se ubicaba la tienda de don Milo –aquel quien nos daba cada Navidad en una bolsita de papel de estraza nuestro “aguinaldo”, que consistía en algunos dulces y galletas– y el Río Hondo, esquina que compartía dos sitios de común concurrencia, la tienda de don Eustaquio Villanueva –donde se encontraba el único teléfono público y que el ir a comprar resultaba una aventura, ya que regañaba y tenía cara de pocos amigos, contra la esquina de la peluquería de don Mochís-Satur, quien nos hacía la “pelada alta”, esto es muy corto, nos dejaba la jungla capilar de nuestra cabeza.

Más hacia el centro de la ciudad, se pasaba por una esquina de los hermanos Tapia Tapia –compañeros de labor– donde se vendían paletas y bolis, sin faltar el esquimo y la pirata, me refiero a la esquina de La Iguana, calle 50 con 69, enfrente a la iglesia de San Cristóbal. Hacia adelante pocas personas saben que la esquina donde se encuentra ubicada la panadería La Reina tiene un nombre diferente, se denomina El Kambul, 69 con 52.

Para ir al centro de la ciudad, a la plaza grande o como le dicen los chilangos, el zócalo, había que llegar de mi casa a la calle 69 con 60 y encontrarnos con la esquina de La Vieja, que responde al nombre de otra panadería de prestigio. Ya en el mero centro y sobre la calle 61, nos encontramos con la esquina que sin lugar a dudas rememorarán algunos recuerdos de mis lectores, me refiero a La Duquesa, 61 con 60, contra esquina de la Catedral.

Las esquinas son lugares con cierto prestigio, ya que solo con decir que se vivía en tal esquina nos ubicábamos en el punto cardinal en que se encontraba. Por ejemplo si uno vivía por La Colmena, sabíamos que era el rumbo de la calle 65 hacia el oriente, si se mencionaba la esquina de El Hueso o La Campana, sabíamos que era el rumbo hacia el poniente de la ciudad, cerca del Hospital O’Horán. En cambio, si se mencionaba El Zeppelín, indudablemente la persona que vivía por ese rumbo pertenecía al rumbo del sur de Mérida o bien si por casualidad teníamos alguna amistad que viviera por el rumbo de La Tórtola, sabíamos que se encontraba por el rumbo de la plaza de toros, allende a la García Ginerés.

Las esquinas han sido el punto de reunión de familias y de grupos de personas, de manera sucinta mencionaré algunas esquinas que se encuentran en las calles hacia 62, 60 y 64 hacia el norte de nuestra ciudad, posteriormente y en otra entrega mencionaremos aquellas que se encuentran por el sur de nuestra blanca Mérida. Solamente mencionaré algunas y dejaré al lector con la cócora de asegurarse o investigar si hay otras más.

Hay que ir despacio por la calle 62 para poder ver los anuncios, algunos en óptimas condiciones y otros casi cubiertos o bien manchados. Comenzaremos con Los Dos Toros, ubicado en la 62 con 59, frente al edificio de La Nacional; El Loro pocas personas se habrán dado cuenta que en la esquina de la 62 con 55, enfrente de la Biblioteca “Manuel Cepeda Peraza” se encuentra esta ave, que tiene apariencia del centro de México. El Motor Eléctrico se ubica en la esquina de las calles 62 con 49, a unos pasos de la misma se encuentra una esquina que, según dicen algunas personas, cuenta con un cenote, me refiero a El Tívoli, en la calle 62 con 45.

Hacia delante una esquina solamente recordada por algunas personas más allá de los cincuenta años, La Argolla, en la 62 con 43. para concluir este viaje sobre la calle 62, nos falta mencionar dos esquinas conocidas por muchas personas de todas las edades, ya sea por lo que representan o bien por ser parte del mismo rumbo, en la 62 con 41 se encuentra El Faro y en la siguiente, o sea en la 39, El Turix.

en la calle 60 solo hay dos que son representativas y muy conocidas, la primera ubicada enfrente a la iglesia de Santa Ana, donde se encontraba un taller d reparación de muñecas y contra esquina de un supercito de muchos años, El Brazo de Bronce, 60 con 45 y una calle más al norte y por el rumbo de los investigadores arqueólogos Beatriz Repetto y Rubén Maldonado –colaborador del POR ESTO!–, me refiero a La Casita Azul, en la 60 con 43.

Conveniente será dar a los lectores, caros y caras, algunas temáticas de las esquinas que se encuentran en nuestra ciudad, cabe señalar que solo se mencionaran algunas de ellas. Animales: La Ardilla (69 x 70), El Chomac (65 x 38), El Elefante (65 x 46), El Gato (50 x 65), El Mono Suelto (63 x 38), El Perro (59 x 60), El Toro Agachado (61 x 74), La Tucha (57 x 66) y El Zorro (41 x 52). Entre las esquinas con nombre de aves, podemos mencionar, El Ave de Oro (57 x 60), La Calandria (76 x 65), El Chombo (63 x 52), El Zopilote (65 x 70) El Gallo (81 x 66), El Gallito (60 x 63), El Pájaro Hu (50 x 49), El Pavo (54 x 69), Los Pavitos (89 A x 60) y La Perdiz (59 x 56).

Hay otras esquinas famosas con nombre de frutos: El Aguacate (73 A x 58), El Caimito (73 x 60, esquina del POR ESTO!), El Choch (49 x 58), Los Cocos (95 x 60), La Granada (59 x 76), La Guayaba (73 x 70), La Guayabita (75 x 66), La Papaya (75 x 78), La Uva de Oro (65 x 80) y La Viña ( 53 x 54). Esquinas con nombre de verdura: El Chile (75 x 76) y El Tomate (73 x 74). Las esquinas con nombre de santos: La Candelaria (67 x 64), San José ( 60 x 79) y Santa Lucía (60 x 55).

Sería muy largo el mencionar todos, pero sería interesante el que los lectores pudieran ubicar alguna de las que se mencionarán a continuación y de camino conocen un poco más nuestros barrios y calles; localicemos las esquinas con nombres de plantas, de arcos, de insectos, fenómenos climáticos, de nombres de mujeres y de hombres, de cruces, monumentos, mitológicos, juguetes, profesiones, fechas importantes, entre otras.

Y ustedes, mis caros y caras lectoras, en cuál esquina viven o cuáles les traen recuerdos del pasado y que en el presente nos permiten exhalar un suspiro lleno de recuerdos y añoranzas.

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Mi audaz amigo Enrique.