Edgar Rodríguez Cimé
A Brandy, Brenda, Jennifer, Paola, Daylin, Evelin, Jessica, Erika y Pablo
Hoy la prensa habla de “derechos de la comunidad LGBTTTIQ”, pero el periódico POR ESTO! fue vanguardia en su difusión en la península de Yucatán hace muchas lunas cuando dio a conocer publicaciones literarias que revaloraban estas orientaciones sexuales tan heterogéneas como la misma naturaleza humana: Mérida sin arrebol, Mérida Gay. Crónica de los movimientos LGBTTT en la ciudad de Mérida, Travestis, transgéneros y transexuales de Mérida, 50 años de espectáculo travesti en Yucatán, No tengo tiempo de cambiar mi vida…
Desde hace muchos soles que migraba semanalmente a Mérida, porque literalmente “yo vivía (disfrutaba el descanso) los fines de semana en Ticul y trabajaba de lunes a viernes en la antigua Ichcaansihó”, me tocó disfrutar, y escribir para el POR ESTO! sobre los concursos de la diversidad sexual en el sur de Yucatán, con epicentro en la “perla del sur”.
Entonces, luego de varios años de escribir sobre los concursos de estética gay, caí en la cuenta: casi siempre eran los municipios del sur de Yucatán: iniciando con el populoso Umán (quién no recuerda al “travesti de travestis”: su majestad Mayambé), Muna, Ticul, Akil, Oxkutzcab, Tekax, Peto y Tzucacab, los que “se soltaban el chongo” y ejercían su soberano derecho a ejercer su sexualidad en público a través de los aguerridos “concursos de belleza gays”.
Un poco de historia en el terreno LGBTTTIQ. Desde hace unos 200 años, a partir del surgimiento de la explotación del pueblo maya bajo el sistema de peonaje por deudas (que nunca podían ser pagadas, porque el injusto sistema la aumentaba en vez de disminuirla), por los hacendados, lo que se consolidó con el ascenso de la Casta Divina: una “élite de élites”, el pensamiento de todas las capas de la población, criolla, mestiza y maya, se impregnó de una “cosmovisión racista-clasista-misógina-antidiversidad sexual”.
Un pensamiento antidiversidad sexual priva en las mentes de quienes gobiernan muchos municipios yucatecos en el oriente y centro de Yucatán. Por eso, debido a su desconocimiento que concursos o participación en carnavales se hacen “en todo el mundo civilizado”, con apoyo oficial, “niegan el derecho al reconocimiento social y al apoyo económico” a la comunidad LGBTTTIQ, a ciudadanos que pagan sus impuestos, tienen una vida productiva, y, además, poseen la ventaja de una naturaleza alegre y bullanguera, requisito indispensable para una comparsa con sandunga, como dicen en Cuba: la comunidad LGBTTTIQ.
Por eso, los integrantes de la comunidad LGBTTTIQ en el oriente (en mi libro No tengo tiempo de cambiar mi vida aparece un relato cuando en un hotel de Pisté, donde se encuentra Chichén Itzá, se realizó una razia antigay motivada por uno de los primeros concursos de belleza homosexual) y centro de Yucatán enfrentan la falta apoyo de funcionarios a la hora de realizar concursos o participar en el Carnaval.
Llama la atención que sea el lado “maya tradicional”, el sur, el menos “contaminado” con la “cultura moderna de Occidente” del pensamiento excluyente: racista-clasista-misógino-antidiversidad sexual, de Umán a Tzucacab, el que realicé con más frecuencia estos certámenes, que los visualice con mayor naturalidad, como la antigua sociedad maya, el resultado de la diversidad de género en las generaciones contemporáneas, como en los concursos de belleza.
Un mensaje al Ayuntamiento de Tizimín: en Mérida, durante mucho tiempo la comparsa mayor que cerraba los desfiles carnavalescos porque le ponía la indispensable alegría bullanguera durante los días de carnaval, de viernes a martes, era la de Pompidú, personaje popular gay del barrio céntrico de La Ermita de Santa Isabel, quien “le ponía sabor al caldo carnavalesco” cada año durante los desfiles.
A partir de que el ayuntamiento de Mérida se pintó de “azul” panista, este papel protagónico lo asumió otro personaje, también gay, del barrio de San Sebastián, el profesor de jarana Marcelo Sanguinetti, quien encabeza esta nutrida pero ya no tan bullanguera comparsa durante los cinco días dedicados al dios de la farsa: Momo. En ambos casos, con el apoyo económico del gobierno municipal.
Colectivo cultural Felipa Poot Tzuc