Luis Carlos Coto Mederos
Jesús Orta RuizIX862
Vida, pasión y
muerte del gallo
Emperador del corral
y múltiplo de la cría,
de tu pico surge el día
como un trino de cristal.
Consigue tu amor plural
y rápido lo que anhelas,
porque en tus patas gemelas
hay un filo despiadado:
Don Juan Tenorio plumado
y Napoleón con espuelas.
Rico en elegancia, rico
en sangre para luchar,
va tu orgullo militar
con una espada en el pico.
Con ese ademán del chico
hombre prematuramente,
exhibes en el ambiente
verde, que pintas de fiesta,
la corona de tu cresta
roja como el sol muriente.
Tu canto madrugador
en la soledad agraria
es medida itineraria
y reloj despertador.
Su dilatado clamor
va de paraje en paraje,
hasta llevar su lenguaje
al último gallinero…
Señor del alba, vocero
de yo no sé qué mensaje.
Convenida la batalla
con el feroz enemigo,
van cien monedas contigo
a discutir en la valla.
Y cuando la guerra estalla
la emoción despeina el guano,
y en los ojos del cubano
campesino se presenta
una alegría sangrienta
como de Circo Romano.
863Los rieles
Los rieles que del retiro
disipan la soledad
son brazos de la ciudad
que se tienden al guajiro.
Por ellos lanza un suspiro
verde la campiña quieta;
y cuando como saeta
pasa la locomotora,
se asombra la gemidora
lentitud de la carreta.
864Ingenio
Almibarado gigante
bajo la tarde que piensa,
el ingenio es una inmensa
rosa de acero fragante.
Y el cañaveral –cantante
de verde y dulce armonía–
suena, y parece que ansía
con la noche disipar
la gran fatiga solar
que sufrió en el mediodía.
865Corrida de cintas en el mar
Sueltas las riendas de argento,
loca la crin musical,
en caballos de cristal
vienen jinetes del viento.
Sobre el azul pavimento
ninguno choca ni frena…
Corren, se acercan; y suena
un aplauso de rumores
cuando pasan, triunfadores,
las argollas de la arena.
866La Palma
Palma, violín de la brisa
que como un arco te toca,
si Cuba tuviera boca
serías tú su sonrisa.
En tu arrogancia mambisa
dominadora del llano,
algo así como la mano
cordial de tu clima rico,
moviendo está un abanico
en el rostro del verano.
867Décima enamorada
Guardarraya de alegría
del potro de un sueño errante,
diapasón de la vibrante
bandurria del alma mía:
no sientes mi fantasía
en taburete de olvido,
que por tu amor yo he sabido
aislarme de cuanto existe
y quemar una hora triste
en un tabaco encendido.
868Granos
A tus pies el abanico
rumoroso de la cría
de aves se abría, y se abría
para cada grano un pico.
Tu blanco delantal, rico
en maíz era un tesoro
que, en aguacero sonoro,
partía desde las yemas
de tus dedos, como gemas
de sangre o granizos de oro.
Así, en medio del plumaje
más inquieto que una ola,
agregándole una cola
multicolor a tu traje,
eras paisaje –paisaje
como el bohío, el palmar
y la piedra de afilar
donde un anciano jinete
en el filo del machete
buscaba un rayo solar–.
El sol del reciente día
–fiesta de luz y matiz–
también echaba maíz
a su planetaria cría.
Y mientras de ti caía
un llover de granos rojos
como cernidos sonrojos
volando a tu alrededor,
gallos finos del amor
acechaban en mis ojos.