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Cultura

Calavera del Quijote, grabado de José Guadalupe Posada

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Miguel Jairzhinio López Ramírez / Maritere Espinosa

El 2 de febrero, día de celebración de la Virgen de la Candelaria, se cumplieron 167 años del natalicio del artista del buril José Guadalupe Posada. Sus grabados inundaron calles de ciudades y pueblos durante varias décadas del siglo XIX y XX con el acontecer más relevante del día, desde sucesos extraordinarios, hasta fenómenos naturales y humanos. Inundaciones, milagros, fusilamientos, descarrilamientos, asesinatos, corridos y calaveras fueron el tema para ilustrar las hojas, volantes y cuadernillos que salían de la imprenta popular, muchos de la de don Antonio Vanegas Arroyo, cercana en domicilio al propio taller de grabados del artista hidrocálido. Su vasto acervo es fuente de investigaciones para historiadores, investigadores, jóvenes artistas y curadores de arte. Varias han sido ya las exposiciones y catálogos que se han presentado sobre su talento en el arte del grabado.

Decir que Posada es el más importante artista gráfico de México significa presentar pruebas para demostrar su lugar en la historia del arte. Si hay un grabado que, por su calidad, conocimiento, apropiación, nos permite sostener su primado universal entre los artistas del país es su “Calavera del Quijote”.

Una obra que en un sentido inverso del trabajo de La Calavera Garbancera (mejor conocida como La Catrina, la cual muestra el conocimiento y sensibilidad de Posada del ser nacional), en la del Quijote plasma su sensibilidad y conocimiento universal.

Para analizar esta obra utilizamos una frase de Pablo Picasso, quien dice que un artista no roba ideas, sino que se apropia y transforma el trabajo de otro; es decir, que el artista hace suya una idea y la reinterpreta (tal vez esto explique la diferencia entre La Garbancera de Posada y La Catrina de Rivera, quien fue compañero de alquiler de Picasso en París). En un primer momento destacamos el análisis semiótico de su trabajo, su calidad conforme al canon greco-renacentista; la imitación de la naturaleza, principio de este estilo artístico, es pulcro; tanto el animal como el jinete (Rocinante y don Alonso Quijano) son representados fielmente con la realidad. El conocimiento de la anatomía del equino y del jinete para representar la posición del animal en salto evidencian la educación técnica del artista. Cada detalle del grabado fue burilado con precisión, cada una de las figuras se distingue de la otra, porque el animal, el jinete, la lanza, las calaveras y los restos óseos, en todos ellos se da cuenta del homenaje de un maestro del arte a otro maestro de la escritura, en este caso Cervantes.

Los planos son usados correctamente y los contrastes de negros, grises y blancos establecen una luminosidad en el impreso. De ser cierto la cita de Picasso, y ahora utilizada como un principio de la creación artística de la pieza de Posada, significa que el uso de calaveras per se, así como la representación del movimiento de cráneos y partes de las calaveras en vuelo jocoso tras de la embestida de don Quijote de la Mancha, es la apropiación del personaje y la defer="true"encia de Guadalupe Posada al personaje de Cervantes, un magno jinete central que simboliza su poderío, y, en tanto que calavera, se dimensiona el alcance de la obra y el personaje más allá de su tierra de origen histórico-geográfico para traducirlo a otras formas y significados, expresados en el dibujo. La pieza es el signo de todas las influencias y convergencias en Posada.

Finalmente, la apropiación de grabador del personaje del Quijote expresa una hispanidad más allá de la Mancha, la península y de una versión unilateral de la cultura. Aquí Posada es el más universal de los artistas mexicanos y con tan excelsa pieza lo recordamos en este mes de su partida.

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